I

… Se supone que un país rico, igual que una persona rica, es un país donde abunda el dinero; y se supone que acopiar oro y plata en cualquier país es el medio más sencillo de enriquecerlo. … El Sr. Locke observa … que el oro y la plata constituyen la parte más sólida y sustancial de la riqueza mueble de una nación, y piensa por ello que la multiplicación de esos metales debe ser el objetivo principal de su política económica.

Otros creen que si una nación pudiese separarse del resto del mundo, poco importaría si el dinero que circulase en ella fuese abundante o escaso. …Pero piensan que ocurre lo contrario cuando los países tienen conexiones con naciones soberanas, y están obligados a entablar guerras en el exterior y a mantener flotas y ejércitos en lugares distantes. Esto no puede hacerse, sostienen, sin remitir dinero para pagarlos, y una nación no puede remitir mucho dinero al exterior si no cuenta con bastante en el interior. …

Como consecuencia de estas nociones populares, todas las naciones de Europa han estudiado, aunque con poco fruto, cualquier medio posible para acumular oro y plata.

España y Portugal, propietarias de las principales minas que suministran esos metales a Europa, han prohibido su exportación bajo severísimas penas o la han sometido a elevados aranceles. Prohibiciones análogas formaron parte antiguamente de la política de la mayor parte de las otras naciones europeas. …

Cuando esos países se hicieron comerciales, los mercaderes comprobaron que dicha prohibición resultaba en muchas ocasiones extremadamente inconveniente … y por ello protestaron ante esa medida debido a que perjudicaba al comercio.

Argumentaron primero que la exportación de oro y plata para adquirir bienes extranjeros no siempre disminuía la cantidad de esos metales en el reino. Al contrario, con frecuencia la aumentaba porque … esos bienes podían ser reexportados a países extranjeros y, al ser vendidos allí con un amplio margen de beneficio, hacían entrar al país un tesoro muy superior al que había sido originalmente retirado para adquirirlas. El Sr. Mun compara esta acción del comercio exterior con la siembra y la cosecha en la agricultura. …

Afirmaron en segundo lugar que esa prohibición no era capaz de impedir la exportación de oro y plata, porque debido a su reducido volumen en proporción a su valor podían ser fácilmente contrabandeados. Dicha exportación sólo podía ser evitada prestando atención a lo que llamaban balanza comercial. Cuando un país exporta más valor del que importa queda un saldo a su favor a cargo de países extranjeros, que necesariamente es pagado con oro y plata, lo que incrementa la cantidad de esos metales en el reino. Pero cuando importa por más valor del que exporta el saldo es en contra del país, que lo ha de pagar de la misma manera, con lo que esa cantidad disminuye. Prohibir en tal caso la exportación de esos metales no impediría que se produjese, sino que sólo la encarecería, al hacerla más peligrosa. …

Esos argumentos eran en parte correctos y en parte sofismas. Eran correctos cuando sostenían que la exportación de oro y plata en el comercio podía ser a menudo ventajosa para el país, y que ninguna prohibición impediría esa exportación si las personas veían que les convenía. Pero eran sofismas cuando suponían que la preservación o el aumento en la cantidad de dichos metales requerían más atención por el gobierno que la preservación o aumento en la cantidad de cualquier otra mercancía útil, que la libertad de comercio siempre consigue suministrar adecuadamente, sin ninguna atención de ese tipo. También eran sofismas, quizás, al subrayar que el precio del cambio elevado necesariamente aumentaba lo que llamaban la balanza comercial desfavorable, o que ocasionaba la exportación de una cantidad mayor de oro y plata. Es evidente que ese precio alto era extremadamente perjudicial para los comerciantes que tenían que pagar sumas en países extranjeros. Debían entregar más dinero para comprar las letras de cambio que sus banqueros les giraban sobre esos países. Pero aunque el riesgo derivado de la prohibición puede ocasionar gastos extraordinarios a los banqueros, no necesariamente extrae más dinero del país. Este gasto sería generalmente desembolsado en el país, en el contrabando de dinero hacia el exterior, y rara vez ocasionaría la exportación de seis peniques más de lo necesario para pagar la letra. Además, el alto precio de los cambios dispondría naturalmente a los comerciantes a equilibrar lo más posible sus exportaciones y sus importaciones, para que ese alto precio fuese pagado sobre una suma tan pequeña como resultase posible. Asimismo, si el precio de los cambios es elevado, ello opera necesariamente como un impuesto, al elevar el precio de los bienes importados y disminuir por ello su consumo, lo que tiende no a aumentar sino a disminuir lo que denominaban la balanza comercial desfavorable, y consiguientemente la exportación de oro y plata.

