Fábula IV. El Buho y el Hombre.

Vivía en un granero retirado

Un reverendo Buho, dedicado

Á sus meditaciones,

Sin olvidar la caza de ratones.

Se dejaba ver poco, mas con arte:

Al Gran Turco imitaba en esta parte.

El dueño del granero

Por azar advirtió que en un madero

El pájaro nocturno

Con gravedad estaba taciturno.

El Hombre le miraba, se reía:

—¡Qué carita de pascua! le decía.

¿Puede haber más ridículo visaje?

Vaya, que eres un raro personaje.

¿Por qué no has de vivir alegremente

Con la pájara gente,

Seguir desde la aurora

Á la turba canora

De jilgueros, calandrias, ruiseñores,

Por valles, fuentes, árboles y flores?

—Piensas á lo vulgar: eres un necio,

Dijo el solemne Buho con desprecio:

—Mira, mira ignorante,

Á la sabiduría en mi semblante;

Mi aspecto, mi silencio, mi retiro

Aun yo mismo lo admiro.

Si rara vez me digno, como sabes,

De visitar la luz, todas las aves

Me siguen y rodean; desde luego

Mi mérito conocen: no lo niego.

—¡Ah, tonto, presumido!

(El hombre dijo así) ten entendido

Que las aves, muy lejos de admirarte,

Te siguen y rodean por burlarte.

De ignorante orgulloso te motejan,

Como yo á aquellos hombres que se alejan

Del trato de las gentes,

Y con extravagancias diferentes

Han llegado á doctores en la ciencia

De ser sabios no más que en la apariencia.

De esta suerte de locos

Hay hombres como buhos, y no pocos.