IX

Unos días después del fallecimiento de aquella dama aconteció que hube de partirme de la antedicha ciudad y encaminarme hacia donde se hallaba la gentil mujer que había sido mi defensa, si bien el término de mi andar no estaba tan lejos como ella. Y aun cuando iba yo en nutrida compañía, me disgustaba el andar en tal manera, que los suspiros no podían desahogar la angustia que mi corazón sentía a medida que me alejaba de mi bien.

Entonces, el dulcísimo sueño que me tiranizaba gracias a mi gentilísima amada se me apareció en la imaginación cual peregrino ligeramente vestido con groseros harapos. Parecía afligido y miraba al suelo, salvo cuando, al parecer, dirigía sus ojos hacia un río de aguas corrientes y cristalinas que se deslizaba cerca del camino que yo seguía. Creí que me llamaba para decirme estas palabras: «Vengo de ver a la dama que por tanto tiempo fue tu defensa, y sé que no volverá; pero traigo conmigo el corazón que yo te hice dedicarle y lo llevaré a otra dama que te defienda como aquélla te defendía.» Y, como la nombrase, conocíala perfectamente. «Empero añadió, si por ventura refirieses algo de lo que te he comunicado, hazlo de suerte que no se entrevea la simulación de amor que practicaste con aquélla y que te convendrá practicar con otras.»

Dijo, y desapareció súbitamente la visión, no sin haber influido grandemente sobre mí. Aquel día cabalgué con aspecto demudado, muy pensativo y suspirando pródigamente. Al día siguiente di principio a este soneto que empieza: «Cabalgando anteayer por un camino.»

Cabalgando anteayer por un camino,

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rumbo que en modo alguno me placía,

di con Amor en medio de mi vía

con ligero sayal de peregrino.

Por su talante le juzgué mezquino,

cual sí hubiera perdido jerarquía;

el trato de la gente rehuía,

entre suspiros, pálido y mohino.

Mas diciendo mi nombre así me hablaba:

“Vengo de lejos, donde se encontraba tu pobre corazón en ministerio,

que te devuelvo para verte gayo.”

Y entonces me ganó turbio desmayo

mientras Amor fundíase en misterio.

Este soneto se divide en tres partes. En la primera refiero cómo encontré a Amor y qué me pareció; en la segunda refiero lo que me dijo, aunque no enteramente, por miedo a descubrir mi secreto; en la tercera refiero cómo desapareció. La segunda parte empieza en «Mas diciendo mi nombre»; la tercera, en «Y entonces me ganó».

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