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Engañados de esta manera se retiraron, y Arato, después de comer, salió al punto de la ciudad, se reunió junto a la torre de Polignoto con los soldados y, conduciéndolos a Nemea descubrió allí a la muchedumbre su designio. Hízoles en primer lugar ofertas y exhortaciones, y dándoles por seña Apolo propicio, se encaminó a la ciudad, acelerando unas veces y acortando otras el paso, según que la Luna lo permitía, aprovechándose de su luz en el camino; y cuando iba a ponerse llegó al huerto inmediato al muro. Aquí Cafisias le salió al encuentro, no habiendo podido asegurar los perros, porque habían dado a correr, aunque sí había encerrado al hortelano. Desmayaron con esto los más, y le proponían que desistiese; pero Arato los sosegó, diciéndoles que se retiraría si veían que los perros les oponían un grande estorbo. Despachó delante al mismo tiempo a los que conducían las escalas, al frente de los cuales iban Ecdelo y Mnasiteo, y él seguía a paso lento a tiempo que ya los perros ladraban y perseguían a la partida de Ecdelo; pero éstos, sin embargo, llegaron al muro y arrimaron sin inconvenientes las escalas. Al subir los primeros, el que hacía la ronda de la madrugada acertó a pasar con la campanilla, y eran muchas las luces y el ruido de los que le acompañaban. Con todo, ellos, cosiéndose así como estaban con las escalas, de éstos se ocultaron fácilmente; pero viniendo luego la otra ronda de la parte opuesta, estuvieron en el mayor peligro. Mas luego que ésta también pasó y se libraron del riesgo, subieron a la muralla los primeros Mnasiteo y Ecdelo, y tomando por uno y otro lado del muro las calles, enviaron a Tecnón en busca de Arato para prevenirle que acelerara la venida.

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