CAPITULO 5

El sentido primario más verdadero y estricto del término sustancia es decir que es aquello que nunca se prédica de otra cosa ni puede hallarse en un sujeto. Como ejemplo de ello podemos poner un hombre concreto o un caballo concreto. Sin embargo, podemos hablar de sustancias secundarias, entre las cuales, si son especies, quedan incluidas las sustancias primarias a primeras, y en las cuales, si son géneros, quedan contenidas las mismas especies. Por ejemplo, incluimos un hombre particular en la especie llamada

«hombre», y, a su vez, incluimos la misma especie en el género llamado «animal». Esas son, pues, sustancias secundarias, es decir, hombre y animal, o de otra manera, la especie y el género.

De lo dicho se deduce con evidencia que el nombre y la definición de los predicados pueden igualmente afirmarse del sujeto. Por ejemplo, predicamos «hombre» de un hombre individual, como de un sujeto. El nombre de la especie llamada ahombre» se predica afirmativamente datada individuo; aplicamos la palabra «hombre» a un hombre. Y la definición o significada de la palabra ahombre» se aplicará a un hombre de igual manera, porque un hombre es a la vez hombre y animal. De manera que el nombre y la definición de la especie se aplicarán ambos a un sujeto.

Por el contrario, cuando se trata de casas que están presentes o se hallan en un sujeto, nos encontramos con que sus nombres y definiciones no podemos afirmarlos o predicarlos de un sujeto, al menos en la mayoría dalos casos. En verdad la definición misma no podrá aplicarse en ningún caso. Solo en algunos casos nada impedirá, que utilicemos el nombre del sujeto. Tomemos, por ejemplo, el nombre «blanco». «Blanco» está, sin duda, en un cuerpo y se afirma por ello de un cuerpo, porque el cuerpo es el que es llamado blanco. Sin embargo, la definición de «blanco», es decir, del color que llamamos blanco, nunca puede ser predicado de un cuerpo cualquiera.

Ahora bien: todo lo que recibe el nombre de sustancia primera o bien se afirma de una sustancia primera, o bien se halla presente en ella como en su sujeta. Esto es evidente par casos particulares que ejemplificamos. Predicamos «anímalo de «hombre». De manera que predicamos «animal» también de cada hombre en particular. Donde

no existen individuos de quienes se pueda afirmar esto así, tampoco puede afirmarse ella de la especie. Finalmente, el color está en el cuerpo, de manera que también está en ese o aquel cuerpo. Pues si pudiera existir donde no existiera ningún cuerpo, el color no estaría absolutamente en un cuerpo. De manera que todas las cosas, cualesquiera sean, excepto las sustancias primeras, son predicados de las sustancias primeras o se hallan en ellas como en sus sujetos.

Y donde no existe una sustancia primera, ninguna de esas cosas puede existir.

De entre las sustancias secundarias, la especie se llama sustancia con mayor razón que el género: está más cerca de la sustancia primera, mientras que el género se halla más alejado de ella.

Supongamos que alguien nos pregunta «qué es esto» mirando una sustancia primaria. La respuesta que demos será más instructiva y más apropiada al sujeto si hacemos mención de su especie que si hacemos mención de su género. Tomemos como ejemplo ese hombre o aquel. Daremos una explicación más explicativa de él si determinamos la especie o el «hombre», que no lo botemos si le llamamos un «animal». Lo primero le pertenece a él más plenamente, mientras que lo íntimo es algo demasiado amplio o lejano. O bien tomemos como ejemplo un árbol individual. Mencionando la especie o «árbol», daremos de él una referencia más explicativa que si ofrecemos su género o «planta».

Además, las sustancias primeras merecen este nombre con más derecho que todas las cosas, porque ellas subyacen a, todas las cosas, las cuales, a su vez, serán sus predicados o estarán en ellas como en sus sujetos. Ahora bien: exactamente igual que las primeras sustancias están presentes a todo lo que existe, de igual manera. las especies lo están respecto de los géneros. La relación de la especie al género es la misma que hay de un sujeto a su predicado. Predicamos el género de la especie; pero nunca, de manera inversa, podemos predicar la especie del género. De este razonamiento podemos inferir que de entre las sustancias secundarias la especie es más verdaderamente sustancia que el género.

