Jornada I

Descúbrese el teatro de las caserías nevadas. Dicen dentro, y salen después BATO, GILOTE, ERGASTO y RISELO, VILLANOS.

RISELO

Huye, Gilote.

GILOTE

Huye, Bato.

BATO

Huye, Ergasto.

ERGASTO

Huye, Riselo.

PERSEO

¡Vive Júpiter, villanos,

que habéis de morir!

(Sale RISELO.)

RISELO

Los fresnos

me amparen1.

(Sale ERGASTO.)

ERGASTO

A mí los chopos.

(Sale GILOTE.)

GILOTE

A mí los álamos negros.

(Sale BATO.)

BATO

A mí las cepas y parras,

los pámpanos y sarmientos,

árboles santos, pues siempre

por ermitas los encuentro.

GILOTE

El diabro mos trajo acá

este mochacho soberbio,

para que mos mande a todos.

ERGASTO

Cuando los montes cubiertos

de nieve tiene ateridos

la ancianidad del invierno,

es cuando más solicita

llevarnos por fuerza a ellos,

para que a sus caserías

le sirvamos los ojeos.

RISELO

Un lobo, que diz que anda

en la sierra, es el intento

con que hoy pretende llevarnos.

ERGASTO

¿Lobo?

GILOTE

Sí.

BATO

No es lo peor eso.

RISELO

¿Qué es?

BATO

Que el lobo es un perdido,

jugador y mojeriego;

que a ser un lobo apricado,

destos que llaman caseros,

el primero huera yo

que fuera, donde el primero

le metiera en mis entrañas.

GILOTE

Yo nieve ni lobo temo,

sino que es tan atrevido,

tan osado y tan resuelto,

que un día me quiso entrar

en ese lóbrego seno,

funesta gruta sagrada

a la deidad de Morfeo,

donde siempre andan visiones.

ERGASTO

Nosotros mismos tenemos

la culpa de que nos trate

un rapaz con tanto imperio;

que si hubiera entre nosotros,

aunque pesara a Cardenio,

que por nieto le ha crïado,

uno, que osado y resuelto

le diera a entender quién es,

a fe que tuviera menos

soberbia.

GILOTE

Muchos hubiera,

que si les dijeran eso,

quizá abajaran los bríos.

BATO

Decidme, para saberlo:

¿es cierto que si supiera

quién es, desde aquel momento

no diera los mojicones

que suele dar?

ERGASTO

Y tan cierto,

que viviera desde allí

más humilde y más modesto,

sin atreverse a mirarnos

a las caras.

BATO

¡Vive el cielo,

que lo ha de saber de mí

muy bien sabido!, pues puedo

decirlo mijor que todos,

como testigo del cuento:

una sola enfecultad

se me ofrece. He aquí que empiezo

la historia: ¿basta empezarla

para que él se me esté quedo

y no se atreva a mirarme

a la cara?

GILOTE

No por cierto,

porque la ha de saber toda.

BATO

Pues entre otro, que no quiero

que al principio de la historia

vea donde va el intento,

y antes que ella llegue al fin,

llegue yo al fin.

ERGASTO

Para eso

habrá una traza.

BATO

¿Qué traza?

GILOTE

Nosotros te le tendremos

de suerte que, aunque no quiera,

todo te lo escuche.

BATO

¿Y luego?

LOS TRES

Luego seguro estás.

BATO

Manos

a la labor, que reviento

por decírselo en su cara,

dónde y cómo y cuándo, a trueco

de que él no mire la mía.

(Sale PERSEO vestido de villano.)

PERSEO

Villanos, ¿qué atrevimiento

es llamaros yo y huir?

GILOTE

Como hacía tan mal tiempo,

rehusábamos ir al monte.

PERSEO

¿Hácele para mí bueno?

Pues el que pasare yo,

bárbaros, viles, groseros,

¿no le pasaréis vosotros?

Venid conmigo.

BATO

¡Qué presto

ha de bajar estos bríos!

PERSEO

Que seguir la fiera quiero

que escandaliza estos valles

con tantos robos sangrientos

de pastores y ganados.

Hoy se la he ofrecido al templo

de Júpiter, que en las altas

cumbres del monte es opuesto

rebellín contra los rayos,

los relámpagos y truenos

que Acaya padece: a quien

yo no sé por qué secreto,

aún más que todos adoro,

más que todos reverencio;

siendo así que no hay remota

provincia, apartado reino,

que no envíe a consultarle

los arduos casos; y puesto

que se la tengo ofrecida,

hoy su armada testa tengo

de clavar a sus umbrales.

Ven, Ergasto.

ERGASTO

Ya obedezco.

PERSEO

Ven, Gilote.

GILOTE

Ya voy yo.

PERSEO

No te escondas tú, Riselo.

RISELO

Ya voy tras ti.

PERSEO

Ven tú, Bato.

BATO

Déjame a mí, porque quiero

estodiar toda la historia.

PERSEO

¿Qué historia?

BATO

Una que te tengo

de contar.

PERSEO

¿A mí?

BATO

Sí.

PERSEO

Pues,

¿qué historia es?

(Abrázanse los tres con él.)

LOS TRES

Agora es tiempo.

PERSEO

¿Qué es esto? Pues ¿cómo así

a mí os atrevéis?

GILOTE

Queremos

que sepas que no hay razón

de tratarnos con desprecio,

no siendo mijor que todos.

ERGASTO

¿Cómo mijor? Ni aun tan bueno.

PERSEO

¡Viven los cielos, villanos!

GILOTE

Bato, dile sus sucesos.

BATO

¿Está bien tenido?

