Fábula IX. El Lobo y la Oveja

Cruzando montes y trepando cerros,

Aquí mato, allí robo,

Andaba cierto Lobo,

Hasta que dió en las manos de los perros.

Mordido y arrastrado

Fué de sus enemigos cruelmente:

Quedó con vida milagrosamente,

Mas inválido al fin y derrotado.

Iba el tiempo curando su dolencia,

El hambre al mismo paso le afligía;

Pero, como cazar aun no podía,

Con las hierbas hacía penitencia.

Una Oveja pasaba, y él la dice:

—Amiga, ven acá: llega al momento:

Enfermo estoy, y muero de sediento:

Socorre con el agua á este infelice.

—¿Agua quieres que yo vaya á llevarte?

Le responde la Oveja recelosa;

Díme pues una cosa:

¿Sin duda que será para enjuagarte,

Limpiar bien el garguero,

Abrir el apetito,

Y tragarme después como á un pollito?

¡Anda, que te conozco, marrullero!

Así dijo, y se fué; si no, la mata.

¡Cuánto importa saber con quien se trata!