Notas

[0] Constance : Marie-Constance Quesnet, actriz compañera de Sade en la época de publicación de Justine.

[1] ¡Siglos venideros! Ya no veréis ese cúmulo de horrores y de infamias. (N. del A.)

[2] El marqués de Bièvre jamás llegó a hacer ninguno que valiera el del Nazareno a su discípulo: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra alzaré mi Iglesia». ¡Y que se nos venga a decir ahora que los calambures son de nuestro siglo! (N. del A.)

[3] Ved una obrita titulada Los jesuitas de buen humor. (N. del A.)

[4] Ved la Historia de Bretaña, por mosén Lobineau. (N. del A.)

[5] Que no se tome esto por una fábula: este desdichado personaje ha existido en el mismo Lyon. Lo que se cuenta aquí de sus maniobras es exacto: ha costado el honor de quince o veinte mil pequeñas desdichadas: terminada su operación, las embarcaban sobre el Ródano, y las ciudades que se mencionan han sido durante treinta años pobladas de objetos de excesos por las víctimas de este malvado. En este episodio, sólo hay de novelesco el nombre. (N. del A.)

[6] El emperador chino Kie tenía una mujer tan cruel y tan disoluta como él; no les costaba nada derramar sangre, y por su exclusivo placer, hacían correr todos los días raudales; tenían, en el interior de su palacio, un gabinete secreto donde las víctimas eran inmoladas bajo sus ojos mientras ellos gozaban. Théo, uno de los sucesores de ese príncipe, tuvo como él una mujer muy cruel; habían inventado una columna de bronce que ponían al rojo vivo, y a la que ataban a las infortunadas bajo sus ojos: «La princesa, cuenta el historiador de quien sacamos estas líneas, se divertía infinitamente con las contorsiones y los gritos de las tristes víctimas; no estaba contenta si su marido no le ofrecía frecuentemente este espectáculo». (Hist. des Conj., tomo VII, página 43.) (N. del A.)

[7] Este juego, que ha sido descrito anteriormente, era muy utilizado por los celtas de los que descendemos (vease la Histoire des Celtes, del Sr. Peloutier); casi todos esos extravíos de excesos, estas pasiones singulares del libertinaje, en parte descritas en este libro, y que hoy provocan ridículamente la atención de las leyes, era antes o unos juegos de nuestros antepasados que valían mas que nosotros, o unas costumbres legales, o unas ceremonias religiosas: ahora las convertimos en crímenes. ¡En cuántas ceremonias piadosas de los paganos se utilizaba la fustigación! Varios pueblos utilizaban estos mismos tormentos o pasiones para instalar a sus guerreros, eso se llamaba Huscanaver (véanse las ceremonias religiosas de todos los pueblos de la tierra). Estas bromas, cuyo inconveniente puede ser como máximo la muerte de una ramera, ¡son ahora crímenes capitales! ¡Vivan los progresos de la civilización! ¡Cómo cooperan a la felicidad del hombre, y cuánto más afortunados somos que nuestros abuelos! (N. del A.)

[8] En cuanto a los frailes de Santa María de los Bosques, la supresión de las órdenes religiosas descubrirá los crímenes atroces de esta horrible calaña. (N. del A.)

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