LOS TRES

Sí.

BATO

¿Bien, bien?

GILOTE

Tan bien, que no creo

que se escape de mis brazos.

ERGASTO

Yo aquesta mano le tengo.

RISELO

Yo estotra.

BATO

Pues finalmente,

como digo de mi cuento...

PERSEO

¿Que esto Júpiter permita?

BATO

Desvanecido mozuelo,

pisa verde destos prados,

pisa pardo destos cerros,

¿quién te imaginas y piensas

que eres, para no tenermos

mochísima estimación

y mochísimo respeto?

¿Qué cosa es que cada día

mos trates como a tus negros,

siendo tus brancos? ¿De qué

nace el desvanecimiento?

Si presumes que eres hijo

de la hija de Cardenio,

nueso mayoral, te engañas;

ni ella es hija, ni tú nieto.

¿Va bien?

LOS TRES

Lindamente va.

PERSEO

¿Que esto consientan los cielos?

BATO

Pues tenedle lindamente,

no se deslinde el intento.

Porque has de saber que un día

alterado el mar, corriendo

fortuna, trajo un bajel

a la vista deste puerto,

donde encallando en los bajos,

que son Scilas del griego

piélago del negro Ponto,

fue escollo de algas cubierto.

Ni árbol ni jarcia ni vela

traía el buque, y presumiendo

que del deshecho del agua,

era ojeriza del viento,

no causó más novedad

que la lástima de verlo;

hasta que unos pescadores

que de la cólera huyendo

de Neptuno, a estas orillas

volvían a vela y remo,

contaron que al pasar cerca

de aquel derrotado leño,

habían escuchado humana

voz, que en mísero lamento

favor pedía a los dioses.

¿Va bien?

LOS DOS

Muy bien.

BATO

Pues tenedlo

hasta la postrer palabra.

PERSEO

Ya no hay para qué, supuesto

que más que esta fuerza atado,

me tiene esta voz suspenso.

BATO

Aplacó su saña el mar,

y en mirándole sereno,

la curiosidad llevó

a conocer si era cierto

que había gente, pescadores

y villanos. Uno destos

fui yo, y abordando al vaso,

vimos una mujer dentro

con un infante en los brazos,

que abrigándole en el pecho,

sin tenerle ella le daba

el calor y el alimento.

Ni otra persona, ni señas

de haberla tenido, vieron

nuestros ojos. La piedad

la sacó a tierra. Tenedlo,

que parece que se escurre,

y ya falta poco al cuento.

PERSEO

No temas, que aunque decirlo

no quieras, querré saberlo.

BATO

Entre cuanta gente pues,

a tierra sacó el suceso,

fue uno Cardenio; y movido

de ver el semblante bello

de la mujer, que aún estaba

diciendo el delito honesto,

si ya no de la inocente

culpa del infante tierno,

en su casa la albergó,

dándola el anciano viejo,

obrigado a su hermosura,

a su vertud y a su ingenio,

nombre de hija. Esta es tu madre,

y el infante tú: y supuesto

que nunca por buena fue

entregada al mar violento

con tan grande desamparo,

desabrigo y desconsuelo,

¿qué te persuade a pensar

que eres más que un extranjero,

advenedizo pastor,

hijo vil de un adulterio,

u de otra traición? Y así

trata desde hoy de no vernos

las caras, siendo desde hoy

más humilde y más honesto.

LOS TRES

¿Tienes más que decir?

BATO

No.

GILOTE

Pues cuidado, que le suelto.

ERGASTO

Y yo también.

RISELO

Y yo y todo.

PERSEO

¿Esto sufro, esto consiento,

sin haceros mil pedazos?

LOS TRES

Vamos de su furia huyendo.

(Vanse los tres.)

BATO

¿Para qué, si se ha de estar

quedito?

PERSEO

Bárbaro, necio,

infame, loco, villano,

que has tenido atrevimiento

para decirme en mi cara

mi desdicha.

BATO

Estese quedo,

y trate de no mirarme

a la mía.

PERSEO

¡Vive el cielo,

que has de morir a mi mano!

BATO

Algo se me olvidó al cuento,

pues aun pega todavía.

¡Ay que me mata!

(Sale DÁNAE vestida de villana.)

DÁNAE

¿Qué es esto?

PERSEO

Esto es vengar, en quien no

tiene la culpa, tus yerros.

BATO

Tenle, señora, que está

más loco que antes; y habiendo

oídolo todo, aún no quiere

modesto ser, y es molesto.

(Vase.)

DÁNAE

¿Siempre te tengo de hallar

altivo, sañudo y fiero?

PERSEO

Razón tienes de reñirme

cuando no solo no serlo,

mas ni aun atreverme a ver

al sol debiera, sabiendo

ya en tu fortuna mi agravio,

y en tu traición mi desprecio.

DÁNAE

¿Qué dices? ¡Ay infelice!

PERSEO

Que ¿por qué el nativo seno,

que a infame ser disponía

mi infelice nacimiento,

no le hiciste mi sepulcro,

abortándome primero,

que darme a la luz del sol?

O ¿por qué, ya que pariendo

víbora no reventaste,

aquel derrotado leño,

que fue mi primera cuna,

no hiciste mi monumento?

¿Por qué, antes que me abrigaran

las piedades de tus pechos,

no me arrojaste a las ondas?

Fuera mi desdicha menos,

muerto en el primer umbral

de la vida, que no muerto

al baldón de unos villanos,

que con todos tus sucesos

me han dado en rostro, notando

de advenedizo extranjero

pastor, hijo de un delito,

merecedor de aquel riesgo.

