La campana rajada

 

Es amargo y dulce, durante las noches de invierno,

Escuchar, cabe, el fuego que palpita y humea,

Los recuerdos lejanos lentamente elevarse

Al ruido de los carrillones que cantan en la bruma.

Bienaventurada la campana de garganta vigorosa

Que, malgrado su vejez, alerta y saludable,

Arroja fielmente su grito religioso,

¡Tal como un veterano velando bajo la tienda!

Yo, tengo el alma rajada, y cuando en su tedio

Ella quiere de sus canciones poblar el frío de las noches,

Ocurre con frecuencia que su voz debilitada

Parece el rudo estertor de un herido olvidado

Al borde de un lago de sangre, bajo un montón de muertos,

Y que muere, sin moverse, entre inmensos esfuerzos.