Engreído más adelante con verse demasiado favorecido de la fortuna, manifestó ya muchos y desmedidos deseos, y la maldad ingénita, desenvolviéndose y penetrando por entre los mentidos velos, poco a poco descubrió y puso de manifiesto su verdadera índole. En primer lugar, ofendía a Arato el Menor en el honor conyugal, lo que por mucho tiempo estuvo oculto, por vivir juntos, siendo su huésped. Hízose después despreciable para el trato en los negocios, y se echaba de ver que quería apartar de sí a Arato. Dieron el primer origen a esta sospecha las ocurrencias con los Mesenios, porque habiendo sediciones entre ellos, Arato se atrasó un poco en acudir a apaciguarlos, y Filipo, que sólo se anticipó un día en llegar a la ciudad, se apresuró a encender más la misericordia entre aquellos habitantes, preguntando por separado a los magistrados de los Mesenios, si no tenían leyes contra la muchedumbre, y por separado también a los prohombres del pueblo si no tenían manos contra sus tiranos. Cobrando ánimo por esto, los magistrados quisieron prender a los demagogos, y acudiendo éstos con la muchedumbre, dieron muerte a los magistrados y a algunos otros ciudadanos, que apenas bajaron de doscientos.