Volviendo ahora nuestra atención a las especies mismas, ninguna, a menos que sea también un género, es entre ellas más sustancia que otra. No es más apropiada descripción el llamar «hombre» a un hombre concreto que lo puede ser llamar «caballo» a un cabello concreto. También vale esto para las sustancias primeras: ninguna

es más sustancia que las otras. Porque ese o aquel hombre, por ejemplo, no puede ser más verdaderamente sustancia que ese o aquel buey.

Fuera, pues, de las sustancias primarias, solamente la especie y el género entre todas las demás cosas pueden ser llamadas rectamente sustancias secundarias, porque de entre todos los predicados posibles tan solo ellos definen la sustancia primaria. En efecto, ese o aquel hombre solo puede ser definido de una manera apropiada por medio de la especie u «hombre» que por medio del género o «animal». Cualquier otra cosa que determinemos, como, por ejemplo, «él corre», o bien «es blanco», será ajeno a lo que pretendemos inmediatamente. Así, pues, solamente la especie y el género se denominan rectamente sustancias, exceptuadas tan solo las sustancias primera.

Por otra parte, «sustancia», hablando estrictamente, se aplica solo a las sustancias primeras, porque solamente ellas no subyacen a todas las demás cosas. De la misma manera que la sustancia primera es referible a todas las demás cosas; igualmente lo son el género y la especie respecto de los demás atributos no incluidos en la especie o el género. Pues estos son sujetos de los otros.

Podemos denominara un hombre «conocedor de la gramática». Y

por ello su especie y su géner o, es decir, hombre y animal, pueden denominarse «conocedores de la gramática». Y lo mismo en todos los demás casos.

Es común a toda sustancia el no estar presente en un sujeto. Porque lo que llamamos sustancia primera no puede estar presente en un sujeto ni puede predicarse de ningún sujeto. Y evidentemente, la sustancia segunda tampoco se halla en un sujeto. Predicamos la especie «hombre» de un hombre; sin embargo, «hombre» no se halla en un sujeto. Porque la Humanidad no está en un hombre. Y

como la especie, igual el género. El género «animal», en efecto, se predica asertivamente de ese o aquel hombre en particular, pero no puede hallarse presente en él. Por otra parte, hemos de tener en cuenta esto. Cuando una cosa puede hallarsé en un sujeto, nada nos impide entonces utilizar como nombre suyo el del suieto en cuestión; no, sin embargo, su definición. En cambio, en las sustancias secundarias se pueden aplicar ambas cosas al sujeto, el nombre y la definición. La definición de la especie, hombre, y la del género, animal, pueden utilizarse en un hombre particular. Por consiguiente, la sustancia no se halla en un sujeto.

Que no pueden hallarse presentes en un sujeto es verdad no solo para las sustancias, sino también para las diferencias. Así, de la especie llamada «hombre» podemos nosotros decir asertivamente que «anda sobre sus pies» o «que es bípedo». Pero estas diferencias no se hallan en él. Ninguna de ellas, en efecto, está en el hombre. Por otra parte, cuan, do se predica afirmativamente una diferencia se predica igualmente su definición. Supóngase que de la especie llamada «hombre» predicamos «anda sobre sus pies». La definición de este atributo se aplicará también a esta especie.

Porque el «hombre» en verdad camina sobre sus pies.

Que las partes de las sustancias están presentes o se hallan en sus todos como en sujetos es un. hecho que apenas debe perturbarnos ni hacernos temer que tengamos que señalar tales partes como no sustancias. ¿No hemos acaso especificado que presente en un sujeto significa «no como las partes en el todo»?

