III El marco

 

Así como un bello marco agrega a la pintura,

Bien que ella sea de un pincel muy alabado,

Yo no sé qué de extraño y de encantado

Al distanciarla de la inmensa natura,

Así, joyas, muebles, metales, dorados,

Se adaptaban precisos a su rara belleza;

Nada ofuscaba su perfecta claridad,

Y todo parecía servirle de marco.

Hasta se hubiera dicho a veces que ella creía

Que todo quería amarla; pues ahogaba

Su desnudez voluptuosamente

En los besos de la seda y de la lencería,

Y, lenta o brusca, en cada movimiento

Mostraba la gracia infantil de un simio.

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