7

Habiéndole llegado noticia de que Sila dominaba en Roma, y la facción de Mario y Carbón había sido arruinada, al punto receló que el ejército vencedor iba a venir contra él con algunos de los caudillos, y se propuso cerrar el paso de los montes Pirineos por medio de Julio Salinátor, que mandaba seis mil infantes. Fue, en efecto, enviado de allí a poco por Sila Gayo Anio, el cual, viendo que la posición de Julio era inexpugnable, se quedó en la falda, sin saber qué hacerse; pero habiendo muerto a traición a Julio un tal Calpurnio, dicho por sobrenombre Lanario, y abandonando los soldados las cumbres del Pirineo, seguía su marcha Anio con grandes fuerzas, arrollando los obstáculos. Considerábase Sertorio muy desigual, y retirándose con tres mil hombres a Cartagena, allí se embarcó, y atravesando el Mediterráneo aportó al África por la parte de la Mauritania. Sorprendieron los bárbaros a sus soldados, mientras, sin haber puesto centinelas, se proveían de agua, y habiendo perdido bastante gente se dirigía otra vez a España; vióse, no obstante, apartado de ella, por haber tenido la desgracia de dar con unos piratas de Cilicia, y arribó a la isla Pitiusa, donde desembarcó, habiendo desalojado la guarnición que allí tenía Anio. Acudió este bien pronto con gran número de naves y cinco mil hombres de infanteria; Sertorio se preparaba a pelear con él en combate naval, aunque sus buques eran de poca resistencia, y dispuestos más bien para la ligereza que para la fuerza; pero, alborotado el mar con un violento céfiro, perdió la mayor parte de ellos, estrellados en las rocas por su falta de peso, y con sólo unos pocos, arrojado del mar por la tempestad y de la tierra por los enemigos, anduvo fluctuando por espacio de diez días; y luchando contra las olas y contra tan deshecha borrasca se vio en mil apuros para no perecer.

Share on Twitter Share on Facebook