I De las buenas maneras

 

Of The Uses Of Civility

 

—Capitán Ransome, no se le permite saber nada en absoluto. Es suficiente con que obedezca mi orden. Y permítame que la repita. Si percibe algún movimiento de tropas a su frente, debe abrir fuego, y si lo atacan debe defender esta posición todo el tiempo que le sea posible. ¿Me he expresado con claridad, señor?

—No puede haber nada más claro. Teniente Price —estas palabras iban dirigidas a un oficial de su misma batería que había llegado a caballo a tiempo de oír la orden—, lo que ha dicho el general es perfectamente claro, ¿no es así?

El teniente siguió a ocupar su puesto. Durante un momento el general Cameron y el comandante de la batería quedaron sentados sobre sus caballos, mirándose en silencio. No había más que decir; aparentemente ya se había dicho demasiado. Luego el oficial superior saludó fríamente con la cabeza y giró su caballo para alejarse. El artillero saludó lenta, gravemente y con extrema formalidad. Quien conociera bien las delicadezas de la etiqueta militar habría dicho que con su actitud acusaba recibo de la reprimenda de que había sido objeto. Uno de los usos importantes que se da al urbanismo es el de expresar resentimiento.

Cuando el general se reunió con su estado mayor y con su escolta que lo esperaba muy cerca de allí, toda la cabalgata se desplazó hacia la derecha de los cañones y desapareció en la niebla. El capitán Ransome estaba solo, silencioso, inmóvil como una estatua ecuestre. La niebla gris, cada vez más densa, se cerró alrededor suyo como un visible hado nefasto.

 

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