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Con discursos como éste conmovía al pueblo, porque tenía buena voz y era vehemente en el decir. Propuso, pues, dos leyes, de las cuales era la una que si el pueblo privaba a un magistrado de su cargo, no pudiera después ser admitido a pedir otro, y la otra, que si algún magistrado proscribía y desterraba a un ciudadano sin juicio precedente, hubiera contra él acción ante el pueblo. De estas leyes la primera iba directamente a infamar a Octavio, aquel que a propuesta de Tiberio había perdido el tribunado de la plebe, y en la segunda estaba comprendido Popilio, porque siendo pretor había desterrado a los amigos de Tiberio. Popilio no quiso aguardar a la decisión de la causa, y abandonó la Italia; la otra ley la retiró Gayo, diciendo que hacía esta gracia a Octavio por su madre Cornelia, que se lo había rogado; y el pueblo lo celebró y vino en ello, dispensando a Cornelia este honor, no menos por sus hijos que por su padre, y erigió después a esta insigne mujer una estatua en bronce, con esta inscripción: “Cornelia, madre de los Gracos.” Consérvase la memoria de algunas expresiones dichas por Gayo con elegancia, a estilo del foro, acerca de la misma, contra uno de sus enemigos: “¿Por qué tú- le dijo- te atreves a insultar a Cornelia, habiendo dado ésta a luz a Tiberio?” Y porque el ofensor era tachado de disoluto y muelle, “¿cómo te atrevescontinuó- a compararte con Cornelia? ¿Has parido como ella? Pues bien notorio es en Roma que más tiempo estuvo sin ser tocada de varón aquella, que tú siendo varón.” ¡Tan picantes y agrias eran sus expresiones! Y de lo que dejó escrito pueden recogerse otras muchas por este mismo término.

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