Jornada II

Dicen dentro, a un lado PALAS, a otro MERCURIO, y a otro ANDRÓMEDA y PERSEO.

PERSEO

Seguirte tengo, aunque te entres

al centro más pavoroso.

ANDRÓMEDA

Aquí me hallarás, Perseo,

rayo y sombra en humo y polvo.

(Sale ANDRÓMEDA de una parte a otra, y se entra, y múdase todo el teatro al pasar con estos dos versos ANDRÓMEDA, y PERSEO tras ella, como que la ha perdido de vista; y lo que se descubre es la gruta del sueño, y MORFEO viejo venerable sobre unas yerbas de su significación, como son beleños y cipreses, y sale PERSEO.)

PERSEO

¿Qué lóbrega estancia es esta,

en cuyos cóncavos hondos

delirios son cuantos veo,

fantasías cuantas toco?

¡Oh tú, caduca deidad,

que con nombre de reposo,

paréntesis de la vida,

eres la muerte del ocio!

Dime, si una sombra sigo,

¿cómo, ¡ay infelice!, cómo

entre tantas no la encuentro

en sitio tan pavoroso,

si aquí tras ella llegando?...

Mas, ¡ay!, que cuando te invoco,

no ya los conceptos, pero

aun las palabras no formo.

Recíbeme a tus umbrales,

que ya a tus fuerzas me postro,

viva peña entre tus peñas,

vivo tronco entre tus troncos.

MORFEO

Felice, infelice joven,

pues en un instante proprio

eres de unos dioses ceño

y eres cuidado de otros,

lo fiero de una deidad

temple de otra lo piadoso,

y quédese en mi silencio

informe el amor y el odio.

Quién eres has de saber,

y en aquel instante proprio

aun has de ignorar quién eres,

viendo que no es nada todo.

PERSEO

¿Cómo es posible, ¡ay de mí!

que si yo una vez me informo,

vuelva a quedar con la duda?

MORFEO

Ahora te diré cómo.

Representadle, ilusiones,

su nacimiento, de modo

que le vea, y que no sea

creído después de los otros.

(Vase, y descúbrese el retrete con DÁNAE vestida de dama, y cuatro damas con ella cantando, y una dueña.)

PERSEO

¿Mi madre entre tantas reales

pompas, estados y adornos?

¿Qué es esto, cielos?

DÁNAE

Cantad,

por si algún aliento cobro.

DUEÑA

Canten haciendo labor,

que bien puede hacerse todo.

(Cantan.)

[DAMAS]10

Ya no les pienso pedir

más lágrimas a mis ojos,

porque dicen que no pueden

llorar tanto y ver tan poco.

DÁNAE

Bien a la fortuna mía

corresponden letra y tono,

pues lo que lloro y no veo

son mi consuelo y mi enojo.

Mi consuelo, pues no tienen

mis penas más desahogo

que el de la piedad y el llanto

que en estas prisiones formo;

y mi enojo, pues al ver

que dél el alivio gozo,

le aborrezco de manera,

que por no tenerle solo...

ELLA y MÚSICA

Ya no les pienso pedir

más lágrimas a mis ojos.

DÁNAE

¿Para qué, piadosos cielos,

si es, cielos, que sois piadosos,

en dar a un infeliz vida,

quitáis de la vida el logro?

Si a vivir presa nací,

no nacer fuera más proprio,

que no es lisonja de un preso

el dorarle el calabozo.

Si para llorar sin ver

me habéis dejado los ojos,

para todo los quitad,

u dádmelos para todo.

Ved que quejosos de mí,

no quieren uno sin otro...

ELLA y MÚSICA

Porque dicen que no pueden

llorar tanto y ver tan poco.

DÁNAE

¿Qué delito cometí

para que tan riguroso

mi padre me le castigue?

Si enamorado Lidoro

de un retrato, a verme vino,

¿qué causa es de que celoso

tema tanto de su amor,

y fíe de mi honor tan poco,

que me prenda? Mas ¡ay triste!,

¿para qué gimo ni lloro?

Cantad, cantad, repitiendo

una y otra vez a coros...

(Dentro música y empieza a llover oro.)

CORO 2.º

(Dentro.)

El que adora imposibles

llueva oro,

que sin él nada se vence

y con él todo.

DÁNAE

Oíd, ¿qué nuevo acento es

el que por los aires oigo?

DAMA 1.ª

No sé, señora; mas sé

que aun ese no es el asombro.

DÁNAE

Pues ¿qué?

[DAMA] 1.ª

Que de la dorada

techumbre el artesón roto

se viene abajo, lloviendo

sobre nosotras el oro

que le esmaltaba.

[DAMA] 2.ª

Es en vano,

que el que llueve, a lo que noto,

es de más sagrada nube.

DUEÑA

Sea él fino, aunque es hermoso,

y venga como viniere.

(Cogen todas.)

[DAMA] 1.ª

Sin duda que algún dios mozo,

recién heredado, quiere

aplausos de generoso,

y echa el oro por ahí

que le dejó en patrimonio

el viejo dios de su padre.