En cualquier caso, esos argumentos convencieron a la gente hacia la que fueron dirigidos. Los comerciantes los dirigieron a los parlamentos, a los consejos de los príncipes, a los nobles y caballeros. Fueron argumentos lanzados por quienes supuestamente entendían el comercio hacia quienes sabían que de eso no sabían nada. La experiencia demostraba a los nobles y a los caballeros, tanto como a los mercaderes, que el comercio exterior enriquecía al país; pero ninguno sabía cómo o de qué manera. Lo que los comerciantes sabían perfectamente era cómo los enriquecía a ellos. Era su oficio saberlo. Pero conocer de qué manera enriquecía al país caía fuera de su competencia. No consideraban nunca la cuestión, salvo cuando solicitaban alguna modificación en las leyes relativas al comercio exterior. Entonces resultaba necesario decir alguna cosa sobre los efectos benéficos del comercio exterior y sobre la manera en que esos efectos eran obstaculizados por la legislación vigente. A las personas que debían decidir sobre las medidas a adoptar, el argumento de que el comercio exterior traía dinero al país, y que las leyes en cuestión impedían que entrase tanto como entraría en otro caso, les parecía plenamente satisfactorio. Y el argumento producía el resultado deseado. …La atención de los gobiernos se desplazó de la vigilancia contra la exportación de oro y plata a la vigilancia de la balanza comercial, única causa que podía aumentar o disminuir esos metales. De una preocupación estéril se pasó a otra mucho más intrincada y embarazosa, pero igualmente estéril. El título del libro de Mun, La riqueza de Inglaterra por el comercio exterior, se convirtió en la máxima fundamental de la economía política… El comercio interior o local, que es el más importante de todos, el comercio que con un mismo capital genera el mayor ingreso y crea el máximo empleo para la población del país, fue considerado como mero subsidiario del comercio exterior. …

Un país sin minas propias debe indudablemente obtener su oro y plata en el exterior, igual que obtiene sus vinos un país sin viñedos. No es necesario que el Estado atienda más a uno de estos objetos que al otro. …Podemos confiar con total seguridad en que el comercio libre nos proveerá del vino que necesitamos, y con la misma seguridad en que siempre nos suministrará todo el oro y toda la plata que podamos comprar o emplear en la circulación de nuestras mercancías o en otros usos.

La cantidad de cualquier mercancía que el trabajo humano puede comprar o producir se regula naturalmente en cualquier país por la demanda efectiva, o la demanda de aquellos que están dispuestos a pagar el total de la renta, el trabajo y los beneficios que hay que pagar para prepararla y traerla al mercado. Pero ninguna mercancía se regula más fácil y precisamente según esa demanda efectiva que el oro y la plata, porque debido a su pequeño volumen y gran valor, ninguna mercancía puede ser transportada de un sitio a otro más fácilmente. …

Cuando la cantidad de oro y plata importada en un país supera a la demanda efectiva, ninguna vigilancia esta tal impedirá su exportación. Todas las sanguinarias leyes de España y Portugal no son capaces de conservar el oro y la plata en esos países. …

Si el oro y la plata escasean en un país que tiene medios para comprarlos, hay más expedientes para sustituirlos que si se trata de casi cualquier otra mercancía. Si faltan las materias primas de las manufacturas, la industria se detiene. Si faltan alimentos, la gente pasa hambre. Pero si falta dinero, el trueque puede reemplazarlo, aunque con muchos inconvenientes. La compraventa a crédito, y la cancelación recíproca de los créditos de los comerciantes, una vez por mes o por año, puede reemplazarlo con menos inconvenientes. Un papel moneda bien regulado puede suministrarlo no sólo sin ningún problema, sino en ocasiones con algunas ventajas. Desde cualquier punto de vista, entonces, nunca se emplea más innecesariamente la acción del gobierno que cuando se dirige a vigilar la preservación o el aumento de la cantidad de dinero de un país.

