En las expediciones mismas hubo de Nicias hazañas y rasgos muy generosos: porque en muchas batallas venció a los enemigos y estuvo en muy poco el que tomase a Siracusa; y si hubo faltas, no fueron suyas, sino que provinieron de su enfermedad y de los enemigos que en Atenas tenía; siendo así que Craso, por el gran número de sus yerros, ni siquiera dio lugar a que pudiera mostrarse en su favor la fortuna; de manera que es preciso admirarse de que fuese tal su torpeza, que ella sola venciera la buena suerte de Roma, y no el poder de los Partos. En orden a que, no despreciando el uno nada de cuanto pertenece a la adivinación, y mirándolo todo el otro con indiferencia, ambos, sin embargo, hubiesen tenido desgraciado fin, en esto el juicio es aventurado y difícil; bien que merece más disculpa el que peca por sobra de precaución, siguiendo la costumbre y la opinión recibida, que no el que por temeridad se aparta de la ley. En el modo de acabar sus días hay menos que vituperar en Craso, que no se entregó, no sufrió prisiones ni afrentas, sino que se resignó con los ruegos de los suyos y fue víctima de la traición de los enemigos, mientras que Nicias, con la esperanza de una salud torpe y vergonzosa, sufrió caer en manos de los enemigos, haciendo así más ignominiosa su muerte.