[DAMA] 2.ª

Coge, Laura.

[DAMA] 1.ª

Ya yo cojo.

Desde hoy señora he de ser

de escaparate y biombo.

[DAMA] 3.ª

Mañana hago treinta estrados,

que ya cinco o seis son pocos.

DUEÑA

Yo el solar de la montaña

que fue de mi abuelo, compro.

[DAMA] 1.ª

Por vida de cuantos hay,

que si mi dote recojo,

y una vez rica me veo,

que no ha de gozarme esposo

letrado: espada y guedeja

ha de ser mi matrimonio.

PERSEO

¿Qué dulce sueño me tiene

aún más que dormido, absorto?

DÁNAE

¿Qué prodigio es este, cielos?

(Baja el águila, y en ella JÚPITER vestido de Cupido.)

JÚPITER

Ya yo a tus dudas respondo.

MÚSICA

El que adora imposibles

llueva oro,

que sin él nada se vence

y con él todo.

JÚPITER

Hermosísima beldad,

en cuyo divino rostro,

por uso lo desdichado

se ha vengado de lo hermoso.

Favonio, el galán de Flora,

que es el que penetra solo

tu alcázar, porque no hay

alcaide para Favonio,

con sus flores me ha pintado

tus perfecciones, de modo

que a tu fama los oídos

se han rendido sin los ojos.

Y para llegar a verte,

del aire mismo celoso,

divirtiéndote las guardas,

aquesta lluvia dispongo;

que el que adora [imposibles

llueva oro,

que sin él nada se vence

y con él todo11.]

DÁNAE

Alada deidad, ¿quién eres?

que tus señas desconozco,

que el oro, el ave y las alas

piensan uno y dicen otro.

(Baja al tablado, y vuela el águila.)

JÚPITER

Júpiter soy, aunque ves

que de las plumas me adorno

de amor, que para llegar

a tu vista más dichoso,

depuesto el ceño sagrado,

depuesto el semblante heroico

con que los rayos esgrimo

y los relámpagos formo,

liberal y hermoso quise

que me vieses; y así tomo

de la ave de Cupido

la ala, y el metal de Apolo;

si bien solo esto bastara,

que para llegar airoso

a los ojos de una dama,

no hay más gala que el soborno:

que el que adora [imposibles

llueva oro,

que sin él nada se vence

y con él todo.]

DÁNAE

Si eres Jove, como dices,

y es fuerza que seas piadoso,

duélete de mí, no quieras

que de tu afecto amoroso

sea trofeo mi vida.

Decreto hay que al punto propio

que entre aquí, aunque sea deidad,

me echen derrotada al golfo

del mar.

JÚPITER

Yo sabré ampararte

cuando alguien te diere enojo.

DÁNAE

¿No es mejor no darle tú

que vengar que le den otros?

JÚPITER

(Ásela de las manos.)12

¿Cuándo lo fue el rendimiento?

DÁNAE

Ahora lo es, ¡cielos, socorro!

JÚPITER

Porque sus voces no escuchen,

decid conmigo vosotros.

DÁNAE

Aunque los vientos confundas,

mi voz saldrá sobre todos:

¡Cielos, piedad! ¡Favor, cielos!

¡Socorro, dioses, socorro!

MÚSICA

El que adora [imposibles

llueva oro,

que sin él nada se vence

y con él todo.]

(Cúbrese toda la gruta de MORFEO y el retrete, y vuelve a quedarse la selva como antes estaba, con las caserías nevadas, quedando admirado PERSEO.)

PERSEO

Oye, aguarda, escucha, espera,

que aunque seas poderoso,

Júpiter, vengaré en ti

de mi madre... Mas ¡qué loco

del sueño despierto!, pues

nada veo, nada oigo

de cuanto veía y oía.

¿No es este aquel sitio proprio

donde mentida ilusión

contra el sangriento destrozo

de una fiera me pidió

favor? Sí; pues ¿cómo?

(Sale DÁNAE, de villana.)

DÁNAE

¿Cómo,

Perseo, cuando caminan

al templo, llevados todos

de dos tan nuevos prodigios,

tú aquí te has quedado solo?

A cuya causa a buscarte

como esposa y madre torno.

PERSEO

¿Quién vio aquellas majestades

y ve estos sayales toscos?

DÁNAE

¿Qué te suspende?

PERSEO

No sé.

DÁNAE

¿Qué tienes?

PERSEO

No sé.

DÁNAE

¿Qué ahogo

te aflige?13

PERSEO

No sé.

DÁNAE

¿Qué pena

lloras?

PERSEO

No lo sé tampoco.

DÁNAE

¿Nada sabes?

PERSEO

No sé nada,

y pienso que lo sé todo.

DÁNAE

¿Cómo?

PERSEO

No sé.

DÁNAE

¿Al no sé vuelves?

PERSEO

Conmigo hiciste lo proprio;

y déjame, no me apures,

obligándome que absorto

te pregunte, ¿qué se hicieron

tus galas y tus adornos,

tus faustos, tus majestades,

presa entre los reales solios

de un alcázar? Mas ¿qué digo?

