Prolongábase demasiado el sitio, y como tuviese noticia Antígono de haber muerto Antípatro en Macedonia, y de estar todo revuelto, a causa de las disensiones de Casandro y Polisperconte, no limitó ya a poco sus esperanzas, sino que en su ánimo se propuso aspirar a la universalidad del mando, bien que contando con tener a Éumenes por amigo y por auxiliador de sus empresas. Para ello, envió a Jerónimo a tratar con Éumenes, remitiendo extendida la fórmula del juramento; pero éste la recogió y dejó al arbitrío de los Macedonios que le cercaban el que declarasen cuál era más justa. Antígono hacía al principio alguna mención de los reyes por cumplimiento, y por lo demás refería a sí mismo todo el juramento; Éumenes, por el contrario, puso en primer lugar a Olimpias con los reyes, y después juró que abrazaría los mismos intereses y tendría a los mismos por amigos y por enemigos, no respecto de Antígono solamente, sino respecto también de Olimpias y de los reyes. Túvose esto por lo más justo, y haciendo los Macedonios que bajo esta fórmula jurase Éumenes levantaron el sitio, y enviaron mensajeros a Antígono para que prestara igual juramento a Éumenes. Luego que éste se vio libre, restituyó los rehenes de los Capadocios que tenía en Nora, recibiendo de los que los recibían caballos, acémilas y tiendas. Reunió al mismo tiempo de sus antiguos soldados a cuantos habiéndose dispersado en la fuga andaban errantes por el país; tanto, que llegó a juntar poco menos de mil hombres de a caballo, con los cuales desapareció y huyó, temiendo con razón de Antígono; porque no sólo dio orden de que volvieran a sitiarle, restableciendo las trincheras, sino que contestó ásperamente a los Macedonios, por haber admitido la corrección del juramento.