CAPÍTULO LXXXV.
1. Y después de esto vi otro sueño, y te mostraré todo el sueño, hijo mío. 2. Y Enoc alzó su voz y habló a su hijo Matusalén: 'A ti, hijo mío, te hablaré: escucha mis palabras, inclina tu oído a la visión del sueño de tu padre. 3. Antes de tomar a tu madre Edna, vi en una visión en mi cama, y he aquí un toro salió de la tierra, y ese toro era blanco; y tras ella salió una novilla, y junto con esta (última) salieron dos toros, uno de ellos negro y el otro rojo. 4. Y ese toro negro corneó al rojo y lo persiguió sobre la tierra, y entonces ya no pude ver a ese toro rojo. 5. Pero aquel toro negro creció y aquella novilla se fue con él, y vi que de él salían muchos bueyes que se le parecían y le seguían. 6. Y aquella vaca, aquella primera, salió de la presencia de aquel primer toro para buscar a aquél rojo, pero no lo encontró, y se lamentó con un gran lamento por él y lo buscó. 7. Y esperé hasta que el primer toro vino a ella y la calmó, y desde ese momento en adelante no lloró más. 8. Y después de eso ella dio a luz otro toro blanco, y después de él ella dio a luz muchos toros y vacas negras.
9. Y vi en mi sueño que el toro blanco también creció y se convirtió en un gran toro blanco, y de él procedieron muchos toros blancos, y se parecían a él. 10. Y comenzaron a engendrar muchos toros blancos, que se les parecían, uno tras otro, (incluso) muchos.