Los infantes temen la batalla
El Cid los reprende.
Al Cid y a todos los suyos gran contento les entró, van a tener más ganancias y dan las gracias a Dios.
Pero mucho lo sintieron los infantes de Carrión, y al ver tanta tienda mora muy poco gusto les dio.
Entonces los dos hermanos se apartaron a un rincón:
“Calculamos las ganancias, pero los peligros no.
Ahora aquí en esta batalla tendremos que entrar los dos, me parece que ya nunca volveremos a Carrión y que enviudarán las hijas de Mío Cid Campeador.”
Aunque hablaban en secreto, los oye Muño Gustioz y fue a contarlo en seguida a Rodrigo su señor.
“Ahí tenéis a vuestros yernos. De tan valientes que son al ir a entrar en batalla echan de menos Carrión.
Idlos vos a consolar, por amor del Creador,
que no entren en la batalla y se estén en paz los dos.
Con vos nos basta a nosotros y ya nos valdrá el Señor.”
Mío Cid el de Vivar muy sonriente salió:
“Dios os guarde, yernos míos, los infantes de Carrión, mis hijas en vuestros brazos están, más blancas que el sol.
Yo suspiro por batallas y vosotros por Carrión.
Quedáos aquí en Valencia, holgad a vuestro sabor, que de luchar con los moros ya entiendo bastante yo y a derrotarlos me atrevo con merced del Creador.”