XXIV

Tras aquel vano delirio, aconteció un día que, hallándome sentado y meditabundo en un lugar, noté que el corazón me daba un vuelco cual 37

si me encontrase ante mi amada. Entonces se me representó Amor y parecióme que venía de donde la dama de mis pensamientos estaba.

También me pareció que alegremente decía a mi corazón: «No te olvides de bendecir el día en que me apoderé de ti, pues debes hacerlo.» Y

en verdad sentíame el corazón tan jubiloso, que, dada su nueva condición, no me parecía el mío.

Poco después de estas palabras, que me dijo el corazón con la lengua de Amor, vi venir hacia mí a una gentil señora, famosa por su belleza, y que había sido largo tiempo amada de aquel mi primer amigo.

Llamábase Juana, si bien por su belleza, según cree alguien, se le impuso el nombre de Primavera con que se la denominaba. Y mirando vi acercarse tras ella a la admirable Beatriz. Ambas pasaron junto a mí, una tras otra, y parecióme que Amor me hablaba con el corazón para decirme: «A la primera se la llama Primavera tan sólo porque hoy viene así, pues yo induje a quien le puso nombre a que la denominase Primavera, porque prima verrá, el día en que Beatriz se muestre después de la visión de su devoto. Y si se considera su primer nombre también equivale a decir prima verrá, pues el nombre de Juana procede de aquel Juan que precedió a la luz verdadera diciendo: Ego vox clamantis in deserto; parate viam Domini. Y aún parecióme que a continuación me decía estas palabras: Quien quisiera pensar sutilmente, llamaría Amor a Beatriz por la gran semejanza que conmigo tiene.»

Volviendo después sobre todo esto decidí escribir unos versos a mi primer amigo, callando, no obstante, ciertas palabras que me parecía indicado callar y creyendo que su corazón aún estaba inclinado hacia la belleza de tan gentil Primavera. Y compuse este soneto, que empieza:

«Un ímpetu amoroso que dormía.»

Un ímpetu amoroso que dormía

tuvo en mi corazón renacimiento.

Y Amor vi que venía tan contento,

desde lejos, que no lo conocía.

Díjome con talante de alegría:

“Te cumple venerar mi valimento.”

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Y apenas transcurrió corto momento,

mirando al sitio de que Amor venía,

vi a mis señoras Beatriz y Juana

una maravillosa, otra hechicera

seguir la ruta, hacia nosotros llana.

Y según mi memoria reverdece,

díjome Amor: “Si Juana es Primavera, es la otra el amor, pues me parece.”

Este soneto consta de muchas partes, la primera de las cuales dice cómo sentí desvelarse en mi corazón el acostumbrado temblor y cómo me pareció que Amor desde lejos alegraba mi corazón; la segunda dice cómo me pareció que Amor me hablaba al corazón y cómo se me mostraba; y la tercera dice lo que vi y oí durante el tiempo en que Amor estuvo conmigo. La segunda parte empieza en «Díjome con talante», y la tercera, en «Y apenas transcurrió». La tercera parte se divide en dos: en la primera refiero lo que vi, y en la segunda refiero lo que oí. Esta segunda empieza en «Díjome amor».

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