El rey sale a recibir a los del Cid
Envidia de Garci Ordóñez
Alegre se puso el rey como nunca visteis tanto, mandó cabalgar a prisa a todos sus fijosdalgo, y el rey fue de los primeros que montaron a caballo por recibir los mensajes que le manda el bienhadado.
Los infantes de Carrión también allí se encontraron y ese conde don García, del Cid enemigo malo.
Aquello a los unos place y a los otros va pesando.
A la vista tienen ya a los del Cid bienhadado, un ejército parecen, no semejan enviados, el rey don Alfonso al verlos estábase santiguando.
Minaya y Pedro Bermúdez son los primeros llegados, los dos echaron pie a tierra, se apean de los caballos.
Delante del rey Alfonso, con los hinojos hincados, los dos besaron el suelo, los pies al rey le besaron.
“Merced, merced, rey Alfonso señor nuestro tan honrado, en nombre de Mío Cid este suelo y pies besamos, a vos tiene por señor, llámase vuestro vasallo.
Mucho aprecia Mío Cid la honra que le habéis dado.
Pocos días ha, señor, que una batalla ha ganado contra ese rey de Marruecos que rey Yusuf es llamado: a cincuenta mil guerreros los ha vencido en el campo, inmensas son las ganancias que en la lucha se sacaron, en ricos se han convertido allí todos sus vasallos; estos caballos os manda, rey, y os besa las manos”.
Dijo entonces don Alfonso: “Recíbolos de buen grado.
Agradezco a Mío Cid este don que me ha enviado.
Espero que llegue el día en que por mí sea premiado”.
Esto a muchos les plació y besáronle las manos.
Al conde García Gómez mucho aquello le ha pesado, él y diez parientes suyos allí a un lado se apartaron.
“Es maravilla del Cid que su honra crezca tanto; con la honra que él se gana estamos muy afrentados.
¡Qué fácilmente que vence reyes moros en el campo, como si estuvieran muertos él les quita sus caballos!
Raro sería si de esto no nos viniera algún daño”.