La diferencia y la sustancia tienen en común la siguiente característica, que, cuando quiera que das predicamos, las predicamos unívocamente. Porque tales preposiciones tienen siempre corno sujetos, individuos o especies. La sustancia primera, sin duda, al no predicarse nunca de cosa alguna, tampoco puede ella misma ser predicada nunca de una proposición cualquiera. No ocurre así con la sustancia secundaria. La especie se predica de todos los ejemplos individua les, y el género se predica de todos estos y de las especies. Y lo mismo ocurre con las diferencias. Se predican de igual manera de las especies y de los individuos. Las definiciones de ambos, además, es decir, las de los géneros y las especies, se aplican a la sustancia primaria, y la del género, a la especie. Pues todo lo que nosotros afirmamos del predicado se podrá, también afirmar del sujeto. La definición de cada diferencia se aplica de manera análoga a los individuos y a las especies. Pero como hemos hecho notar hace poco, lo unívoco se utiliza en aquellas cosas que no solo poseen el mismo nombre, sino que además se definen. de la misma manera. De aquí se sigue que, en todas las preposiciones que tienen por predicado una sustancia o una diferencia, este predicado es completamente unívoco.

Toda sustancia se nos aparece como un individuo. Y eso es indiscutiblemente verdadero en el caso de la sustancia primera. Lo que ella significa o indica es un uno indivisible. En el caso de las sustancias secundarias, el lenguaje ordinario puede dar también

esta impresión, como cuando decimos «animal», «hombre». Ello, con todo, no es realmente así, porque lo que se significa es más bien una cualidad. La sustancia segunda no es una y singular, como lo es, sin duda, la sustancia primaría; predicamos los términos

«animal», «hombre», no de una sola, sino de muchas. La especie y el género no indican meramente una cualidad, sin embargo, como lo hace, por ejemplo, «blanco». Los accidentes, es decir, «blanco», por ejemplo, significan simple y exclusivamente una cualidad. Solo que la especie y el género indican una cualidad que está relacionada con la sustancia. Ellos nos dicen la manera de ser de una sustancia. En el caso del género, con todo, esta calificación determinativa abarca un campo mucho más amplio que en el caso de la especie. Decimos

«animal»; abarcamos más que lo que comprenderíamos si, por ejemplo, dijéramos «hombre».

Las sustancias nunca tienen contrarios. ¿Cómo podrían tenerlos las sustancias, por ejemplo, este hombre, este animal? No hay nada contrario a ellos. Tampoco los tienen las especies y los géneros.

Esta característica particular no pertenece tan solo a la sustancia.

Ella, en efecto, pertenece a muchas cosas buenas, y entre ellas, por ejemplo, a la cantidad. La expresión «largo de dos codos» carece de contrario; tampoco la tiene «tres codos de longitud»; y tampoco la tiene «diez», ni otra cosa semejante a ello, a no ser, claro está, que alguien dijera que son contrarios «grande» y «pequeño», «mucho» y

«poco». Con todo, las cantidades definidas ciertamente no tienen nunca contrarios.

Ninguna sustancia, al parecer, tiene grados o admite un más y un menos. No quiero con eso significar que una sustancia no pueda ser llamada sustancia con más verdad que otras o con menos verdad que otras; en verdad, hemos dicho que ello era posible. Pero quiere decir que ninguna sustancia; como tal, admite grados en sí misma.

Por ejemplo la misma sustancia, hombre, no puede realmente ser más o menos hombre, comparado consigo mismo o con otros. Este hombre no puede ser más hombre que aquel, como una cosa blanca

» no puede ser más o menos blanca que otra cosa blanca, o bien como un objeto: bello puede tener más o menos belleza que otro. A veces, la misma cualidad, en un mismo sujeto, puede variar temporalmente su grado. Por ejemplo, un cuerpo blanco puede llamarse más blanco cuando viene a serlo más de lo que era, o bien un cuerpo caliente puede llamarse más o menos caliente. Pero una sustancia, en cuanto sustancia, no puede serlo más o menos de lo que es cualquier otra. Pues un hombre no es más un hombre de lo

que era hace algún tiempo. Lo mismo vale para todas y cada una de las sustancias. Por consiguiente, la sustancia no admite grados.