Mienten las voces que formo,

mienten los sueños que creo

y las fantasmas que ignoro.

DÁNAE

Perseo, de cuanto has dicho,

nada entiendo.

PERSEO

Yo tampoco.

DÁNAE

Dale al aire lo que es suyo.

PERSEO

Sí haré, pues basta estar loco

sin que sepan que lo estoy.

DÁNAE

¡Qué sentimiento!

PERSEO

¡Qué ahogo!

DÁNAE

¡Qué confusión!

PERSEO

¡Qué delirio!

LOS DOS

¡Qué pasmo!

FINEO y UNOS

(Dentro.)

¡Qué horror!

LIDORO y OTROS

(Dentro.)

¡Qué asombro!

PERSEO

Segunda vez de la boca

me ha quitado licencioso

el aire el suspiro.

DÁNAE

¿Quién

de la lengua y de los ojos,

embargándome el gemido,

me ha embarazado el sollozo?

PERSEO

Cuantos al templo subieron,

parece que temerosos

vienen al valle.

DÁNAE

¿Quién duda

que Júpiter riguroso

les ha respondido?

PERSEO

Yo

no lo dudaré, si noto

que dios que sueño en delitos,

no es mucho hallarle en enojos.

Y si es consuelo del triste

la sociedad del ahogo,

callemos en nuestras penas

y oigamos las de los otros.

(Sale BATO.)

BATO

Yo no entiendo aquestos dioses

que andan siempre con nosotros

en oráculos, habrando

allá por sus circumloquios,

que nadie hay que los entienda.

PERSEO

Bato.

BATO

¡Válgame el dios Momo,

que es dios de los que habran más

que deben!

PERSEO

No temeroso

huyas de mí, que ya quiero

ser tu amigo.

BATO

¿De qué modo?

Porque hay modos en amigos,

y hay modillos y hay modorros.

PERSEO

Agradeciéndote el que

me desengañes tú solo.

BATO

Oigan, ya la purga va

obrando. También y todo

era golloría el querer

que obrase al instante proprio.

DÁNAE

Dime a mí, ¿qué hubo en el templo,

que vuelven tan tristes todos?

BATO

Que hicieron sus sacrificios

los dos, y al uno y al otro

Júpiter respondió.

LOS DOS

¿Qué?

BATO

Dos casos bien espantosos.

LOS DOS

¿Qué son?

BATO

De uno no me acuerdo

bien, mas del otro tampoco.

Y pues ya aquí los he dicho,

voy a decirlos a otros,

que no hay cosa como andar

con sus nuevas de retorno

uno engañando a otros tantos,

a otros tintos y a otros tontos.

(Sale FINEO y LIDORO, POLÍDITES, CARDENIO y VILLANOS.)

LOS DOS

¿Qué les habrá sucedido?

FINEO

¡Triste pena!

LIDORO

¡Fiero asombro!

FINEO

No hay consuelo para mí.

LIDORO

Ni para mí le ha de haber.

POLÍDITES

Aunque con vosotros fui

al templo para saber

vuestras respuestas, y oí

la voz de Júpiter, no

entendí de su sentido

el sentido que causó

vuestro temor, y así os pido

me la repitáis.

FINEO

Mal yo

podré con discursos sabios

articular mis agravios

ni sus venganzas, porque

al pronunciarlas, no sé

si aliento tendrán los labios.

Ofrecida al monstruo muera

Andrómeda, su confusa

voz dijo horrible y severa,

pues con solo eso se excusa

de Trinacria la ira fiera;

con que dos desdichas lloro.

Si al oráculo no creo,

el sacrilegio no ignoro;

y si le creo, trofeo

de un monstruo hago a la que adoro,

de suerte que a un tiempo me hallo

entre creello y dudallo,

fiel de uno y otro castigo,

pues muero yo si lo digo

y ella, y todo, si lo callo.

LIDORO

En mí de no menos fiera

respuesta su deidad usa,

pues dijo desta manera:

«De la sangre de Medusa

uno y otro alivio espera»;

de modo que da a entender

que hasta que haya quien dé muerte

a Medusa, no ha de haber

quien nos pueda defender

de persecución tan fuerte.

POLÍDITES

De las dos respuestas creo,

habiendo oído cada una

de por sí, que se hace una.

LOS DOS

¿Cómo?

POLÍDITES

Repita el empleo

cada cual de su fortuna.

FINEO

«Ofrecida al monstruo muera

Andrómeda, que esto excusa

de Trinacria la ira fiera».

LIDORO

«De la sangre de Medusa

uno y otro alivio espera».

POLÍDITES

Luego bien se da a entender

que uno de otro haya de ser

el remedio; y siendo así

que ya no tenéis aquí

que esperar, pues el poder

de Júpiter indignado

hoy con los dos ha mostrado

en uno y otro sentido

que está en Venus ofendido

y está en Minerva agraviado,

sin otra particular

causa de oculto destino

que a mí me obliga a guardar

el puerto; ese es tu camino,

y el tuyo también el mar.