DÁNAE

¡Ha, Perseo! Tu soberbia

en este trance te ha puesto;

que no fueran ellos libres

si tú no fueras soberbio.

Pocas veces el humilde

escucha baldones.

PERSEO

¿Luego

razón tienen?

DÁNAE

Razón tienen.

PERSEO

¿No lo niegas?

DÁNAE

No lo niego,

porque contra la razón

no hay más razón que el silencio.

PERSEO

¿En fin, que la tienen?

DÁNAE

Sí.

PERSEO

Pues ya que la tienen ellos,

tengámosla todos. Dime

quién soy y quién eres, puesto

que el presumir que soy más

hace tu delito menos.

Consuélame con que sepa

si lo que alguna vez pienso

al mirar que no me viene

el corazón en el pecho,

es verdad; pues no hay latido

que dé que no sea diciendo

que no nació para verse

de tosco sayal cubierto.

Del extremo de una infamia

pasemos a otro, que a precio

de no ser villano vil,

te perdono cualquier yerro.

Y supuesto que no eres

humilde hija de Cardenio;

¿qué puede ser que no sea

mejor? Dime pues, te ruego,

¿quién eres?

DÁNAE

No sé quién soy.

PERSEO

Pues ¿quién fuiste?

DÁNAE

Eso sé menos.

PERSEO

¿Quién fue mi padre?

DÁNAE

No sé.

PERSEO

¿Por qué te echó airado y fiero

al mar?

DÁNAE

No lo sé tampoco.

PERSEO

¿Soy noble?

DÁNAE

No sé.

PERSEO

¿Qué es esto?

¿Nada sabes?

DÁNAE

No sé nada;

y no me apures, que puesto

que es secreto y soy mujer

y no lo digo, no debo

de poder decirlo: y baste

ver un prodigio tan nuevo,

como que en un pecho vivan

juntos mujer y secreto.

Pregúntaselo a los dioses,

quizá enternecidos ellos

te responderán, que yo

solo con el llanto puedo

decirte que hay soberano

poder que me obligue a esto.

PERSEO

¿Por qué?

DÁNAE

Por guardar tu vida.

PERSEO

Yo desde aquí se la ofrezco,

y pues me mata el dudarlo,

haz que me mate el saberlo.

Háblame claro.

DÁNAE

Es en vano.

PERSEO

¿Cómo?

DÁNAE

Como no me atrevo

ni aun a respirar.

PERSEO

¿Quién cierra

tus labios?

DÁNAE

Poder supremo.

PERSEO

¿De quién?

DÁNAE

De injusta deidad.

PERSEO

¿Qué puede obligarla?

DÁNAE

Celos.

PERSEO

¿Celos?

DÁNAE

Sí.

PERSEO

¡Ay de mí!

DÁNAE

¿De qué

suspiras?2

PERSEO

De que no tengo

ya apelación a no ser

hijo de delito, puesto

que no hay celos sin delito.

DÁNAE

Bien puede sin él haberlos.

¡Oh ingrata deidad de Juno,

en qué confusión me has puesto!

PERSEO

¿Cómo?

DÁNAE

No sé.

PERSEO

¿Al no sé vuelves?

DÁNAE

Tampoco sé dónde vuelvo.

Y déjame, no me aflijas,

que no puedo, que no puedo

decir más ni callar más.

[Aparte.]

Grande Júpiter supremo,

ya que ocasionaste el daño

acude con el remedio.

(Vase.)

PERSEO

Oye, aguarda. Mas, ¡ay triste!,

que aunque seguirla pretendo,

no sé qué oculto poder

en viva estatua de yelo

me ha transformado, quedando

sin alma, vida ni aliento.

¡Oh gran Júpiter, oh padre

de los hados! Mas ¿qué es esto?

Al decir padre, no sé

qué no usado, qué violento

impulso me alborozó

el corazón acá dentro,

como que le dan las llaves

de las cárceles del pecho.

Mas si Júpiter y hados

dije; ¿por qué, por qué pienso

que fue una voz y no otra

la que dio el latido, puesto

que dél no puedo ser hijo,

ni dellos dejar de serlo?

¡Oh gran Júpiter, oh padre

de los hados y los tiempos,

digo otra vez! Si a piedad

te ha movido algún lamento,

sirva de ejemplar al mío,

que yo a tus aras ofrezco

en víctima cuantas fieras

el monte contiene. Al ruego

te compadece de un triste,

que náufrago de los vientos

navega a saber quién es,

en alas de un devaneo,

que le persuade a que es más,

cuando le dicen que es menos;

y pues mi madre lo calla,

dime tú ¿si habrá consuelo

tal vez a mi duda?

MÚSICA

(Dentro.)

Sí.

PERSEO

¿Qué armonïosos acentos

oigo? ¿Si fue ilusión?

MÚSICA

No.

PERSEO

Pues ya que en süaves ecos

oigo las voces que suelen

tener al aire suspenso,

cuando alguna deidad pisa

la tierra, porque su acento

métricamente sonoro

suena más dulce que el nuestro,

con él he de hablar. ¡Oh tú,

deidad que escucho y no veo!

Si eres mi oráculo, dime,

¿quién soy?

MÚSICA

Tú lo sabrás presto.

PERSEO

¿Quién me lo ha de decir?

MÚSICA

Nadie.

PERSEO

Pues ¿cómo puede ser eso,

decirlo, y nadie?

MÚSICA

Llegando...

PERSEO

Prosigue, que no te entiendo.

MÚSICA

A decirlo, sin decirlo,

y a saberlo, sin saberlo.

PERSEO

¿A decirlo, sin decirlo,

y a saberlo, sin saberlo?

