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Hechos por Arato estos tan señalados servicios, púsose por ellos fuera de la envidia que de sus conciudadanos pudiera venirle; pero el rey Antígono, inquieto a causa de él y queriendo, o atraerle del todo a su amistad, o calumniarle en el ánimo de Tolomeo, le hizo otros obsequios que él no admitía gustoso, y habiendo sacrificado a los dioses en Corinto, envió a Arato parte de las víctimas a Sicione, y en la cena, siendo muchos los convidados, habló de este modo en medio de ellos: “Yo estaba en el concepto de que ese joven Sicionio sólo era por índole liberal y amante de sus ciudadanos; pero parece que es también un excelente juez de la conducta y de los intereses de los reyes, porque antes me miraba con indiferencia, y poniendo fuera de aquí sus esperanzas, admiraba la riqueza egipcia al oír hablar de elefantes, escuadras y palacios; pero ahora, habiendo visto por dentro todas estas cosas, que no son más que farsa y aparato, enteramente se ha unido a mí. Tómole, pues, bajo mi protección con resolución de valerme de él para todo y deseo que vosotros le tengáis por amigo.” Tomando pie de esta conversación los malignos y los envidiosos, anduvieron a competencia para escribir a Tolomeo mil infamias contra Arato, hasta el punto de que este rey le envió las quejas. ¡Tal era la envidia y perversidad que acompañaba a estas amistades tan disputadas y tan parecidas a las competencias amorosas de los reyes y los tiranos!

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