Id en paz.

FINEO

Dudando iré.

¡Ay, Andrómeda! ¿Qué haré

entre callar o morir?

(Vase.)

LIDORO

Tus pies beso. Fuerza es ir;

mas yo, Dánae, volveré.

(Vase.)

POLÍDITES

Cardenio, yo también quiero

dejar la aldea.

CARDENIO

Señor,

no es este el favor primero

que viene, como favor,

tardo y se vuelve ligero.

POLÍDITES

El cielo os guarde, Dïana.

DÁNAE

Él aumente vuestra vida.

POLÍDITES

¡Qué beldad tan soberana!

Aunque ves que mi partida

finjo, Libio, solo es gana

de quedarme retirado

dese monte en lo intrincado,

por si alguna ocasión veo

en que hablar pueda el deseo

a esa Esfinge, que ha robado

con su hermosura, su brío

y su ingenio mi albedrío;

pues pensé que le tenía,

y era porque no sabía

que era suyo y no era mío.

DÁNAE

Padre, de un grande pesar

cuenta te quisiera dar.

CARDENIO

Pues de aquí nos retiremos.

DÁNAE

Ven conmigo, que tenemos

muchas cosas que tratar.

PERSEO

Pues de mí se han recatado,

dejarlos quiero. ¡Oh hado!

Dime, sin tanto desdén,

si fue soñado mi bien.

Pero ¿qué bien no es soñado?

(Vase.)

DÁNAE

Sabrás, padre, que ya están

nuestros sucesos...

[VOCES]14

(Dentro.)

Aparta,

ténganse.

DÁNAE

¡Ay de mí!

CARDENIO

Hacia allí

oí ruido de cuchilladas.

Voy a saber si es Perseo.

(Vase.)

DÁNAE

Tras ti iré.

(Sale LIDORO.)

LIDORO

Detente, aguarda,

que yo he fingido este ruido

porque su industria me valga

para hablarte.

(Sale POLÍDITES al paño, y LIBIO.)

POLÍDITES

Sola el viejo

la dejó: bien es que salga.

Mas otro (¡ay de mí!) por mano

me ganó.

LIBIO

Pues oye y calla.

DÁNAE

Lidoro, ¿pues no bastó

la seña de que callaras,

para que la obedecieras?

LIDORO

Con gente sí, pero...

DÁNAE

Aparta.

LIDORO

Estando sola, ¿cómo es

posible que mi esperanza,

que llora tu muerte, pueda?

DÁNAE

No prosigas, basta, basta;

que importa mucho que nadie

sepa quién soy.

POLÍDITES

Oye y calla.

LIDORO

Si por un retrato tuyo,

bella Dánae soberana...

POLÍDITES

¿Dánae dijo? ¿Si es aquella

que es asumpto de la fama?

LIDORO

Vine a verte, si celoso

Acrisio tu padre, a causa

de nuestras enemistades,

te encerró en aquel alcázar,

que apenas rompió Favonio,

veloz amante del Aura,

si dél no sé por qué...

DÁNAE

¡Ay triste!

LIDORO

Transcendiendo su venganza

de crüel a escandalosa,

de terrible a temeraria,

en un derrotado leño

supe que te echó a las aguas,

y sobre tantas fortunas

te hallo en traje de villana.

¿Cómo es posible que deje,

a costa de vida y alma,

de socorrer tus desdichas,

de socorrer tus desgracias,

y saber, Dánae, en qué puedo

ampararte?

(Sale CARDENIO.)

CARDENIO

No fue nada

el ruido: ven, Diana bella.

(Sale POLÍDITES.)

[POLÍDITES]

Detente, Dánae, no vayas.

CARDENIO

¡Qué escucho!

DÁNAE

¡Qué oigo!

LIDORO

¡Qué veo!

POLÍDITES

Sin que primero mi saña

castigue dos osadías,

contra mi decoro ambas;

bien que la tuya, extranjero,

mandándote que te vayas,

y habiendo vuelto, parece

que hay sagrado que la valga:

y así, a precio de que sepa

de ti quién es esta rara

perfección, quiero a la queja

hacer de tu vida gracia.

Vete, pues, y advierte que

si aquí otra vez...

LIDORO

Señor.

POLÍDITES

Nada

me digas.

LIDORO

¡Ay infelice!

yo me iré, pues mi contraria

suerte para volver solo

a perderla, volvió a hallarla.

¡Ha fortunas de extranjeros,

por cuantos desaires pasan!

(Vase.)

POLÍDITES

¿Cómo, bárbaro villano,

cuando tengo puestas guardas

a estos montes y a estos mares

porque nadie entre ni salga

sin que yo lo sepa, vós

ocultáis en vuestra casa

quizá la beldad que espero,

de quien mis reinos aguardan

los trofeos, las vitorias

y los aplausos que sabia

anticipa en las estrellas

la luz de la judiciaria?

¡Vive el cielo, que a mis manos

has de morir!