Ahora conozco, ¡ay de mí!,

que es ilusión del deseo

la que me persuade a que

hablan conmigo los cielos;

que ellos no usaran confusos

enigmas, y más si atiendo

a que todos los espacios

del aire están tan serenos,

que apenas pequeña nube

(Empieza a salir una nube.)

se descubre en todos ellos,

que boreal carro triunfal

sea del sagrado dueño

de la voz, pues una sola

que allá en el perfil postrero

del horizonte es apenas

fingida garza del viento,

no es capaz trono de hermosa

deidad. Mas con todo eso,

preguntar quiero otra vez:

¡Oh tú, sonoroso estruendo,

háblame claro!

VOCES

(Dentro.)

To, to,

(A una parte.)

Barcino.

LIDORO

(Dentro.)

A la cumbre.

(A otra.)

FINEO

(Dentro.)

Al puerto.

(A otra.)

PERSEO

¿Qué distintas voces ya,

de las que escuché primero,

responden? Pequeña tropa

allí, allí bajel pequeño,

el puerto y la población

buscando vienen, a tiempo

que de la parte del monte

cazadores y monteros

salen también. Pero a mí,

¿qué me importa todo esto,

sino seguir a mi madre?

Y pues que del rendimiento

tal vez se vale el rencor,

humilde a sus plantas puesto,

solicitar que me diga

mi hado antes que llegue el tiempo.

ÉL y MÚSICA

A decirlo, sin decirlo,

y a saberlo, sin saberlo.

(Vase, y mientras la MÚSICA se repite con las voces de adentro, viene creciendo la nube hasta la mitad del tablado, donde se ha de abrir, y véese en un trono MERCURIO con alas en el sombrero y en los pies, y el caduceo en la mano, y PALAS armada con una asta en la mano, y embrazado un escudo, en que ha de estar un espejo, y bajan a tierra, y desaparécese la nube.)

[GENTE]3

(Dentro.)

To, to, Melampo, Barcino.

POLÍDITES

Al llano.

LIDORO

A la cumbre.

FINEO

Al puerto.

MÚSICA

A decirlo, sin decirlo,

y a saberlo, sin saberlo.

PALAS

Ya, hermoso galán Mercurio,

alado dios del ingenio,

que has querido que dejando

el sacro palacio excelso

de Júpiter, nuestro padre,

la fértil tierra pisemos

de Acaya, haciendo sus montes

volcanes de nieve y fuego;

dime, ¿qué intento te trae

a sus campos, pretendiendo

que yo en ellos te acompañe?

MERCURIO

Oye y sabrás el intento,

ya que porque no lo alcance

el siempre sañudo ceño

de nuestra madrastra Juno,

contigo a estos montes vengo.

Ya sabes, hermosa Palas,

cuya beldad, cuyo acero

las almas rinde a su agrado

y las vidas a su esfuerzo,

que de Júpiter divino

hijo el infeliz Perseo,

hermano es nuestro; y ya sabes

que por temor de los celos

de Juno, no le declara,

obligando sus despechos

a que en rústicos sayales

le deje vivir muriendo.

Yo, compadecido hoy

de ver su ultraje, atendiendo

a que Júpiter quisiera

responder a sus lamentos,

si aquella infausta deidad

de la Discordia, a quien dieron

las altiveces de Juno

en nuestro dosel asiento,

sus soberanas piedades

no embarazara, pretendo

que interesados los dos,

solicitemos un medio,

que sin decirle quién es,

le diga quién es, haciendo

que ni le pene el dudarlo

ni le embarace el saberlo.

PALAS

¿Qué medio puede ser ese?

Que como tú le des, quiero

yo ayudarle, que también

su mal, como hermana, siento.

MERCURIO

Yo le he de representar

en las fantasmas de un sueño

toda su historia, con que

alentado a un mismo tiempo

y desconfïado viva;

pues ignorando y creyendo,

ni aquello le tendrá humilde

ni estotro le hará soberbio:

que viendo por una parte

quién es y por otra viendo

que no es, las cercanías

disfrazadas en los lejos,

le harán que intente labrarse

su fortuna, conociendo

que para cierto es engaño

lo que para engaño es cierto.

A este fin le he de llevar,

con algún fingido objeto

que le arrebate tras sí,

a la gruta de Morfeo,

donde entre confusas sombras

ha de ver su nacimiento.

PALAS

Pues si has de fingir alguno,

el más hermoso, el más bello

que puede, para fingido,

prestarte lo verdadero,

es Andrómeda.

MERCURIO

En su imagen

transformado, hablarle pienso;

sola la dificultad

que resta es que Juno, viendo

el fin, no intente estorbarlo,

a cuyo advertido efecto

tú, Palas, mañosamente,

la has de asistir, pretendiendo

apartarla la Discordia

de su lado aquel momento.

PALAS

Yo te agradezco, no solo

lo piadoso del afecto,

pero también lo sutil

de la industria te agradezco.

Y puesto que a mí me toca,

para reparar los riesgos

del hado que le amenaza,

es divertir el inquieto

semblante de la Discordia,

que a pesar de todo el cielo

conserva en el cielo Juno;

yo desde aquí te lo ofrezco,

con ánimo que si no

basta mañoso el intento

baste el valor a arrojarla

del no merecido asiento;

a cuyo glorioso fin,

sobre las alas del viento

otra vez a los umbrales

de nuestro alcázar me vuelvo.

MERCURIO

Pues yo en esa confïanza,

hoy en la tierra me quedo

a fingir una hermosura

y a representar un sueño.

PALAS

Pues queda en paz.

