Fábula XII. El Chivo afeitado.

—Vaya una quisicosa:

Si aciertas, Juana hermosa,

Cuál es el animal más presumido,

Que rabia por hacerse distinguido

Entre sus semejantes,

Te he de regalar un par de guantes.

No es el pavón, ni el gallo,

Ni el león, ni el caballo,

Y así no me fatigues con demandas.—

¿Será tal vez... el mono?—Cerca le andas.—

¿El mico?—Que te quemas:

Pero no acertarás; no, no lo temas:

Déjalo, no te canses el caletre

Yo te diré cuál es: el Petimetre.

Este vano orgulloso

Pierde tiempo, doblones y reposo

En hacer distinguida su figura.

No para en los adornos su locura:

Hace estudio de gestos y de acciones

Á costa de violentas contorsiones.

De perfumes va siempre prevenido:

No quiere oler á hombre ni en descuido.

Que mire, marche ó hable,

En todo busca hacerse remarcable.

Y ¿qué consigue? Lo que todo necio:

Cuanto más se distingue, más desprecio.

En la historia siguiente yo me fundo:

Un Chivo, como muchos en el mundo,

Vano extremadamente,

Se miraba al espejo de una fuente.

—«¡Qué lástima, decía,

Que esté mi juventud y lozanía

Por siempre disfrazada

Debajo de esta barba tan poblada!

Y ¿cuándo? cuando en todas las naciones

No tienen ni aun bigotes los varones;

Pues ya cuentan que son los moscovitas,

Si barbones ayer, hoy señoritas.

¡Qué cabrunos estilos tan groseros!

Á bien que estoy en tierra de barberos.»—

La historia fué en Tetuán, y todo el día

La barberil guitarra se sentía.

El Chivo fué guiado de su tono

Á la tienda de un mono,

Barberillo afamado,

Que afeitó al señorito de contado.

Sale barbilampiño á la campaña;

Al ver una figura tan extraña,

No hubo perro ni gato

Que no le hiciera burla al mentecato.

Los chivos le desprecian, de manera

Que no hay más que decir (¡quién lo creyera!)

Un respetable Macho

Dicen que se rió como un muchacho.