Canción tercera

Las dulces rimas de amor que yo solía

buscar en mis pensamientos,

es menester que deje, y no porque no espere

volver a ellas,

mas porque los altivos actos y desdeñosos

que en mi dama

han aparecido, cerrado hanme el camino

del hablar usual.

Y pues que me parece que es tiempo de esperar,

depondré el suave estilo

que en el tratar de amor he usado;

del valor hablaré,

por el cual es el hombre en verdad noble,

con rima áspera y sutil, reprobando el juicio falso y vil

de los que quieren que de la nobleza

sea origen la riqueza.

Y comenzando, llamo a aquel señor

que en mi dama y en los sus ojos mora

por el cual de sí misma se enamora.

Uno imperó que quiso que Nobleza

conforme a su entender,

fuese antigua posesión, a sostener

con bellos mandamientos.

Y hubo otro de saber aún más liviano,

pues que dicho tal revocó

y la última partícula borró,

porque tal vez él no la tenía.

Detrás de éste

van todos aquellos

que ennoblecen a otro por la estirpe

que de antiguo ha gozado de riqueza.

Y así tanto ha durado

esa falsa opinión entre nosotros,

que llámasele noble

a quien puede decir: «Yo he sido

hijo o nieto de tal hombre valiente»,

aunque eso nada valga.

Mas vilísimo parece a quien mira la verdad,

quien ha descubierto el camino y luego lo yerra,

de suerte que está muerto y anda por la tierra.

Quien define: El hombre es un leño animado,

primeramente no dice verdad,

y después no habla por entero.

Mas tal vez no sé más.

Igualmente quien tuvo imperio

erró en el definir,

pues que primero expone la mentira, y de otra parte

procede con defecto.

Que las riquezas -como se cree-

no pueden dar nobleza ni quitarla,

porque son viles por naturaleza.

Pues quien pinta una figura,

si no puede estar en ella, no la puede exponer;

ni la enhiesta torre

desvía al río, que de lejos corre.

Por viles se las tiene e imperfectas,

porque aunque están guardadas,

no dan tranquilidad, antes cuidados.

De aquí que el ánimo recto y veraz,

por su correr no deslumbra.

No quieren que el villano noble se haga

ni quien de padre villano descienda,

ningún nacido que jamás noble se entienda.

Tal lo confiesan ellos.

Por lo cual, la razón es bien que se ofenda,

en tanto que se afirma

que necesita la Nobleza tiempo,

y así la definiendo.

Síguese, pues, de cuanto llevo dicho,

que todos somos nobles o villanos,

o que no tuvo el hombre principio;

mas yo a tal no consiento,

ni ellos tampoco, no, si son cristianos,

que al intelecto sano

manifiesto es cuán son sus dichos vanos,

y yo también por falsos los repruebo,

/ de ellos me aparto;

y decir ora quiero, cual lo siento,

qué es la nobleza y de dónde procede,

y diré las señales que el noble ostenta.

Digo que la virtud principalmente

procede de una raíz,

virtud entiendo que hace al hombre feliz

en su ejercicio.

Es ésta -según la Ética dice-

un hábito de elección,

el cual mora en el medio solamente,

y las palabras pone.

Digo que la nobleza en su razón

siempre importa el bien de su sujeto,

cual la villanía siempre importa el mal;

y tal la virtud

da siempre a otro de sí buen intelecto;

porque en el mismo dicho

convienen ambas y en el mismo efecto,

por lo cual menester es que una de otra proceda,

o de un tercero las dos;

mas si la una lo que la otra vale,

y aún más, de ella procederá más bien,

y lo que he dicho aquí, téngase por supuesto.

Hay nobleza donde quiera que hay virtud,

mas no virtud donde ella está;

lo mismo que cielo es donde hay estrellas,

y no la viceversa.

Así, en las damas y en la edad juvenil

vemos esta salud,

en cuanto pudorosas se nos muestran,

lo cual de la virtud es diferente.

Con que vendrá como del negro el pérsico,

de ésta toda virtud,

o su generación, como antes dije.

Más nadie se envanezca

diciendo: «Yo la tengo por mi estirpe;

porque son como dioses

los que tal gracia poseen, con exclusión de toda culpa

Porque sólo Dios al alma lo da,

que ve en su persona

estar perfectamente; del modo que a algunos

se adhiere la semilla de felicidad,

puesta por Dios en el alma bien dispuesta.

El alma adornada con bondad tal

no puede permanecer escondida;

porque apenas con el cuerpo se desposa,

la ostenta hasta la muerte.

Obediente, dulce y pudorosa

es en la edad primera,

y su persona ornada de beldad

en todas sus partes.

Es en la juventud templada y fuerte,

llena de amor y cortés alabanza,

y sólo con la lealtad se deleita.

Es en su senectud

prudente y justa, y generosa se oye llamar

gozando en sí misma

con oír y hablar de la virtud ajena.

Luego en la cuarta parte de la vida,

con Dios de nuevo se desposa,

contemplando el fin que la espera,

y bendice los tiempos pasados.

¡Ved ahora cuántos son los engañados!

Irás, oh mi canción, contra el que yerra,

y cuando llegues

al lugar donde esté nuestra dama

no le encubras tu menester.

Puedes decirle ciertamente:

«Yo voy hablando así de vuestra amiga».

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