MERCURIO

En paz parte,

porque llegue a un mismo tiempo.

LOS DOS

A decirlo, sin decirlo,

y a saberlo, sin saberlo.

(Vuela PALAS y vase MERCURIO.)

[GENTE]4

(Dentro.)

To, to, Melampo, Barcino.

POLÍDITES

Al valle.

LIDORO

A la cumbre.

FINEO

Al puerto.

(Sale POLÍDITES y criados.)

POLÍDITES

Retírese la gente y no prosiga

la caza.

CRIADO

¿Qué es, señor, lo que te obliga?

POLÍDITES

Habiéndome informado

la desvelada posta, del cuidado

que asiste con afectos singulares

en guarda destos montes y estos mares,

por esperar que un día

(si no miente la docta Astrología)

ha de venir una beldad a ellos,

madre de un joven que ha de enriquecellos

de triunfos de que el sol será testigo.

Habiéndome informado, otra vez digo,

la atenta centinela,

que vela el mar y la campaña vela,

que unos y otros espacios

ocupan destos rústicos palacios

extranjeras naciones, cuya nueva,

hallándome cazando, el que la lleva,

en el monte me dio, saber deseo

quién son.

(Sale DÁNAE.)

DÁNAE

(Aparte.)5

Aquí a Perseo

en las dudas dejé de mi fortuna;

vuelvo a buscarle, por si acaso alguna

razón puede en mi honor asegurarle,

ya que posible no es desengañarle,

porque sellan mis labios

de Juno celos y de Jove agravios.

POLÍDITES

Solicita informarte

de alguien6.

CRIADO

Una villana hacia esta parte

viene7.

POLÍDITES

Al ver perfección tan soberana

de una deidad en traje de villana;

decidme (ciego estoy a luz tan pura)

prodigio destos montes (¡qué hermosura!)

¿qué gente es la que ve vuestro horizonte

sulcar el golfo y discurrir el monte?

DÁNAE

Aunque decirlo quiera,

no me es posible, que de la ribera

ni del camino vengo.

POLÍDITES

Esperad.

DÁNAE

Haré mal si me detengo,

porque en alcance voy de otro cuidado.

POLÍDITES

Ya no le llevaréis, pues le habéis dado.

DÁNAE

Eso es lo que no entiendo.

POLÍDITES

Bien fácil es, pues lo que yo pretendo

decir es, que si os lleva

un cuidado y le dais, será acción nueva

darle y quedar con él.

DÁNAE

¿A quién le he dado?

POLÍDITES

A quien le tiene ya de haber mirado

vuestra rara belleza.

DÁNAE

Es error, que no puede mi tristeza

dar su cuidado a nadie, y bien lo pruebo,

pues no es el que tenéis como el que llevo.

POLÍDITES

¿No es de amor?

DÁNAE

Bien podría

ser que lo fuese; pero no sería

posible que lo fuese

tal, que mi amor al vuestro pareciese.

Quedad con Dios.

POLÍDITES

Oíd.

(Sale PERSEO.)

PERSEO

¿Qué es lo que veo?

DÁNAE

A mal tiempo, ¡ay de mí!, llegó Perseo.

PERSEO

Hidalgos cortesanos,

queda la lengua esté, quedas las manos,

un nuevo fuego en mis entrañas arde,

que tiene la zagala quien la guarde.

POLÍDITES

¡Qué donairoso brío

de joven!

DÁNAE

Perdonad, que es hijo mío;

y crïado en aquestas caserías,

no sabe lo que son cortesanías.

POLÍDITES

¿Hijo es vuestro o hermano?

PERSEO

¡Qué lisonjero chiste cortesano!

Hijo y muy hijo.

POLÍDITES

¿Y es de aquesta aldea?

DÁNAE

Aquí nació.

POLÍDITES

Feliz la patria sea

de una y otra hermosura soberana.

¿Cómo os llamáis?

DÁNAE

Dïana.

POLÍDITES

¿Hija de quién?

PERSEO

¿Quién vio preguntas tantas?

No le respondas más.

(Sale CARDENIO viejo, y los VILLANOS.)

CARDENIO

Dame tus plantas.

VILLANOS

Y a todos mos las dé.

BATO

No más que a vellas,

que su merced se quedará con ellas.

POLÍDITES

Del suelo alzad.

CARDENIO

Habiéndome contado

vuestros monteros cómo habéis trocado

el bosque por la aldea,

vengo a saber qué dicha nuestra sea

la que aquí os ha traído.

POLÍDITES

Habiéndome informado que ha venido

por tierra y mar a aqueste puerto gente,

quise saber quién son.

CARDENIO

Pues fácilmente

podrá informaros ella,

pues de tierra y de mar llegáis a vella.

DÁNAE

¿Quién es, señor, aqueste caballero?

CARDENIO

El Rey.

PERSEO

[Aparte.]

¿Este es el Rey? Sin duda hoy muero.

(Sale por una parte LIDORO y gente, y por otra FINEO y gente.)

LIDORO

Rústicos aldeanos,

decid...

FINEO

Decid, ilustres cortesanos.

LIDORO

¿Por dónde desta cumbre

antes podré vencer la pesadumbre?

Pero, ¿qué es lo que miro?

DÁNAE

Lidoro es este.

LIDORO

Justamente admiro

su hermosura y su seña.

Fuerza es callar, pues a callar enseña.

FINEO

Lo mismo mi deseo

os preguntara; y pues mi duda veo

en otros labios puesta,

satisfaga a los dos una respuesta.

POLÍDITES

Antes es bien que acuda

a dos dudas mi voz con una duda.

Quién sois saber pretendo,

primero que os informe.

