El Cid envía a Muño Gustioz que pida al rey justicia Muño habla al rey en Sahagún, y le expone su mensaje El rey promete reparación
“¡Aquí estás, Muño Gustioz, tú mi vasallo de pro?
¿Muño Gustioz que en buenhora en mi casa se crió?
A Alfonso, rey de Castilla, irás con esta misión: en mi nombre bésale la mano de corazón, que vasallo suyo soy y él es mi rey y señor;
la deshonra que me han hecho los infantes de Carrión que la sienta él como suya en el alma y corazón, él fue quien casó a mis hijas, porque no se las di yo.
Ahora que las abandonan con ese gran deshonor, la deshonra que a nosotros nos tocara de esa acción, sea poca o sea mucha, es toda de mi señor.
Lleváronse los infantes riquezas que mías son, esta afrenta se me añade a aquel otro deshonor.
Que los cite el rey a juntas o a cortes deseo yo; páguenme lo que me han hecho los infantes de Carrión, que llevo un rencor muy grande dentro de mi corazón”.
Esto dijo y en seguida cabalga Muño Gustioz.
A dos caballeros manda con él el Campeador
y a escuderos que en su casa de Vivar el Cid crió.
Mucho corren, atrás dejan a Valencia la mayor, ni de día ni de noche no se dan reposo, no.
Muño Gustioz a su rey en Sahagún encontró:
rey es de toda Castilla, de las sierras de León, de Asturias con la ciudad de Oviedo San Salvador, y en Galicia hasta Santiago de todo es rey y señor, todo los condes gallegos tributarios suyos son.
Aquel buen Muño Gutioz, apenas descabalgó
fue a humillarse ante los santos y a rezar al Creador.
Al palacio donde estaba la corte se dirigió
con sus caballeros que le tratan como a señor.
En cuanto entraron, el rey de Castilla y de León a Muño Gustioz ha visto y al punto le conoció; levántase don Alfonso, muy bien que les recibió.
Delante del rey Alfonso las dos rodillas hincó el mensajero del Cid y al rey los pies le besó.
“¡Merced, oh rey, a quien tantos reinos le dicen señor!”
Los pies y manos os besa Mío Cid Campeador,
él vuestro vasallo es y os tiene por señor.
A sus hijas las casasteis con infantes de Carrión, casaron con gente alta, porque lo queríais vos.
Ahora ya sabéis la honra que a nosotros nos tocó y cómo nos afrentaron los infantes de Carrión: azotaron a las hijas de Mío Cid Campeador y en el robledal de Corpes las dejaron a las dos azotadas y desnudas, en tan grande deshonor, allí entre las bestias fieras y los pájaros de Dios.
Ahora ya están con su padre, en Valencia la mayor.
Por esto el Cid os suplica como vasallo a señor que a juntas, cortes o vistas llaméis a los de Carrión, que si afrentado está él vuestra afrenta es aún mayor.
Que toméis parte en ese duelo desea el Campeador y que le den los infantes debida reparación”.
Muy callado y pensativo un rato el rey se quedó:
“Verdad te digo que esto pésame de corazón en eso que tú me has dicho veo que tienes razón; yo fui quien casó a sus hijas con infantes de Carrión, por su provecho lo hice, que su bien quería yo.
¡Ojalá que tales bodas no se hicieran nunca, no!
Tanto como Mío Cid pésame de corazón,
les mantendré en su derecho, por que así me valga Dios.
Nunca había yo creído que le hicieran tal acción.
Que corran mis pregoneros por mis reinos mando yo, que en la ciudad de Toledo convoquen a reunión de cortes, y a todos llamen, al conde y al infanzón; allí mandaré que acudan los infantes de Carrión y que justicia le hagan a Mío Cid Campeador.
No ha de quedar resentido si puedo evitarlo yo”.