Ahora bien: lo que parece más característico de 1a sustancia parece ser esto que, a pesar de permanecer numéricamente una y la misma, es capaz de recibír en si calificaciones contrarias. De entre las cosas que son distintas de la sustancia, apenas podríamos aducir un ejemplo que poseyera esta característica. Por ejemplo, un color articular, numéricamente uno y el mimo, no puede en manera alguna ser negro y blanco; y una acción, siendo una y la misma, en manera alguna puede ser mala y buena. Y lo mismo ocurre en todo lo que no sea una sustancia. Pero la sustancia, permaneciendo la misma, admite con todo cualidades contrarias. Un solo y mismo individuo es en unas ocasiones blanco, caliente o bueno, y en otras ocasiones, negro, frío o malo. No ocurre esto con cualquier otra cosa, aunque se pueda defender que las aserciones u opiniones hayan admitido los contrarios. Es decir, que una misma afirmación pueda parecer ser verdadera y ser falsa. Puede, por ejemplo, ser verdad decir «él está sentado». Pero si él se levanta, viene ello a ser falso. Y lo mismo ocurre en el caso de las opiniones. Uno puede opinar, y con verdad, que tal o cual persona esta sentada. Y no obstante, cuando esta persona se haya levantado, esa opinión, si se la mantiene, es falsa. Aun cuando admitimos esta excepción, de hecho se diferenciaría del resto por su manera de suceder. Porque cuando una sustancia admite unas cualidades contrarias, ello ocurre por medio de un cambio en sí misma. Es, en efecto, por medio de un cambio en sí misma cómo una cosa, que estaba caliente, viene a estar fría, pasando de un estado a otro, o bien cómo una cosa, que era blanca, es luego negra, o bien una cosa, que era buena, viene a ser mala. Y de igual manera ocurre en todos los demás casos en que la sustancia. admite determinadas cualidades. En cambio, el juicio o la opinión permanecen inalterados en sí mismos, en todos y cada uno de sus aspectos. Si pasan a poseer una cualidad contraria, siendo unas veces verdaderos y otras veces falsos, lo que ha cambiado han sido los hechos del caso. Pues el juicio «él está sentado» no ha cambiado, sino que, por relación a las condiciones existentes, lo llamamos unas veces verdadero y otras veces falso.

Igual que con los juicios ocurre con las opiniones. En su manera de suceder o producirse, pues, es realmente peculiar de la sustancia admitir cualidades contrarias, a saber, por medio de un cambio en sí misma.

Por consiguiente, si alguien quisiera hacer una excepción en favor

de los juicios y opiniones, sosteniendo que estos también admiten calificaciones contrarias, su punto de vista sería, en verdad, heterodoxo. Si se dice que los juicios y las opiniones admiten tales calificaciones, el hecho es que no son ellos en sí mismos los que padecen un cambio, sino que lo que lo padece es algo distinto. Pues es, gracias a los hechos del caso, a su existencia o no existencia, que un juicio se llama verdadero o falso. No es posible que el juicio mismo pueda admitir cualidades contrarias de esta clase. Porque, en una palabra, nada puede alterar la naturaleza de las opiniones y los juicios, y puesto que no ocurre en ellos un cambio, no pueden admitir contrarios tales como los dichos. La sustancia, por el contrario, admite esta clase de contrarios por haberlos recibido ella en si misma: alternativamente coloca en sí misma salud, enfermedad, blancura, negrura, etc. Por recibirlos ella en sí misma se dice que admite tales contrarios.

De manera que, para concluir, podemos decir sobre todos los distintivos de la sustancia que, permaneciendo estrictamente una y la misma, puede recibir en sí misma cualidades contrarias por medio de un cambio realizado en sí misma.

Baste con esto acerca de la sustancia.

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