LIDORO

Yo siguiendo

(fuerza es disimular) voy la ventura

de la más infeliz triste hermosura

que vio el sol, cuya mísera fatiga

a consultar a Júpiter me obliga.

No puedo detenerme, ni hablar puedo.

FINEO

Yo tampoco, que pierdo si me quedo

el mejor temporal para volverme

al instante que llegue a responderme

el oráculo a una

pregunta, hija también de otra fortuna.

Perdonad que hoy sin responder me vaya.

CARDENIO

Ved que es el rey Polídites de Acaya

con quien habláis.

LIDORO

A vuestras plantas pido

me perdonéis.

FINEO

También, a ellas rendido,

me sirva de disculpa

saber que la ignorancia nunca es culpa.

POLÍDITES

Ya que sabéis quién soy, saber es fuerza

quién sois los dos.

FINEO

Aunque el afecto tuerza

de mi primer intento,

ley el respeto es, escucha atento:

Casiopea, de Trinacria

hermosa, infelice reina

(que las infelicidades

son lunar de las bellezas),

de Cefeo, amante suyo,

una hija tuvo, tan bella

que afrentó con su hermosura

toda la naturaleza,

puesto que desconfïada

de hacer otra como ella,

en sus excelencias mismas

apuró sus excelencias.

Creció Andrómeda, que este

es su nombre, tan perfecta...

¿Pensarás que a decir voy

que no hay nadie que la vea

que no la enamore? Pues

tan al contrario lo piensa,

que no hay nadie que la mire,

que la ame; que no deja

esperanzas para amarla

a nadie que llegue a verla.

Y así, en su primer instante

la voluntad más atenta

no es posible quedar viva,

viendo su esperanza muerta.

Dígalo yo; pero esto

no es del caso. Casiopea,

mirando a Andrómeda un día

que a la orilla lisonjera

del Nereo, festejada

de las hermosas Nereidas,

ninfas suyas, florecía

el oro de sus arenas

al contacto de sus plantas,

desvanecida y soberbia

les dijo: «Decid a Venus,

marítima deidad vuestra,

que reina de la hermosura

no se intitule, pues llega

a ver que Andrómeda sola

hay que ese imperio merezca,

pues ella sola debía

ser de la hermosura reina».

Ofendiéronse las ninfas,

que en tocando a esta materia

de más hermosa soy yo,

no hay deidad que no lo sienta;

sumergiéronse en las ondas,

y ofendidas por sí mesmas

en voz de Venus, pidieron

satisfacción de la ofensa.

Nereo, sagrado río,

que en el mar gozoso entra

solo por ver si en el mar

con alguna espuma encuentra

de las que fueron de Venus

cuna, pues amante della

son sus lágrimas sus ondas,

sintió de suerte la afrenta,

que en toda Trinacria quiso

vengarla y satisfacerla.

Marino monstruo escamado

de cerúleas, verdinegras

conchas, con pies y con alas

en sus bóvedas engendra,

de sus entrañas aborta,

y de sus senos revienta,

tan disforme, que si nada,

tan tremendo, que si vuela,

brama el aire y gime el mar,

confundidos de manera

que no se sabe si es

aire o mar adonde llega;

pues escupidas las ondas,

hace cada vez que alienta,

que el mar se suba a las nubes

y el aire a las ondas venga

a ocupar aquel vacío,

haciendo la azul esfera

mil desiguales montañas

de nubes y de cavernas.

Este, pues, fiero vestiglo,

esta, pues, marina bestia,

con su saliva las aguas

de todo el río avenena,

con su anhélito inficiona

del monte plantas y yerbas,

y de todos los ganados

el templado ambiente infesta.

A la orilla no es posible

llegar nadie que no sea

pasto suyo; no hay bajel

de cuantos al puerto llegan

que no zozobre a su vista;

porque su estatura inmensa,

si se mueve, es huracán,

escollo si se está queda;

de suerte que horror y susto

tienen a Trinacria hecha

sepultura de sí misma,

en sed, hambre y peste envuelta.

De varios ritos ha usado

devota la piedad nuestra,

sacrificándola a Venus

en sus altares diversas

víctimas; pero ninguna

su sacra ojeriza templa.

Yo, que más interesado

que todos soy en su adversa

fortuna, porque infelice

primo de Andrómeda bella,

espero lograr su mano,

siendo en tan gloriosa empresa

el no merecerla medio

de llegar a merecerla,

a Júpiter en su templo,

que más antiguo celebra

la ancianidad de los siglos,

que es ese cuya eminencia

sobre la siempre nevada

cerviz de Acaya se asienta,

ofrecí un precioso don,

que traigo conmigo en muestra

del voto; y así te pido,

señor, que me des licencia

para penetrar su cumbre,

y saber de su respuesta

qué sacrificios a Venus

haremos, con que se vea

su beldad desagraviada

y mi feliz patria exenta

deste monstruo que la aflige,

este susto que la cerca,

este pasmo que la asombra,

y este horror8 que la atormenta.

POLÍDITES

¡Extraño caso!

DÁNAE

¡Notable

prodigio!

PERSEO

¡Rara extrañeza!

No porque haya un monstruo, cuanto

porque no haya quien le venza.

VILLANOS

¿Quién de oírlo no se admira?

BATO

¿Quién de escucharlo no tiembla?

LIDORO

Aunque desta novedad

tan grande el extremo sea,

oye, señor, que no menos

extraña es la que me lleva

al templo también a mí

de Júpiter, con la mesma

acción, si bien es la causa

en sus principios opuesta.

(Aparte.)