DÁNAE

Señor...

POLÍDITES

Nada

ha de valerle tu ruego,

porque eres tú a quien agravia.

CARDENIO

Señor, yo...

(Sale PERSEO.)

PERSEO

¡Qué es lo que miro!

POLÍDITES

Muere, traidor.

PERSEO

Ten la daga,

señor, y emplea...

DÁNAE

¡Ay de mí!

PERSEO

Su cuchilla en mi garganta,

que mejor cortará en estos

bríos que en aquellas canas.

POLÍDITES

Levanta, Perseo, del suelo,

que tú y Dánae...

PERSEO

¡Pena rara!

Dánae dijo.

POLÍDITES

Desde hoy

habéis de deberme tantas

finezas, que la primera

su vida es.

LOS DOS

Beso tus plantas.

POLÍDITES

Y porque no aquí se quede

el principio a mi esperanza...

Libio.

LIBIO

Señor.

POLÍDITES

A la corte

es bien que al instante partas,

y que prevenido vuelvas

de carrozas, joyas, galas,

y todos los aparatos

que convienen a una infanta

de Epiro; y a ti, porque

iguales extremos hagas

con los dos, mi amor te ofrece

darte ejércitos y armadas

con que vengues tus agravios

y restituyas tu patria.

Porque has de saber, Perseo,

que eres de sangre tan alta

que en aquesta obligación

me pone el cielo, en venganza

de la tiranía de Acrisio,

tu abuelo, que en una barca

al arbitrio de la espuma,

pobre, sola y derrotada,

a Dánae contigo en brazos,

al mar, sin vela ni jarcia,

entregó a las fieras ondas.

Paréceme que te extrañas

de que lo sepa; pues no

lo extrañes, porque crïadas,

si con oro callan, Dánae,

dos días, cuatro no callan.

Y así, pues con tus sucesos

hoy mis sucesos se enlazan,

dándose la mano a un tiempo

tu noticia y mi esperanza;

ven conmigo, en tanto que

Libio de la corte traiga

lo que he mandado. Y vosotros,

pastores destas montañas,

venid a pedirme albricias.

TODOS

¡Viva Perseo y Dïana!

POLÍDITES

No digáis Diana, Dánae

es el nombre que la ensalza.

PERSEO

¿Si es que sueño todavía?

Pero sueñe o no, me basta

ser hijo de mis delirios

para emprender cosas altas.

GILOTE

¡Viva Dánae! Y tú perdona

a quien se pone a tus plantas.

PERSEO

Alzad, amigos; que todos

habéis de ser en tan raras

fortunas interesados.

DÁNAE

De confusa y de turbada,

nada a responder acierto.

CARDENIO

Ni yo acierto a decir nada.

DÁNAE

Padre, adiós.

CARDENIO

En dos pedazos

el corazón se me arranca.

POLÍDITES

Venid, y si fue hasta aquí

vuestra fortuna contraria,

ya favorable será.

(Vanse y sale la DISCORDIA.)

DISCORDIA

No será, porque mi rabia

impedir sabrá sus dichas.

(Sale MERCURIO.)

MERCURIO

Sí será, porque mi instancia

todas, sabrá hacer que llegue

a cumplirlas y lograrlas.

DISCORDIA

¿Qué es esto, traidor Mercurio?

¿No basta (¡ay de mí!), no basta

que con tan pública nota

me echase del cielo Palas,

sino que en la tierra tú

también me persigas?

MERCURIO

Calla,

y persuádete a que yo

asistirle tengo en cuantas

acciones intente.

DISCORDIA

Pues

al arma, Mercurio.

MERCURIO

Al arma,

Discordia15.

LOS DOS

Y viva quien venza.

(Sale BATO.)

BATO

¡Bravas novedades andan

en estos montes! Pardiez

que dicen que la arrogancia

de Perseo va saliendo

verdad. Este de las alas

me lo dirá. Caballero,

¿es verdad el runrún que anda

de que es príncipe Perseo,

y que su madre Dïana

es una reina?16

MERCURIO

(Cantando.)

Verdad

es17.

BATO

¡Ay Dios, qué bien canta!

No vi tan buen pajarote

jamás en tronco ni rama.

Vuelva a decirme otra vez

si es verdad.

MERCURIO

(Cantando.)

Verdad es clara.

BATO

¡Ay Dios, y qué gorgorita

que tiene aquí en la garganta!

¿Es algún ruiseñor?

MERCURIO

(Cantando.)

Sí.

BATO

Lo creo en Dios y en mi alma,

que aunque lo señor no veo,

lo ruin sí.

MERCURIO

¿Dónde?

BATO

En la barba.

MERCURIO

Ya que te agradas de mí,

págame lo que te agradas

en una cosa.

BATO

Sí haré.

MERCURIO

Tras esa mujer te anda

por donde quiera que fuere,

y sábeme cuanto trata,

que cuando tú me lo digas,

yo te aseguro la paga.

BATO

Yo lo haré, y iré tras ella

por donde quiera que vaya,

a cuyo efecto me quedo

escondido entre estas matas,

desde donde alcanzo a verla.

