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Don Jerónimo se adelanta a Valencia para preparar una procesión El Cid cabalga al encuentro de Jimena Entran todos en la ciudad

 

Todos estos caballeros ya reciben a Minaya,

a las damas, a las niñas y a los que acompañan.

Mandó Mío Cid a aquellos servidores es de su casa, que guarden bien el alcázar y las otras torres altas y que vigilen las puertas con sus salidas y entradas.

Manda traer a Babieca, poco ha que le ganara

del rey moro de Sevilla en aquella gran batalla, aún no sabe Mío Cid, que en buen hora ciñó espada, si será buen corredor y si muy en seco para.

A la puerta de Valencia, donde bien a salvo estaba, ante su mujer e hijas quería jugar las armas.

Con grandes honras de todos son recibidas las damas, el obispo don Jerónimo el primero se adelanta, de su caballo se apea, a la capilla marchaba y con los que allí encontró, que preparados estaban, con sobrepelliz vestida y con las cruces de plata, van a esperar a las damas y a aquel bueno de Minaya.

Mío Cid el bienhadado se retrasaba:

túnica de seda viste, muy crecida trae la barba, ya le ensillan a Babieca, muy bien que le enjaezaban, se monta en él Mío Cid y armas de palo tomaba.

En el nombrado Babieca el Campeador cabalga,

arranca a correr y dio una carrera tan rauda

que todos los que le vieron maravillados estaban.

Desde aquel día Babieca fue famoso en toda España.

Al acabar la carrera ya Mío Cid descabalga,

y va adonde su mujer y sus dos hijas estaban.

Al verle doña Jimena a los pies se le arrojaba:

“Merced, Cid, que en buen hora fuiste a ceñirte la espada.

Sacado me habéis, oh Cid, de muchas vergüenzas malas: aquí me tenéis, señor, vuestras hijas me acompañan, para Dios y para vos son buenas y bien criadas”.

A la madre y a las hijas mucho el Cid las abrazaba y del gozo que tenían todos los cuatro lloraban.

Esas mesnadas del Cid muy jubilosas estaban,

jugaban a juegos de armas y tablados derribaban.

Oíd lo que dijo Rodrigo, que en buen hora ciñó espada:

“Vos, doña Jimena mía, querida mujer y honrada, y las dos hijas que son mi corazón y mi alma, en la ciudad de Valencia conmigo haced vuestra entrada, en esta hermosa heredad que para vos fue ganada”.

Allí la madre y las hijas las dos manos le besaban y en medio de grandes honras las tres en Valencia entraban.

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