Prólogo

Por cuanto estas canciones parecen ser escritas con algún fervor de amor de Dios, cuya sabiduría y amor es tan inmenso, que, como se dice en el libro de la Sabiduría, toca desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada y movida en alguna manera, esa misma abundancia e ímpetu lleva en él su decir, no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia que el espíritu fecundo del amor en ellas lleva; antes sería ignorancia pensar que los dichos de amor e inteligencia mística, cuales son los de las presentes canciones, con alguna manera de palabras se pueden bien explicar; porque el Espíritu del Señor, que ayuda a nuestra flaqueza, como dice San Pablo, morando en nosotros, pide por nosotros con gemidos inefables lo que nosotros no podemos bien entender ni comprehender para lo manifestar: Spiritus adjuvat infirmitatem nostram… ipse Spiritus postulat pro nobis gemitibus inerrabilibus.

Porque, ¿quién podrá escribir lo que a las almas amorosas donde él mora hace entender? ¿Y quién podrá manifestar con palabras lo que las hace sentir? Y ¿quién, finalmente, lo que las hace desear? Cierto, nadie lo puede; cierto, ni aun ellas mismas, por quien pasa, lo pueden; porque ésta es la causa por que con figuras, comparaciones y semejanzas, antes rebosan algo de lo que sienten, y de la abundancia del espíritu vierten secretos y misterios que con razones lo declaran. Las cuales semejanzas, no leídas con la sencillez del espíritu de amor e inteligencia que ellas llevan, antes parecen dislates que dichos puestos en razón, según es de ver en los divinos Cantares de Salomón y en otros libros de la divina Escritura, donde, no pudiéndose dar a entender la abundancia de su sentido por términos vulgares y usados, habla el Espíritu Santo misterios en extrañas figuras y semejanzas; de donde se sigue que los santos doctores, aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo por palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir; y así lo que de ello se declara, ordinariamente es lo menos que contiene en sí. Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz en general; y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura, para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar; y así, aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la declaración; porque la sabiduría mística, la cual es por amor, de que las presentes canciones tratan, no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle claramente.

Por tanto seré bien breve, aunque no podrá ser menos de alargarme en algunas partes donde lo pidiere la materia y se ofreciere la ocasión de tratar y declarar algunos puntos y efectos de oración, que por tocarse en las canciones muchos, no podrá ser menos de tratar algunos; pero, dejando los más comunes, trataré brevemente los más extraordinarios que pasan por los que con el favor de Dios han pasado de principiantes, y esto por dos cosas: la una, porque para los principiantes hay muchas cosas escritas; la otra, porque en ello hablo con personas a las cuales nuestro Señor ha hecho merced de haberlas sacado de esos principios y llevádolas más adentro al seno de su amor divino; así, espero que aunque se escriban aquí algunos puntos de teología escolástica acerca del trato interior del alma con su Dios, no será en vano haber hablado algo a lo puro del espíritu en tal manera; pues, aunque a algunas las falte el ejercicio de teología escolástica con que se entienden las verdades divinas, no les falta el de la mística, que se sabe por amor, en que, no solamente se saben, mas juntamente se gustan.

Y porque lo que dijere (lo cual quiero sujetar a mejor juicio, y totalmente al de la santa madre Iglesia) haga más fe, no pienso afirmar cosa fiándome de experiencia que por mí haya pasado, ni de lo que en otras personas espirituales haya conocido o de ellas haya oído, aunque de lo uno y de lo otro me pienso aprovechar, sino que con autoridades de la Escritura divina vaya confirmando, declarando a lo menos lo que fuere más dificultoso de entender; en las cuales llevaré este estilo, que primero pondré las sentencias de su latín, y luego las declararé al propósito de lo que se trajeren. Y pondré primero juntas todas las canciones, y luego por su orden iré poniendo cada una de por sí para haberlas de declarar; de las cuales declararé cada verso, poniéndole al principio de su declaración.

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