Y sin embargo, no hay queja más extendida que la de la escasez de dinero. El dinero, como el vino, siempre será escaso para los que no tienen medios para comprarlo ni crédito para tomarlo prestado. Los que tienen cualquiera de ellos rara vez echarán en falta el dinero o el vino que necesiten. …Sería ridículo proceder seriamente a demostrar que la riqueza no consiste en dinero ni en oro ni plata sino en lo que el dinero puede comprar, y sólo vale porque lo puede comprar. Es evidente que el dinero siempre forma parte del capital nacional, pero ya ha sido explicado que generalmente esa parte es pequeña y siempre es la menos rentable del mismo.

El comerciante sabe que es más fácil comprar bienes con dinero que dinero con bienes, pero ello no es así porque la riqueza consista esencialmente en dinero, sino porque el dinero es el instrumento del comercio reconocido y establecido, a cambio del cual todas las cosas se entregan sin problemas, pero que no siempre resulta igualmente sencillo obtener a cambio de cualquier cosa. …Pero aunque un comerciante en concreto, con abundancia de artículos en su almacén, puede a veces arruinarse al no conseguir venderlos a tiempo, la nación o el país no están expuestos al mismo accidente. …Si el oro y la plata no pudiesen ser obtenidos a cambio de los bienes destinados a comprarlos, la nación no se arruinaría. Sin duda sufriría pérdidas e inconvenientes, y se vería forzada a recurrir a los expedientes necesarios para reemplazar a la moneda. Pero el producto anual de su tierra y su trabajo seguiría siendo el mismo o casi el mismo… Y aunque los bienes no siempre obtienen dinero con la misma facilidad con la que el dinero obtiene bienes, a largo plazo ocurre lo contrario: éstos lo consiguen a aquél más fácilmente que a la inversa. Los bienes sirven para muchas cosas aparte de adquirir dinero, pero el dinero sólo sirve para comprar bienes. Por lo tanto, el dinero necesariamente corre tras los bienes pero los bienes no siempre ni necesariamente corren tras el dinero. …

Se dice que los bienes de consumo son perecederos mientras que el oro y la plata perduran, y que si no fuera por su exportación podrían ser acumulados durante muchos años, lo que incrementaría espectacularmente la riqueza del país. Se concluye de ahí que nada es más perjudicial para la nación que el comercio que entrega una mercancía tan duradera a cambio de otras tan efímeras. Sin embargo, no pensamos que es desventajoso el comercio de artículos ingleses de ferretería por vinos de Francia, y eso que los utensilios de ferretería son muy duraderos: si no fuese por su exportación podrían ser acumulados durante largos años, lo que incrementaría espectacularmente la cantidad de ollas y sartenes del país. Fácilmente se comprende, sin embargo, que el número de estos utensilios está limitado en cualquier lugar por el uso que se pueda hacer de ellos, que sería absurdo tener más ollas y sartenes de las necesarias para cocinar los alimentos que habitualmente se consumen allí, y que si la cantidad de vituallas aumenta, el número de ollas y sartenes aumentaría rápidamente también, y una parte de la cantidad incrementada de vituallas se invertiría en su compra o en la manutención de un número adicional de los trabajadores que las fabrican. Debería comprenderse de forma igualmente inmediata que la cantidad de oro y plata está limitada en cualquier país por el uso que se pueda hacer de ellos; que su uso consiste en la circulación de mercancías, como moneda, y el suministro de una especie de mobiliario doméstico, como la vajilla; que la cantidad de dinero en cualquier país está regulada por el valor de las mercancías que circulan gracias a ella: si aumenta ese valor, una fracción del mismo será inmediatamente remitida al exterior para comprar, en cualquier parte, la cantidad adicional de moneda necesaria para hacerlo circular; que la cantidad de vajilla está regulada por el número y riqueza de las familias privadas que se permiten esa clase de magnificencias: si aumenta el número y la riqueza de esas familias, es probable que una sección de esta riqueza incrementada se destine a la compra, en cualquier parte, de una cantidad adicional de vajilla; que intentar aumentar la riqueza de cualquier país introduciendo o bloqueando en él a una cantidad innecesaria de oro y plata es tan absurdo como intentar aumentar el bienestar de las familias obligándolas a tener un número innecesario de utensilios de cocina. …

