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Minaya llega ante el rey.

Éste perdona a Minaya, pero no al Cid

 

¡A Mío Cid de Vivar, téngale Dios en su gracia!

A Castilla se ha marchado Álvar Fáñez de Minaya y ya los treinta caballos al rey se los presentaba; al verlos buena sonrisa le viene al rey a la cara.

“¿Quién te ha dado esos caballos, por Dios del cielo, Minaya?”

“Mío Cid Campeador, que en buen hora ciñó espada.

Después que le desterrasteis Alcocer ganó por maña, y de esto al rey de Valencia un mensaje le llegaba: manda que le pongan cerco y que le corten el agua.

El Cid sale del castillo, en campo abierto luchaba, venció a dos emires moros en aquella gran batalla.

Cuantiosos, señor, han sido el botín y la ganancia, a vos, gran rey, Mío Cid este regalo os manda, dice que los pies os besa, os besa las manos ambas y que le tengáis merced, así el Creador os valga.”

Díjole entonces el rey: “Aún muy poco tiempo pasa para que hombre desterrado, que del rey perdió la gracia pueda volver a acogérsele al cabo de tres semanas.

Pero por venir de moros tomo lo que me regala

y me alegro de que el Cid logre tan buena ganancia.

Y sobre todo lo dicho, os perdono a vos, Minaya, vuestros honores y tierras otra vez os sean dadas, a vuestro gusto salid y entrad, que estáis en mi gracia; mas del Cid Campeador no puedo deciros nada”.

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