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El Cid, en el colmo de su gloria, medita dominar a Marruecos Los infantes, ricos y honrados en la corte del Cid Tales ganancias ha hecho Mío Cid Campeador: “Gracias a Dios de los cielos y de este mundo Señor, ahora me sobra riqueza, antes todo me faltó, tengo bienes, oro y tierras, heredades de valor, y a mis hijas las casé con infantes de Carrión, gano todas las batallas por gracia del Creador y moros como cristianos de mí tienen gran pavor.

Por Marruecos, donde están las mezquitas, va la voz de que una noche a asaltarlos llegará el Campeador.

Ellos así se lo temen, pero no lo pienso yo:

no tengo que ir a buscarlos, en Valencia estoy mejor, que ellos me darán tributo si así lo quisiera Dios, y a mí me lo pagarán o a quien les designe yo.

Muy grandes gozos tenían en Valencia la mayor

todas aquellas mesnadas de Mío Cid Campeador

por la victoria en que habían luchado de corazón; también los yernos del Cid contentos están los dos, valía cinco mil marcos la parte que les tocó: por muy ricos se tenían los infantes de Carrión.

Todos van hacia la corte de Mío Cid Campeador, allí estaba don Jerónimo, aquel obispo de pro, Álvar Fáñez de Minaya, caballero luchador, y otros muchos que en su casa el Campeador crió.

Cuando entraron en la corte los infantes de Carrión fue a recibirlos Minaya en nombre de su señor: “Venid acá; mis parientes, honra ganamos por vos.”

De verlos llegar se alegra Mío Cid Campeador:

“Yernos míos, aquí está mi mujer, dama de pro, aquí están ambas mis hijas, doña Elvira y doña Sol: que os abracen, infantes, y os sirvan de corazón.

Gracias a Santa María, madre de Nuestro Señor, de estos casamientos vuestros iréis ganando en honor.

Buenos mensajes irán a las tierras de Carrión.”

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