No siempre es necesario acumular oro y plata para que un país pueda entablar guerras en el exterior y mantener flotas y ejércitos en países lejanos. Las flotas y los ejércitos no son mantenidos con oro y plata sino con bienes de consumo. La nación que tenga, gracias al producto anual de su actividad local, gracias al ingreso anual proveniente de su tierra, trabajo y capital, los medios para comprar esos bienes en países distantes, puede financiar guerras en el exterior. …

Las mercancías más adecuadas para ser transportadas a lugares lejanos con objeto de adquirir allí la paga o las provisiones de un ejército … son las manufacturas más finas y modernas, que contienen un alto valor en un reducido volumen, y que por ello pueden ser exportadas a grandes distancias con un coste pequeño. Un país cuya industria produzca un amplio excedente anual de tales manufacturas, que normalmente son exportadas a países extranjeros, puede sostener durante muchos años una onerosa guerra en el exterior no sólo sin exportar ninguna cantidad importante de oro o plata, sino incluso sin tener ninguna cantidad para exportar. …

La importación de oro y plata no es el principal ni mucho menos el único beneficio que una nación deriva de su comercio exterior. Cualesquiera sean los sitios que entablan dicho comercio, todos ellos obtiene del mismo dos tipos de ventajas. El comercio exterior retira la parte excedente del producto de su tierra y su trabajo, para la que no existe demanda en el país, y trae de vuelta a cambio de ella otra cosa para la que sí hay demanda. …Así, la estrechez del mercado local no impide que la división del trabajo en ninguna rama de las artes o las manufacturas alcance el grado más alto de perfección. Al abrir un mercado más amplio para cualquier parte del producto de su trabajo que pueda exceder el consumo del país, lo estimula a mejorar sus capacidades productivas y a expandir su producto anual al máximo, y de esta manera a incrementar el ingreso y la riqueza reales de la sociedad. …La importación del oro y la plata que sean necesarios en los países que carecen de minas es indudablemente una parte del comercio exterior, pero una parte sumamente insignificante. Si un país se lanza al comercio exterior sólo por esa razón, apenas necesitará fletar un barco por siglo.

No ha sido gracias a la importación de oro y plata que el descubrimiento de América ha enriquecido a Europa. La abundancia de las minas americanas ha vuelto a esos metales más baratos. Una vajilla de plata puede comprarse hoy con la tercera parte del cereal, o la tercera parte del trabajo que habría costado en el siglo XV. …Pero cuando una mercancía pasa a venderse por la tercera parte de su precio habitual, no sólo sucede que los que la compraban antes pueden comprar tres veces más, sino que la mercancía desciende a un nivel donde aparecen muchos otros compradores, quizás diez o veinte veces más que antes. Así, en Europa puede haber hoy no sólo tres sino veinte o treinta veces la cantidad de artículos de oro y plata que habría, incluso en su estadio actual de desarrollo, si las minas de América nunca hubiesen sido descubiertas. En esa medida Europa ha cosechado sin duda una ventaja real, pero seguramente insignificante. …El descubrimiento de América, no obstante, dio lugar a un cambio mucho más fundamental. Al abrir un nuevo e inagotable mercado para todas las mercancías de Europa dio lugar a nuevas divisiones del trabajo y progresos en las artes que jamás habrían tenido lugar en el estrecho círculo del antiguo comercio, por falta de un mercado que comprase la mayor parte de la producción. La capacidad productiva del trabajo mejoró, la producción aumentó en todos los países europeos y con ella el ingreso y la riqueza reales de sus habitantes. Las mercancías de Europa era casi todas desconocidas en América, y muchas de América lo eran en Europa. Por ello se estableció un nuevo conjunto de intercambios, que antes habría sido inconcebible, y que por naturaleza debía resultar tan provechoso para el nuevo continente como ciertamente lo fue para el viejo. La salvaje injusticia de los europeos hizo que un acontecimiento que debería haber sido beneficioso para todos resultase ruinoso y destructivo para varios de esos infortunados países.

