Félez Muñoz sospecha de los infantes
Vuelve atrás en busca de las hijas del Cid
Las reanima y las lleva en su caballo a San Esteban de Gormaz Llega al Cid la noticia de su deshonra Minaya va a San Esteban a recoger las dueñas
Entrevista de Minaya con sus primas
Así alabándose iban los infantes de Carrión.
Pero ahora quiero hablaros del buen Félez Muñoz, aquel sobrino de Ruy Díaz el Campeador.
Él también con los demás hacia adelante siguió, pero iba de mala gana, corazonada le entró, de los otros se separa, allí a un lado se quedó y en la espesura del monte se esconde Félez Muñoz: esperará allí a sus primas, hijas del Campeador, o verá qué es lo que han hecho con ellas los de Carrión.
Ya los ha visto venir y lo que hablaban oyó,
no sospechan los infantes que está por alrededor, que si ellos le hubieran visto, no escapara vivo, no.
Los caballos espolean y ya se alejan los dos.
El rastro que ellos dejaron lo sigue Félez Muñoz y por fin a sus dos primas desmayadas encontró.
Llamándolas: “Primas, primas”, del caballo se apeó, lo ata por la rienda a un árbol, hacia ellas se dirigió.
“Primas mías, primas mías, doña Elvira y doña Sol, muy mala hazaña que hicieron los infantes de Carrión.
Su castigo han de llevar por la voluntad de Dios.”
Las acorre y en su acuerdo ya van volviendo las dos: de tan traspuestas que estaban aún no tenían ni voz.
Partíansele las telas de dentro del corazón
al decirles: “Primas, primas, doña Elvira y doña Sol, despertad, que aún es de día, primas, por amor de Dios, ya pronto va a anochecer y me da mucho temor, no nos coman estas fieras que andan por alrededor.” .
Ya volvían en su acuerdo doña Elvira y doña Sol, abren los ojos y ven al bueno Félez Muñoz: “Primas mías, tened ánimo, por amor del Creador.
En cuanto me echen de menos los infantes de Carrión en seguida en busca mía saldrán en persecución y aquí moriremos todos si no nos socorre Dios.”
Entonces con mucho duelo empieza a hablar doña Sol:
“Todo os lo pagará Mío Cid Campeador,
dános ahora un poco de agua, por amor del Creador.”
Entonces con el sombrero que lleva Félez Muñoz
-nuevo y recién estrenado de Valencia le sacó-
de la fuente coge agua y a sus primas se la dio: muy lastimadas estaban y de beber las hartó.
Se alzan del suelo y se sientan, que él así se lo rogó.
Animos les iba dando, les alivia el corazón;
por fin las dos se esforzaron, en sus brazos las cogió y en seguida a su caballo las sube Félez Muñoz; con el manto que llevaba a sus dos primas cubrió, al caballo por la rienda coge y de allí las sacó.
Por aquellos robledales que tan solitarios son van los tres; cuando salieran ya se había puesto el sol.
A aguas del Duero llegaron, y entonces Félez Muñoz en Torres de Doña Urraca a sus dos primas dejó, y él solo hasta San Esteban de Gormaz continuó: A Diego Téllez, vasallo de Álvar Fáñez se encontró, cuando oye lo que pasaba pésale de corazón, busca allí cabalgaduras y vestidos de valor
y se vuelve adonde estaban doña Elvira y doña Sol; entonces a San Esteban de Gormaz trajo las dos y como él mejor sabia con gran honra las sirvió.
Las gentes de San Esteban de Gormaz honradas son, al saber lo que pasaba les pesó de corazón, tributo ofrecen a las hijas del Campeador.
Allí se quedaron ellas hasta encontrarse mejor.
Mientras, se iban alabando los infantes de Carrión.
Por todas aquellas tierras la noticia se corrió, al bueno del rey Alfonso pésale de corazón.
Por fin mensajeros llegan a Valencia la mayor; cuando le dan la noticia a Mío Cid Campeador durante un rato muy largo pensativo se quedó
y luego alzando la mano, la barba se acarició.
“¡Alabado sea siempre Cristo, del mundo Señor!
¡Buena honra que me han dado los infantes de Carrión!
Lo juro por esta barba que jamás nadie mesó:
no se saldrán con las suyas los infantes de Carrión, a mis dos hijas muy bien tengo que casarlas yo.
El Cid y toda su corte tenían mucho dolor
Álvar Fáñez lo sentía con el alma y corazón.
Con el buen Pedro Bermúdez ya Minaya cabalgó,
y con Martín Antolínez, ese burgalés de pro.
A doscientos caballeros con ellos el Cid mandó.
Que anduviesen día y noche su señor les ordenó y que traigan a sus hijas a Valencia la mayor.
Prisa se dan a cumplir lo que manda su señor,
de día y noche cabalgan, no toman reposo, no.
Por fin llegan a Gormaz, castillo de gran valor, y allí, por sólo una noche, el descanso se tomó.
Entonces a San Esteban ya la noticia llegó
de que se acerca Minaya a buscarlas a las dos.
La gente de San Esteban, como muy buenos que son a Minaya y a los suyos muy bien que los recibió; de vino, trigo y viandas tributo les ofreció.
Minaya, . aunque no lo acepta, agradecido quedó.
“Muchas gracias quiero daros, varones de discreción por vuestra ayuda y respeto en eso que nos pasó, mucho que os lo agradece desde allí el Campeador y asimismo desde aquí mucho lo agradezco yo.
¡Por el Dios que está en los cielos, que tendréis buen galardón!”
Lo que Minaya les dijo les da gran satisfacción y al descanso de la noche toda el mundo se marchó.
A sus dos primas fue a ver Minaya, el noble varón, sus miradas le clavaron doña Elvira y doña Sol: “Con tanto gozo os vemos como al mismo Creador.
Agradecédselo a Él si estamos vivas las dos.
Cuando hayamos descansado en Valencia la mayor ya os iremos contando la pena que nos pasó”.