Escena IX

TERESA y FERNANDO. TERESA se deja caer sollozando sobre una silla de paja que hay cerca de la ventana. FERNANDO sale de su escondite.

TERESA.

¡Oh! (Levantándose asustada al verle).

FERNANDO.

(Mostrando el efecto que le ha producido la lucha interior mantenida para contenerse, y no salir antes). ¡Basta!

TERESA.

No; no basta. A la calle; pronto. Huya usted.

FERNANDO.

Ven tú.

TERESA.

¡Locura, perdición! A la calle; pronto… fuera.

FERNANDO.

No; o vienes o me quedo… y le mato.

TERESA.

(Coge otra vez el cuchillo). O sale, o escapa, o muero yo: juro por Dios y por la santa señora difunta, que muero yo. Créame, señorito; no he mentido en mi vida… ¡Muero! ¿No me conoce en los ojos que es verdad que muero; que me clavo si él vuelve y usted se queda? ¡Luego, o clavo!…

FERNANDO.

Un instante. Soy un hombre. Huir sería cobarde… ¡Sin defenderse! ¡Sin salvarte!… Va a venir… con la vara del guardia. ¡Ay, que ya la conoces! ¡Ah, maldito!… ¡Y me dices que ese hombre es bueno!…

TERESA.

No digo bueno ni malo; es mi hombre; soy suya.

FERNANDO.

La vara del guardia.

TERESA.

Mentira… sueña… está loco… No pega.

FERNANDO.

¡Sí pega!

TERESA.

(Mesándose los cabellos). ¡Pero qué le importa a nadie lo mío! ¡Mi casa es mía! ¡Nuestra vida, nuestra! ¡No me ofenda, señorito! ¡Esta limosna tampoco yo la quiero! ¡Pues salga usted o muero, y muero yo, y morimos todos! (Vuelve a amenazarse con el cuchillo).

ROQUE.

(Dentro). ¡Teresa! ¿Con quién hablas? Teresa, ¿qué es esto?

TERESA.

(Arrebatada por el pavor, coge a FERNANDO por medio del cuerpo, le impele hacia la puerta, que cierra por dentro con cerrojo y se vuelve de frente a la habitación en que habla ROQUE. Al arrojar a FERNANDO, en voz baja, enérgica, dice). ¡Fuera digo; fuera!

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