La Virtud, entre la Lujuria y la Irreligión. A su izquierda está la Lujuria, bajo la figura de un joven cuya pierna rodea una serpiente, símbolo del autor de nuestros males; aparta con una mano el velo del Pudor, que protegía a la Virtud de las miradas de los profanos, y con la otra, así como con su pie derecho, dirige la caída en la que quiere hacerla sucumbir. A la derecha está la Irreligión que retiene con fuerza uno de los brazos de la Virtud, mientras que con mano pérfida saca una serpiente de su seno para envenenarla. El abismo del Crimen se entreabre bajo sus pasos. La Virtud, siempre dueña de su conciencia, alza la mirada al Eterno, y parece decir:
¡Quién sabe, cuando el Cielo nos hiere con sus golpes, si la mayor desgracia no es un bien para nosotros!
Edipo en casa de Admeto
¡Oh amigo mío! La prosperidad del Crimen es como el rayo, cuyos resplandores engañosos sólo embellecen un instante la atmósfera para precipitar en los abismos de la muerte al desdichado que han deslumbrado.