Villancicos que se cantaron en la S. I. Catedral de Méjico, en los Maitines del gloriosísimo Príncipe de la Iglesia, el Señor San Pedro, año de 1683, en que se imprimieron.
Tan sin número, de Pedro
son las maravillas altas,
que aunque todas son sabidas, nunca son todas contadas.
Que tuvo Santidad mucha
se sabe, pero no cuánta;
y saberla y no entenderla, es lo mismo que ignorarla.
Que es Cabeza de la Iglesia, la misma Iglesia lo canta; pero no saben los miembros lo que la Cabeza alcanza.
Sabemos que es el Clavero
de todo el Divino Alcázar, y como no se ve el Reino,
no se sabe lo que manda.
Como hay potestad suprema
en sus Llaves soberanas,
pueden siempre obedecerla, pero nunca mensurarla.
En fin, su graduación tanto de todo discurso pasa,
que es el mejor aplaudirla el no saber ponderarla.
Estribillo
¡Vengan a aplaurdir, vengan todas las almas,
en virtudes sabidas,
las ignoradas,
de un tan gran Santo,
que la Fe solamente
puede alcanzarlo!
ROMANCES
Debió la Austeridad de acusarle tal vez el metro; y satisface con el poco tiempo que empleaba en escribir a la Señora Virreina las Pascuas.
Daros las Pascuas, Señora, es mi gusto y es mi deuda: el gusto, de parte mía;
y la deuda, de la vuestra.
Y así, pese a quien pesare, escribo, que es cosa recia, no importando que haya a quien le pese lo que no pesa.
Y bien mirado, Señora,
decid, ¿no es impertinencia querer pasar malos días
porque yo os dé Noches Buenas?
Si yo he de daros las Pascuas,
¿qué viene a importar que sea en verso o en prosa, o con estas palabras o aquéllas?
Y más, cuando en esto corre el discurso tan apriesa,
que no se tarda la pluma
más que puediera la lengua.
Si es malo, yo no le sé;
sé que nací tan poeta,
que azotada, como Ovidio,
suenan en metro mis quejas.
Pero dejemos aquesto;
que yo no sé cuál idea
me llevó, insensiblemente, hacia donde no debiera.
Adorado Dueño mío,
de mi amor divina Esfera,
objeto de mis discursos,
suspensión de mis potencias; excelsa, clara María,
cuya sin igual belleza
sólo deja competirse
de vuestro valor, y prendas: tengáis muy felices Pascuas; que aunque es frase vulgar ésta,
¿quién quita que pueda haber vulgaridades discretas?
SONETOS
En que da moral censura a una rosa, y en ella a sus semejantes.
Rosa divina que en gentil cultura eres, con tu fragante sutileza, magisterio purpúreo en la belleza, enseñanza nevada a la hermosura.
Amago de la humana arquitectura, ejemplo de la vana gentileza, en cuyo sér unió naturaleza la cuna alegre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida, soberbia, el riesgo de morir desdeñas, y luego desmayada y encogida de tu caduco sér das mustias señas, con que con docta muerte y necia vida, viviendo engañas y muriendo enseñas!