(¡Ay Dánae! No sé si al verte

palabras tendrá la lengua.)

Yace a la falda de aquel

monte africano, que ostenta

sobre su cerviz el cielo

(bien que ya alguna experiencia

mostró que solo un cuidado

aun más que sus rumbos pesa),

yace pues, digo, a su falda

una fábrica pequeña,

casa de campo a una parte,

y a otra una intrincada selva,

cuyo variado país

tiene siempre en competencia

de primores, aquí el arte

y allí la naturaleza.

Esta, pues, noble alquería,

nativa cuna primera

fue de Medusa, beldad

tan sin ejemplar, que apenas

le vendrán las alabanzas

que otro de Andrómeda cuenta;

bien que no tan venturosas,

cuya infelice experiencia

dice que es más su hermosura

cuanto es más triste su estrella.

Entre cuantas perfecciones

dotó el cielo su belleza,

en la que más se esmeró

fue el cabello, cuyas hebras

hiló el sol entre sus rayos,

siendo su frente una esfera,

que trenzada anochecía

porque amaneciese suelta.

Dígalo el efecto, pues

un día que a la ribera

del mar a peinar salió

el rubio Ofir de sus trenzas,

envidioso al ver Neptuno

que el aire en su espacio tenga

más bello golfo de ondas,

cuyos piélagos navegan

en bajeles de marfil,

conchas de nácar y perlas,

pasó la envidia a deseo,

si ya no a codicia necia

de presumir que podía

enriquecer su soberbia

con el oro de otras Indias,

más ricas cuanto más cerca.

Amante pues suyo, no

se valió de las finezas

de rendido; que el amor

de un poderoso no ruega,

cuando puede la caricia

valerse de la violencia.

Y así, un día que la vio

en el templo de Minerva,

que a las orillas del mar

sobre sus rizos se asienta,

desatando de sus ondas

toda la saña violenta,

para sus tranquilidades

se valió de sus tormentas.

El templo inundó, y entre

el susto que a todos cerca,

el miedo que a todos turba,

el pavor que a todos ciega,

reservando de Medusa

la soberana belleza,

por fuerza logró su amor...

Mas miente, miente mi lengua,

que aunque consigue, no logra

el que consigue por fuerza.

Minerva ofendida, al ver

las dos sacrílegas muestras,

que a su templo y su decoro

hizo la ruina y la ofensa,

no pudiendo en él vengarse,

dispuso vengarse en ella,

que un rencor que en el culpado

no se satisface, queda

siempre rencor, hasta que

en el que puede se venga.

Y viendo que fue el cabello

causa de su amor primera,

las hebras que fueron de oro

trocó en rizadas culebras,

cuyo veneno en los ojos

se comunica y se ceba,

tanto, que a ninguno miran

que en tronco no le conviertan.

Rabiosa vive en los montes,

tan sañuda bandolera

de las vidas, que no pasa

peregrino que no muera

a su vista, racional

basilisco de la selva.

Nadie se atreve a matarla,

porque nadie que a ver llega

su rostro, vive, porque

darla la muerte no puedan.

Dormida, sus dos hermanas

están en su guarda puestas;

de suerte que cuando una

descansa, la otra está en vela,

con que es imposible que

remedio este asombro tenga;

si ya Júpiter sagrado,

a quien yo traigo otra ofrenda,

como príncipe que soy

de aquella africana tierra,

bien que príncipe infelice,

dado a fortunas adversas,

tanto que si hablara de otras

no fuera la mayor esta,

con su piedad no socorre,

con su poder no remedia

este escándalo, esta ruina,

este estrago, esta violencia,

en sus oráculos dando

a mis preguntas respuesta

de cómo desenojar

a la deidad de Minerva,

quedando libre mi patria

de desdichas y miserias,

ansias y calamidades,

iras, muertes y tragedias.

POLÍDITES

De vuestros raros sucesos

tanto me admiran las nuevas,

que tengo de acompañaros

al tiempo, por ver qué llega

Júpiter a responderos.

(Aparte.)

Mas miento, ¡ay zagala bella!

por verte este rato más,

no doy a la corte vuelta.

(Vase.)

FINEO

Guárdete el cielo.

(Vase.)

LIDORO

Tus plantas

beso. ¡Ay Dánae, quién pudiera

hablarte!

(Vase.)

DÁNAE

¡Quién por no verte,

Lidoro, ni que supieras

de mí, se hubiera anegado

en el mar!

CARDENIO

Ven, Diana bella,

a ver Júpiter qué dice

en maravillas como estas.

DÁNAE

Ven, Perseo.

(Vase.)

PERSEO

Ya yo voy.

GILOTE

Ven, Bato.

BATO

Id vós norabuena,

que yo no pienso ir allá.

ERGASTO

¿Por qué?

BATO

Porque no quijera

ver nada que me acordase

de que hay monstruos y culebras

en el mundo, pues me basta

saber que hay suegros y suegras,

que hay cuñados y cuñadas,

que hay tíos, tías y viejas,

y viejos, y finalmente

que hay...

GILOTE

Di, ¿qué?

BATO

Dueños y dueñas.

(Vanse.)

PERSEO

Loco pensamiento mío,

que cuando ignoras quién eres,

pasar temerario quieres

de la duda al desvarío:

¿adónde te lleva el brío,

presumiendo altivo y vano

que uno y otro horror tirano

tú solo vencer podrás,

si oyendo a un villano estás,

que aún no eres un villano?

¡Quién de Trinacria venciera

el monstruo! Y de África ¡quién

venciera el pasmo también!

Para que nadie pudiera

decir que más que yo era.

