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Correrías del Cid desde el Poyo.

Minaya con doscientos castellanos, se reúne al Cid Hablemos ahora de aquél que en buen hora ciñó espada.

Ya sabéis que en una altura muy elevada acampaba, y mientras que dure el mundo, con gente mora o cristiana, el cerro de Mío Cid llamarán a esa montaña.

Desde allí el Campeador muchas tierras saqueaba, todo el valle del Martín buenos tributos le paga.

Hasta el mismo Zaragoza noticias del Cid llegaban, no les da gusto a los moros, firmemente les pesaba.

Allí estuvo Mío Cid por más de quince semanas: cuando vio el Campeador que se tardaba Minaya, con todos los que le siguen de noche se puso en marcha; el cerro y el campamento abandonados dejaba y más allá de Teruel el Campeador pasaba,

hasta pinares de Tévar a descansar no se para.

Todas las tierras aquellas mucho que las saqueaba y ya también Zaragoza la tiene sujeta a parias.

Después de hacer todo esto, al cabo de tres semanas ya ha llegado de Castilla Álvar Fáñez de Minaya; trae doscientos caballeros que todos ciñen espada y no se pueden contar los de a pie que le acompañan.

Cuando ha visto Mío Cid aparecer a Minaya

al correr de su caballo va a abrazarlo sin tardanza, en la boca le besó y en los ojos de la cara.

Minaya le cuenta todo, no quiere encubrirle nada.

La faz del Campeador sonrisas la iluminaban.

“Gracias al Dios de los cielos, gracias a sus fuerzas santas, mientras que vida tengáis a mí me ira bien, Minaya”.

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