El Cid esfuerza a su mujer y a sus hijas
Los moros invaden la huerta de Valencia
Izadas están las tiendas; ya rompe el primer albor, en las huestes de los moros a prisa suena el tambor.
Contento está Mío Cid. Dijo: “¡Qué buen día es hoy!”
Pero a su mujer del miedo le estalla el corazón y las hijas y las damas también sienten gran pavor, que en lo que tienen de vida no oyeran tal retemblor.
Acaricióse la barba el buen Cid Campeador:
“De esto saldremos ganando, no tengáis más miedo, no, porque antes de quince días, si así place al Creador, esos tambores morunos en mi poder tendré yo; mandaré que os los muestren y así veréis cómo son.
Don Jerónimo irá luego a colgar tanto tambor
en el templo de la Virgen, madre de Nuestro Señor.”
Éste es el voto que hizo Mío Cid Campeador.
Las damas van alegrándose y ya pierden el pavor.
Esos moros de Marruecos, que muy corredores son, se iban metiendo en la huerta sin sentir ningún temor.