Pues a quien se hace por sí

su fortuna, es a quien vi

dar mayor estimación,

que hijos de sus obras son

los hombres; mas...

ANDRÓMEDA

(Dentro.)

¡Ay de mí!

PERSEO

El ¡ay de mí! aquella roca,

antes que yo, pronunció.

No sin causa me quitó

el suspiro de la boca;

pues es mi suerte tan poca,

que ni aun suspirar merece

por el alivio que ofrece

el ay a un triste; y así

no diga yo el...

ANDRÓMEDA

(Dentro.)

¡Ay de mí!

PERSEO

Oírse más cerca parece.

Mal haré, si osado no

descubro cúya es la ira

que anticipada suspira

porque no suspire yo.

(Sale ANDRÓMEDA, de cazadora.)

ANDRÓMEDA

Si el cielo, ¡oh joven!, te dio

valor que desmienta al traje,

siendo de tu vida ultraje

verse de sayal vestida,

procura amparar mi vida

de una fiera, antes que baje

de ese risco, donde ¡ay cielos!

andando a caza la vi.

PERSEO

Cobra el aliento, y de mí

fía, ¡oh beldad!, tus recelos;

que no esos azules velos

en vano a mí te han traído.

ANDRÓMEDA

Que no me siga, te pido,

mientras yo escapo.

PERSEO

Eso no,

que mal podré vencer yo

dejándome tú vencido.

Si mientras te dejo ir,

ella de esos montes baja,

y en otra parte te ataja,

¿de qué te podré servir?

Y así, pues he de morir

en tu defensa, será

bien que no te deje ya,

pues el riesgo de que huir quieres;

está donde tú estuvieres,

no donde la fiera está.

ANDRÓMEDA

Eso es querer que yo hoy

dé en un riesgo por huir

de otro. Ni me has de seguir

joven, ni saber quién soy;

y así, mientras yo me voy,

buscar la fiera procura.

PERSEO

¿No ves que será locura

de vario amor, por hallar

a una fiera, aventurar

el perder una hermosura?

Contigo he de ir, pues contigo

va tu peligro.

ANDRÓMEDA

Eso no.

Quédate.

PERSEO

Mal podré yo

acabarlo ya conmigo.

ANDRÓMEDA

Pues sígueme.

(Vase.)

PERSEO

Ya te sigo.

(Vase.)

ANDRÓMEDA

(Dentro.)

Si a volar te atreves más.

PERSEO

El viento se deja atrás.

(Sale ANDRÓMEDA.)

[ANDRÓMEDA]

¿Aún seguirme intentas?

(Sale PERSEO.)

[PERSEO]

Sí.

ANDRÓMEDA

¡Ay infeliz de ti,

que no sabes dónde vas!

(Vase.)

PERSEO

Como vaya donde fueres,

no temo infelicidad.

ANDRÓMEDA

(Dentro.)

Ya que mi velocidad,

mísero joven, prefieres,

(Sale y da vuelta.)

búscame, si hallarme quieres,

en esta gruta.

PERSEO

Aunque veo

que en la gruta de Morfeo

se ha entrado, tras ella voy.

ANDRÓMEDA

(Dentro.)

Aquí me hallarás, pues soy

la sombra de tu deseo.

(Vase, y salen en lo alto luchando PALAS y la DISCORDIA.)

DISCORDIA

No hallarás, porque primero

le diré yo cuanto pasa

a Juno.

PALAS

Calla, Discordia.

DISCORDIA

¿Cuándo la Discordia calla?

¡Sagrada deidad de Juno!

PALAS

No prosigas.

DISCORDIA

Suelta.

PALAS

Aparta.

No has de hablar.

DISCORDIA

No he de callar.

Mira que en el cielo Palas,

y que Mercurio en la tierra...

PALAS

Suspende la voz.

DISCORDIA

Aparta.

Por declarar el bastardo

hijo de Júpiter andan,

en oprobio de tus celos;

pues si una vez les declaran,

sabrá el mundo que no estima

tu mérito el que te agravia.

PALAS

Suspende la aleve lengua,

mentida deidad, pues basta

que el acento de tu voz,

sonando sin consonancia,

diga quién eres, sin que

lo diga también la saña9

de tu siempre escandalosa

condición.

DISCORDIA

En vano tratas

que calle; y si para esto

de Juno ahora me apartas,

yo sabré volverme a ella.

PALAS

No harás, porque hasta que haya

Mercurio el fin conseguido

que pretende, a cuya causa

con la bellísima imagen

de Andrómeda, llevar traza

a la gruta de Morfeo

a Perseo, mi esperanza

te tendrá aquí.

DISCORDIA

Mal podrás.

PALAS

Escucha...

DISCORDIA

Aparta,

u desde aquí daré voces.

PALAS

Pues mira que si no callas,

te haré callar de otra suerte.

DISCORDIA

¡Qué soberbia con las armas

que te dio Marte, rendido

a tu hermosura y tu gracia,

estás! Pero contra mí

ni escudos ni arneses bastan,

porque ¿qué puedes tú hacerme?

PALAS

Arrojarte deste alcázar.

DISCORDIA

¿Tú a mí?

PALAS

Yo a ti.

DISCORDIA

Pues si Juno

en él me conserva y guarda,

¿de qué suerte podrás tú

obligarme a que dél salga?

PALAS

Desta suerte. Recibid,

montes, en vuestras entrañas

esta mentida deidad

que arroja del cielo Palas.

DISCORDIA

¡Ay infelice de mí!

PALAS

Sigue, Mercurio, la instancia

sin temor, que la Discordia

ya de entre nosotros falta.

Share on Twitter Share on Facebook