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El Cid reitera al conde su promesa

Pone en libertad al conde y le despide

 

Dijo entonces Mío Cid: “Conde, habéis de comer algo, que si no queréis comer nunca más veréis cristianos, mas si coméis a mi gusto, como os tengo mandado, a vos, conde don Ramón, y a dos de estos fijosdalgo de prisión os soltaré y saldréis de entre mis manos.

Al oírlo don Ramón mucho que se fue alegrando.

“Si vos, don Rodrigo, hacéis eso que me habéis hablado, por el resto de mi vida quedaré maravillado”.

“Pues comed, conde, comed, y cuando hayáis acabado a vos y a dos caballeros la libertad he de daros.

Mas, de lo que habéis perdido y yo ganado en el campo sabed, conde, que no pienso devolveros ni un ochavo, que mucha falta nos hace y andamos necesitados.

Cogiendo de vos y de otros hemos de irnos ayudando, y nos durará esta vida lo que quiera el Padre Santo, que eso le toca al que el rey fuera de su reino ha echado”.

Alégrase el conde y pide el agua para las manos, ya se la ponen delante, diéronsela sin retraso.

Con esos dos caballeros por Mío Cid designados, comiendo iba el conde y come don Ramón de muy buen grado.

Sentado está junto a él Mío Cid el bienhadado:

“Conde, si no coméis bien como os tengo mandado, aún os quedaréis conmigo, no habremos de separarnos”.

Dijo el conde: “Comeré, Mío Cid, de muy buen grado”.

Él y los dos caballeros, a comer se apresuraron; contento se pone el Cid, que allí los está mirando, de ver que el conde Ramón trabajo daba a las manos.

“Cid, si así lo permitís, ya quisiéramos marcharnos a prisa cabalgaremos si nos dan nuestros caballos; desde el día que fui conde no comí tan de buen grado, el sabor de esta comida de mí no será olvidado”.

Tres palafrenes le dieron, los tres muy bien ensillados, danles buenas vestiduras, ricas pieles, ricos mantos.

Entre los dos caballeros el conde se ha colocado.

Hasta el fin del campamento con ellos va el Castellano:

“Ya os vais, conde Ramón, franco os vais, pues sois franco, agradecido os quedo por lo que me habéis dejado.

Si acaso os da la idea, conde, de querer vengarlo y me venís a buscar, mandadme antes un recado: o me llevaré lo vuestro o vos de lo mío algo”.

“Quedáos tranquilo, Cid, de ese peligro estáis salvo; eso por pago lo dejo por lo que queda de año.

Y de venir a buscaros, ni siquiera hay que pensarlo”.

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