- XIII -

Una vez visto cómo en el principio de las alabanzas de ésta se dice sutilmente que está parte de la divina substancia, en cuanto primeramente se la considera, hemos de proceder a ver, como digo en segundo lugar, que está en las inteligencias causadas.

Digo por lo tanto: Todo intelecto de allá arriba mírala; donde se ha de saber que digo de allá arriba, refiriéndome a Dios, como antes se ha hecho mención. Y por eso se excluyen que están desenterradas de la patria suprema, las cuales no pueden filosofar, puesto que el amor hace del todo apagado en ellas, y para filosofar, como ya he dicho, es menester amor. Por lo cual se ve que las inteligencias infernales están privadas de la vista de esta hermosa; y como quiera que esa vista es bienaventuranza del intelecto, su privación es amarguísima y llena de toda suerte de tristezas.

Luego, cuando digo: Y la gente que aquí se enamora, desciendo a explicar cómo llega en segundo lugar a la humana inteligencia, con la cual filosofía humana sigo después en el Tratado encomiando aquélla. Digo pues, que la gente que se enamora aquí, es decir, en esta vida, la siente en su pensamiento, no siempre, sino cuando Amor hace sentir su paz. Donde hay que ver tres cosas, que en este texto se apuntan. Es la primera, cuando dice: la gente que aquí se enamora, por lo cual parece hacerse una distinción en el género humano; y necesariamente es menester que se haga, porque, según se ve manifiestamente y en el siguiente Tratado es mi intención explicar, la mayor parte de los hombres viven más según el sentido que conforme a razón. Y los que viven según su sentido, es imposible que se enamoren de ésta, porque no pueden tener de ella la menor idea. La segunda es cuando dice: cuando amor deja sentir su paz, etc., donde parece que se hace una distinción de tiempo, cosa que, además, aunque las inteligencias separadas miren continuamente a esta dama, la humana inteligencia no puede hacer tal, puesto que la humana naturaleza, ajena a la especulación -en la que se satisfacen el intelecto y la razón-, ha menester muchas cosas para su sostenimiento; porque nuestra sabiduría es a veces habitual tan sólo y no actual. Y no se encuentra tal en las demás inteligencias, que solamente son perfectas en su naturaleza intelectiva. De aquí que cuando en nuestra alma no hay acto de especulación, no se puede decir verdaderamente que haya filosofía, sino cuanto tiene el hábito de ella y el poder de despertarla; y por eso algunas veces la hay en la gente que aquí abajo se enamora, y a veces no. La tercera es cuando dice el momento en que esa gente la tiene; a, saber: cuando Amor deja sentir su paz; lo cual no quiere decir sino cuando el hombre está actualmente en especulación; porque el estudio no hace sentir la paz de esta dama sino en el acto de la especulación. Y así se ve que esta dama es primeramente de Dios, en segundo lugar de las demás inteligencias separadas con continuo mirar, y después de la humana inteligencia, con mirar discontinuo.

En verdad, al hombre que siempre tiene esta dama hásele de llamar filósofo, no obstante no esté todavía en el último acto de filosofía, puesto que por el hábito sólo había de llamársele con otro nombre. De aquí que llamemos virtuoso, no solamente cuando ejercita la virtud, sino con que tenga el hábito de la virtud; y decimos facundo a un hombre, no solamente cuando habla, sino por el hábito de la facundia, es decir, del bien hablar. Y de esta filosofía, en cuanto participa de ella la humana inteligencia, serán los elogios siguientes, para demostrar cómo gran parte de su bondad ha sido concedida a la humana naturaleza. Digo, por lo tanto, después: Su ser tanto complace a Aquel que se lo dio, del cual como de la primera fuente, se deriva, por lo que siempre atrae la capacidad de nuestra naturaleza, la cual hace bella y virtuosa. De aquí que, puesto que al hábito de aquélla lleguen algunos, no llega ninguno a tanto que se pueda decir hábito propiamente, porque el primer estudio, es decir, aquel por el cual se engendra el hábito, no puede conquistarla perfectamente. Y aquí se ve su última alabanza: que perfecta o imperfecta, no pierde su nombre de perfección. Por ésta su desmesura se dice que el alma de la filosofía lo manifiesta en cuanto consigo lleva, es decir, que Dios pone siempre en ella algo de su luz. Donde se quiere recordar lo que antes se ha dicho de que Amor es forma de la filosofía; y por eso aquí se le llama su alma. El cual amor está manifiesto en el ejercicio de la sabiduría, ejercicio que lleva consigo admirables bellezas, es decir, contentamiento en toda condición de tiempo y desprecio de todas aquellas cosas que se adueñan de los demás. Por lo cual sucede que los demás míseros que tal consideran pensando en su falta, luego del deseo de perfección, cae en trabajo de suspiros; y esto es aquello que dice: Y los ojos de los que están donde ella luce, mensajeros envían al corazón lleno de deseos, que toman aire y se transforman en suspiros.

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