Oyó Mitridates esta respuesta con grande admiración, y se dice haber exclamado ante sus amigos: “¿Qué mandará Sertorio sentado en el palacio, si ahora, relegado al mar Atlántico señala límites a mi reino, y porque tengo miras sobre el Asia me amenaza con la guerra? Con todo, hágase el tratado, y convéngase con juramento en que Mitridates tendrá la Capadocia y la Bitinia, enviándole Sertorio un general y soldados, y en que Sertorio percibírá de Mítrídates tres mil talentos y cuarenta naves.” En consecuencia, fue enviado de general al Asia, por Sertorio, Marco Mario, uno de los senadores fugitivos que habían acudido a él; y habiendo tomado Mitridates con su auxilio algunas ciudades en el Asia, entrando aquel en ella con las fasces y las hachas, iba él en pos tomando voluntariamente el segundo lugar, y haciendo, como quien dice, el papel de criado. Marco concedió la libertad a algunas ciudades y a otras la exención de tributos, anunciándoles que lo ejecutaba en obsequio de Sertorio, de manera que el Asia, molestada otra vez por los exactores, y agobiada con las extorsiones e insolencias de los alojados, se levantó a nuevas esperanzas y empezó a desear la mudanza de gobierno que ya se entreveía.