MERCURIO

Con aquesta vigilancia,

sin que se guarde de mí,

vendré a saber cuánto trata,

para que anden mis favores

delante de sus venganzas.

(Vase, y vuelve a salir la DISCORDIA por otra parte, recatándose.)

DISCORDIA

Hermosa deidad de Juno divina,

dime, pues sola te invoca mi voz,

¿cómo consientes los ojos de Argos,

que aduerma Mercurio también al pavón?

Mira que van en tu ofensa, y mi ofensa

Palas altiva, y Mercurio traidor,

mejorando aquestas fortunas,

y que yo no puedo lidiar con los dos.

Escucha mi acento.

(Sale JUNO en una tramoya pasando.)

JUNO

(Canta.)

Ya escucho tu acento,

Discordia, y verás que te amparo y te doy

tales armas, que puedas con ellas

lidiar esa diosa y vencer ese dios.

BATO

Otro pájaro canta en el aire,

y no menos bien está. ¡Vive ños,

que pienso que andan los dioses en celo!

DISCORDIA

Pues ¿qué arma ha de ser, que esperándola estoy?

JUNO

Recibe esa vara, y sacude con ella

las duras entrañas de aquese terror,

que espira entre nieve el fuego que guarda

por muerta pavesa de su corazón.

A su golpe el Báratro todo

verás que obedece, rasgando veloz

sus entrañas, en cuyo Cocito

la Hidra y Cerbero primer guarda son.

A su contacto adormece con ella

el uno y el otro tartárico horror,

y pasa a las Furias, y di que dispongan

de Dánae y Perseo la persecución.

Con cuya asistencia no dudo, Discordia,

que pueda tu aliento sangriento y atroz

no solo embotar a Mercurio y a Palas,

en esta lo fiero, en aquel lo veloz,

pero de Jove, mi adúltero esposo,

la publicidad de adorada traición.

Y si a las luces del sol la sacare,

empañe también las luces del sol.

(Cruza el teatro y desaparece.)

DISCORDIA

Pues ya que me dejas la vara en la mano,

verás que al Vesubio de Acaya feroz

hoy rasgando las duras entrañas,

penetro lo horrible y descubro lo atroz.

BATO

Bien raras cositas me han sucedido;

pero con todo tras ella me voy.

DISCORDIA

¡Oh tú, duro centro!

BATO

Allí se ha parado.

Bien para echar a esta parte estoy.

DISCORDIA

Al precepto de Juno, tus senos

franquea al acento infeliz de mi voz,

y en disonante música, opuesta

a la de los dioses, oíd mi invocación.

(Cantan dentro las tres FURIAS.)

FURIAS

¿Qué quieres, Discordia? Que ya a tu obediencia

nos mandan abrir Proserpina y Plutón.

BATO

¡Ay de mí!, ¿qué demonios es esto?

DISCORDIA

¿Quién habla a esta parte?

BATO

Un maldito mirón,

que se ha metido en garitos del diablo,

sin qué ni por qué, a mirar tal visión.

DISCORDIA

Ya que seguir me quisiste,

y aun a mí este horror me espanta,

ve tú delante, que un miedo

de otro miedo se acompaña.

BATO

¿Yo delante? Aqueso no,

que a mí el ir detrás me mandan.

DISCORDIA

Pasa adelante.

(Aparece la Hidra de siete cabezas.)

BATO

¡Ay de mí!

¡Qué mal manojo de caras!

DISCORDIA

No temas.

BATO

No es fácil eso.

DISCORDIA

Pues a buen lado te apartas.

(La de tres cabezas.)

BATO

Tres bocas tiene, sin ser

pistola, boleta o llaga.

Este a un tiempo: perro gozque,

y perro braco y de falda.

DISCORDIA

Toma esa vara, y con ella

sacude aquellas gargantas

y esas fauces.

BATO

¿Qué son fauces?

DISCORDIA

Llega.

BATO

Llegue ella y su alma.

DISCORDIA

En virtud de Juno, duerme,

Hidra, y tú, Cerbero, calla,

y vosotras responded,

oh Furias, que encarceladas

yacéis.

FURIA 1.ª

¿Qué nos atormentas?

FURIA 2.ª

¿Qué nos quieres?

FURIA 3.ª

¿Qué nos mandas?

DISCORDIA

Que de Perseo las fortunas

me ayudéis a que deshaga.

[FURIA] 1.ª

Yo ofrezco alterar las ondas

de suerte que sus armadas

al primer paso que den,

corran el mar borrasca.

[FURIA] 2.ª

Yo, donde fuere perdido,

furias le sembraré tantas

que la menor será amor

con celos sin esperanza.

[FURIA] 3.ª

Yo, ese amor y esa tormenta

creceré a penas tan raras,

que le pondré en los mayores

riesgos, tormentas y ansias.

DISCORDIA

Pues con esa condición,

yo acepto las tres palabras;

y en fe de que asistiréis

las tres siempre a mi venganza,

cerrad el seno horroroso.

