IV

A partir de aquella visión, comenzó mi espíritu natural a verse perturbado en su desenvolvimiento, pues mi alma hallábase entregada por completo a pensar en aquella gentilísima mujer. Así es que en breve tiempo tornéme de tan flaca y débil condición, que muchos amigos se apesaraban con mi aspecto y otros muchos se esforzaban en saber de mí lo que yo quería a toda costa ocultar a los demás. Y yo, apercibido para sus maliciosas interrogaciones, gracias a la protección de Amor, que me gobernaba según el consejo de la razón, respondíales que Amor era quien me había reducido a semejante estado. Mentábales Amor porque mi rostro lo denotaba de tal guisa, que fuera imposible encubrirlo. Y cuando me preguntaban: «¿Por causa de quien te ha destruido Amor?», mirábalos yo sonriendo y no les contestaba nada.

6

Share on Twitter Share on Facebook