El descubrimiento del paso a las Indias Orientales por el Cabo de Buena Esperanza, que ocurrió casi al mismo tiempo, abrió un campo para el comercio exterior quizás más extenso que el descubrimiento de América, a pesar de la mayor distancia. Sólo había dos naciones en América que superaban el nivel de salvajismo, y fueron destruidas casi al mismo tiempo que descubiertas. El resto eran salvajes. Pero los imperios de China, Indostán, Japón y varios otros de las Indias Orientales, aunque no tenían minas ricas en oro y plata, eran mucho más ricos en todos los demás aspectos, mejor cultivados y más adelantados en todas las artes y manufacturas que México o Perú, incluso aunque demos crédito —y claramente no lo merecen— a los exagerados relatos de los escritores españoles sobre la antigua condición de esos imperios. Las naciones ricas y civilizadas siempre pueden comerciar entre sí por un valor muy superior al de su comercio con salvajes y bárbaros. Sin embargo, Europa ha obtenido hasta el presente muchas menos ventajas de su comercio con las Indias Orientas que con el de América. Los portugueses monopolizaron para sí mismos el comercio con las Indias Orientales durante casi un siglo, y las otras naciones europeas sólo podían enviar o recibir bienes de allí indirectamente, a través de ellos. Cuando los holandeses empezaron a ganarles terreno a principios del siglo pasado, privilegiaron a una compañía con la exclusividad de todo su comercio con las Indias Orientales. Ingleses, franceses, suecos y daneses siguieron su ejemplo, con lo que ninguna nación de Europa se ha beneficiado aún del comercio libre con las Indias Orientales. No es necesario buscar ningún otro motivo para explicar por qué nunca ha sido tan provechoso como el comercio con América que está, entre casi todas las naciones de Europa y sus propias colonias, abierto a todos sus súbditos. …

El dinero en el lenguaje popular significa riqueza, y esta noción tan ambigua se ha vuelto tan familiar entre nosotros que incluso aquellos que saben que es absurda olvidan sus propios principios y en su argumentación la dan por supuesta como si fuera una verdad cierta e innegable. Algunos de los mejores autores ingleses que han escrito sobre el comercio afirman inicialmente que la riqueza de un país no consiste en su oro ni su plata sino en sus tierras, casas y bienes de todo tipo. Pero en el curso de su análisis, las tierras, casas y bienes parecen escapar de su memoria, y la fuerza de su argumentación recae a menudo en el supuesto de que toda la riqueza consiste en oro y plata, y que la multiplicación de esos metales es el gran objetivo de la industria y el comercio de la nación. Una vez establecidos los dos principios, a saber, que la riqueza consiste en oro y plata, y que esos metales pueden ser adquiridos por los países que no tienen minas sólo mediante la balanza comercial, o exportando más de lo que se importa, el propósito principal de la política económica necesariamente pasó a ser el disminuir todo lo posible la importación de bienes extranjeros para consumo local y el aumentar todo lo posible la exportación de la producción nacional. Sus dos máquinas para enriquecer al país, en consecuencia, fueron las restricciones a la importación y los estímulos a la exportación.

Las restricciones a la importación fueron de dos clases.

Primero, restricciones a la importación desde cualquier país de aquellos bienes extranjeros consumidos localmente y que podían ser producidos localmente.

Segundo, restricciones a la importación de bienes de casi cualquier tipo desde aquellos países con los que se suponía que la balanza comercial era desfavorable.

Estas restricciones consistían a veces en aranceles elevados y a veces en absolutas prohibiciones.

La exportación se estimulaba unas veces con reembolsos, otras con primas, otras con ventajosos tratados de comercio con estados extranjeros, y otras mediante el establecimiento de colonias en países lejanos. …Los dos clases de restricciones a la importación antes mencionadas y los cuatro estímulos a la exportación son los seis principales medios mediante los cuales el sistema mercantil propone incrementar la cantidad de oro y plata en cualquier país, al inclinar en su favor a la balanza comercial. Abordaré a cada uno en un capítulo, y sin preocuparme demasiado de su supuesta tendencia a introducir dinero en el país, estudiaré esencialmente cuáles son los efectos probables de cada uno sobre el producto anual de la actividad nacional. En la medida en que tiendan a aumentar o disminuir el valor de ese producto anual, es evidente que tenderán a aumentar o disminuir la riqueza y el ingreso real del país.

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