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Abrazaban el partido de Sertorio todos los de la parte acá del Ebro, con lo cual el número era poderoso, porque de todas partes acudían y se le presentaban gentes; pero, mortificado con el desorden y la temeridad de aquella turba, que clamaba por venir a las manos con los enemigos, sin poder sufrir la dilación, trató de calmarla y sosegarla por medio de la reflexión y del discurso. Mas cuando vio que no cedían, sino que insistían tenazmente, no hizo por entonces caso de ellos, y los dejó que fueran a estrellarse con los enemigos, con la esperanza de que, no siendo del todo deshechos, sino hasta cierto punto escarmentados, con esto los tendría en adelante más sujetos y obedientes. Sucedió lo que pensaba, y marchando entonces en su socorro los sostuvo en la fuga, y los restituyó con seguridad al campamento. Queriendo luego curarlos del desaliento, los convocó a todos al cabo de pocos días a junta general, en la que hizo presentar dos caballos, el uno sumamente flaco y viejo, y el otro fuerte y lozano, con una cola muy hermosa y muy poblada de cerdas. Al lado del flaco se puso un hombre robusto y de mucha fuerza, y al lado del lozano otro hombre pequeño y de figura despreciable. A cierta señal, el hombre robusto tiró con entrambas manos de la cola del caballo como para arrancarla, y el otro pequeño, una a una, fue arrancando las cerdas del caballo brioso. Como al cabo de tiempo el uno se hubiese afanado mucho en vano, y hubiese sido ocasión de risa a los espectadores, teniendo que darse por vencido mientras que el otro mostró limpia la cola de cerdas en breve tiempo y sin trabajo, levantándose Sertorio: “Ved ahí- les dijo-, oh camaradas, cómo la paciencia puede más que la fuerza; cómo cosas que no pueden acabarse juntas ceden y se acaban poco a poco; nada resiste a la asiduidad, con la que el tiempo, en su curso, destruye y consume todo poder, siendo un excelente auxiliador de los que saben aprovechar la ocasión que les presenta e irreconciliable enemigo de los que fuera de sazón se precipitan”. Inculcando continuamente Sertorio a los bárbaros estas exhortaciones, los alentaba y disponía para esperar la oportunidad.

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