XXIV

¡De nuevo has cerrado la puerta de mi cárcel, oh, hombre! ¿Cómo has tenido tiempo de reedificarla? Tu casa está aún en ruinas, los restos de tus hijos aún no han acabado de pudrirse en la tumba, y tú ya empuñas el martillo, colocas las piedras unas sobre otras, enrejas las ventanas. ¡Cuán presto reedificas las cárceles, oh, hombre!

Tus templos aun están en ruina, pero tú prisión está ya construída de nuevo. Tus manos tiemblan aún de miedo, pero se apresuran ya a coger las llaves y cerrar las puertas. Eres un filarmónico: adoras el ruido del oro y el ruido sordo de las cadenas.

Tu cara pálida aún conserva la expresión de horror con que se contrajo ante la muerte; pero olfateas ya algo en el aire y la vuelves a todos lados, venteando. ¡Cuán presto alzas de nuevo las prisiones, oh, hombre!

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