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El Cid deja su barba intonsa

Riqueza de los del Cid

 

Mucha alegría cundió entre todos los cristianos que en esa guerra acompaña a Mío Cid bienhadado.

Ya le crecía la barba, mucho se le va alargando, que había dicho Rodrigo cuando salió desterrado: “Por amor del rey Alfonso, que de su tierra me ha echado, no entre en mi barba tijera, ni un pelo sea cortado y que hablen de esta promesa todos, moros y cristianos”.

El Campeador está en Valencia descansando,

con él Minaya, que no se separa de su lado.

Sus vasallos más antiguos de riqueza están cargados.

A todos los que al salir del reino le acompañaron el Cid casas y heredades en Valencia les ha dado.

La bondad de Mío Cid ya la van ellos probando.

Y los que después vinieron también reciben buen pago.

Comprende el Cid que ahora éstos, con lo que habían ganado, si se pudiesen marchar lo harían de muy buen grado.

Y esto manda Mío Cid, de Minaya aconsejado:

que a cualquier hombre de aquéllos que con él ganaron algo, que de él no se despidiese declarándose vasallo, le prendan en donde puedan y donde sea alcanzado y su riqueza le quiten y en horca sea colgado.

Ya se queda todo esto por el Cid bien arreglado, y con Minaya Álvar Fáñez se seguía aconsejando: “Si os parece, Minaya, querría hacer un estado de los hombres que aquí están y algo conmigo ganaron: los pondremos por escrito y todos serán contados, si alguno quiere ocultarse o si de menos le echamos tendrá que volver su parte a estos mis buenos vasallos que me guardan a Valencia por sus murallas rondando”.

A lo cual dijo Minaya: “Es consejo muy sensato”.

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