BATO

Eso no, hasta que yo salga.

Seor can Cerbero, seor Hidra,

adiós, veámonos mañana.

(Vase.)

LAS TRES

Ve segura, que a las tres

tendrá siempre tu esperanza

promptas para tu obediencia.

DISCORDIA

Pues, Furias, al arma.

LAS TRES

Al arma.

DISCORDIA

Que tengo de ver, si el infierno os desata18,

qué vale Mercurio y qué puede Palas.

(Vanse, cúbrese todo, y sale FINEO y CELIO.)

FINEO

A tierra, a tierra, y haciendo

alto todos, nadie llegue

primero que yo a las plantas

de Andrómeda, que la breve

esfera de aquella quinta

hizo su fábrica verde,

o bien de su oriente ocaso,

o mal de su ocaso oriente.

CELIO

Dicha ha sido que tan presto

saliera a tierra la gente,

antes de verse asaltada

de dos contrarios crüeles.

FINEO

¿Cómo?

CELIO

Como apenas vio

la urca el airado huésped

de sus ondas, cuando horrible

las turbadas alas mueve,

haciéndola que zozobre

al espolón de su frente,

al tiempo que amotinado

de espuma el imperio leve,

montes de piélagos hace,

que al sol la cerviz encrespe.

La Armada anegó, que vimos

que hecha ciudad de bajeles

a Epiro iba.

FINEO

Al cielo gracias,

que arribé yo; aunque no tiene

mucho de piedad el que

para ser vencido, vence.

¿Avisaste, Celio, ¡ay triste!,

a cuantos conmigo vienen

que nadie a decir se atreva

el oráculo inclemente

de Andrómeda?

CELIO

Sí señor;

bien que ocioso me parece.

FINEO

¿Por qué?

CELIO

Porque no hay secreto

que entre muchos se conserve;

y más, cuando de un peligro

están los demás pendientes.

FINEO

Cumpla mi amor con mi amor,

que menos inconveniente

es quitar a todos vida

que dar a Andrómeda muerte.

(Sale el REY DE TRINACRIA y ANDRÓMEDA.)

REY

Por las señas del bajel,

conocí que el tuyo fuese,

porque al instante previne

que otro ninguno pudiese

sulcar estos mares; pues

nadie sin los intereses

particulares, tocara

las amenazas crüeles

de ese bandido pirata,

que nunca en mi daño duerme.

FINEO

Mayores riesgos, señor,

es justo que yo desprecie

en tu servicio, y mayores

peligros y inconvenientes

en el de Andrómeda, a quien

suplico, después que bese

tus pies, que me dé licencia

para que rendido intente

poner los labios adonde

ella las plantas; pues tienen

tan buenas señas los labios,

que no es posible que yerren

el sitio, pues al hermoso

contacto de fuego y nieve,

cuanto va ajando en jazmines,

viene brotando en claveles.

ANDRÓMEDA

Guárdete el cielo, ¡ay fortuna!

¿Dónde dicen que estar suelen

Sirtes y Scilas, si al fin,

sin que unas y otras encuentre,

un aborrecido parte,

y un aborrecido vuelve?

REY

¿Qué hay, Fineo, del intento

que te ausentó? ¿Ahora enmudeces?

¿Mirando al cielo suspiras?

Y si los ojos no mienten,

las lágrimas que recatas,

bien como hurtadas las viertes.

¿Qué es esto?

FINEO

No sé, señor.

Mas sí sé: Amor, no me afrentes.

Júpiter, en Venus bella,

por los informes aleves

de las ninfas de Nereo,

ofendido está de suerte,

que con víctimas humanas

desea satisfacerse.

Vírgines vidas, aún no

de amor las nevadas sienes

domadas al yugo que

fácil peso y carga débil,

han de ser su sacrificio,

si ya de su sed ardiente

la hidropesía no apaga

sangre de Medusa aleve.

Medusa, monstruo africano,

cuyo cabello, de sierpes

coronado, es duro asombro

de cuantos desde su albergue,

basilisco de las vidas,

en duros troncos convierte.

Su sangre, de nuestro monstruo,

es el tósigo que puede

con su veneno postrarle,

con su tósigo vencerle,

de suerte que hasta que haya

quien uno matar intente,

no es posible morir otro;

y aún no es el mayor mal este,

sino alguno que quizá

es fuerza que yo reserve,

porque es tan escandaloso19,

tan riguroso, tan fuerte,

que aun callado mata: mira

lo que hará dicho.

REY

Suspende

la voz, Fineo; y pues no

hay medio que nos consuele,

muramos todos a manos

desta venenosa peste,

hasta que Venus aplaque

tantas cóleras, y cesen

las repetidas querellas

de las Nereidas crüeles.

ANDRÓMEDA

Ya extrañaba yo que había

consuelo que tú trajeses.

FINEO

Pues aun, si bien lo supieras,

lo extrañaras de otra suerte.

ANDRÓMEDA

¿Cómo?

FINEO

Como solo hay uno

para todos, y no debes

saber tú dél.

ANDRÓMEDA

No me espanto,

que si tú le traes, no puede

ser consuelo para mí.

FINEO

Por más, señora, que esfuerces

de tus aborrecimientos

los no olvidados desdenes,

por lo menos esta vez

no me quitarás que llegue

a saber yo para mí

que es mucho lo que me debes.

ANDRÓMEDA

¿Yo?

FINEO

Sí.

ANDRÓMEDA

¿Qué te debo?

FINEO

Nada.

ANDRÓMEDA

Nada y mucho, ¿cómo puede

ser?

FINEO

Como es mucho, señora,

para que yo...

ANDRÓMEDA

Di.

FINEO

Lo aprecie,

y nada, para que tú

lo agradezcas: que quien quiere

tan rendido como yo,

tan constante y tan prudente,

nunca es mucho lo que calla,

siempre es poco lo que siente.

ANDRÓMEDA

Huélgome de no saber

la causa, porque no quede

obligación.

FINEO

Y yo

me huelgo de que te huelgues,

que no es poca granjería

de un triste hacer un alegre.

ANDRÓMEDA

No lo estoy yo; que antes sufro

destemplados accidentes

de muchas melancolías

que la tregua que hoy conceden,

solo es ignorar que haya

que tenga que agradecerte.

FINEO

Pues ignorarlo no importa,

que el que una fineza ofrece,

por ganar las gracias, no

la sirve, sino la vende.

ANDRÓMEDA

Eso es decir que la hay,

y basta para que deje

de ser fineza.

FINEO

No basta;

que hay unas de tal especie,

que aunque se dicen, se callan.

ANDRÓMEDA

¿Cómo?

FINEO

Como no se pueden

adivinar, y se quedan

dichas y calladas siempre.

ANDRÓMEDA

Tan poca curiosidad

la mía es, que no me mueve

a saberla.

FINEO

Eso me basta

para que yo serlo piense.

ANDRÓMEDA

Ninguna al monte me siga;

quieran los cielos que encuentre

con alguna fiera, en quien

tan necios desaires vengue.

(Vase.)

FINEO

¿Cuándo, Laura, han de tener

término las altiveces

con que siempre me ha tratado?

LAURA

Tarde o nunca, me parece;

porque tarde o nunca hay quien

lo que es natural enmiende.

FINEO

¿Luego tarde o nunca, ¡ay triste!,

será posible que lleguen

a enmendarse mis desdichas?

Y así, habré de vivir siempre

diciendo...

DISCORDIA

(Dentro.)

¡Ay de mí, infelice!

FINEO

¿Qué nuevo lamento es este?

LAURA

Están tan acostumbrados

a repetidos desdenes

estos montes y estos mares,

que no hay quien saber intente

quién se queja. Bien que allí

derrotado me parece

que ha dado en tierra un pequeño

esquife.

PERSEO

(Dentro.)

¡Cielos, valedme!

FINEO

Menos la segunda voz

que la primera me mueve,

porque de mujer aquella

me pareció; y pues no puede

a lástima de mujer

noble oreja ensordecerse,

seguir tengo el boreal norte

de su suspiro.

(Vase.)

LAURA

Crüeles

hados, ¿cuándo han de acabarse

tantas ansias?

DISCORDIA

Cuando llegue

la venenosa sed mía

en sangre a satisfacerse

de Perseo, por quien hoy

Mercurio y Palas me ofenden.

Y pues que las desatadas

furias su armada acometen,

de suerte que no hay bajel

que por rumbos diferentes

no haya arribado, dejando

en su amparo solamente

un esquife, que a esta playa

le ha sacado, en ella intenten

perseguirle mis rencores,

a cuya causa pretenden

darle un Fineo en contrario,

tan poderoso, tan fuerte,

que con sus celos le mate,

o por lo menos le empeñe

a que muera despechado.

A cuyo fin, será este

bosque de amor y de celos

teatro en que represente

sus tragedias20 su fortuna.

Y para que el acto empiece,

¡ay infelice de mí!,

repetiré tantas veces,

cuantas muevan a Fineo

que tras mis ecos se acerque,

donde vea sus desdichas.

Atención, orbes celestes,

al mayor de mis engaños.

PERSEO

¡Valedme, cielos!

BATO

Valedme

a mí también, si es que hay

piedad para los sirvientes.

PERSEO

¿Qué intrincada selva es esta,

donde las iras crüeles

del mar nos han derrotado?

BATO

¡Muy lindo descuido es ese!

Pues ¿a quién se lo preguntas?

¿Sé yo más de que imprudente,

después que de aquel infierno

que te he contado otras veces,

salí, te hallé de una armada

general, y por hacerte

lisonja, quise seguirte,

pasándome neciamente

a ser escudero andante?

¿Sé más de que tus bajeles,

embestidos de las Furias

que desatadas te ofenden,

apartados unos de otros,

todos de vista se pierden?

¿Sé más que por tomar tierra,

en un esquife te metes

conmigo? Pues ¿qué me haces

preguntas impertinentes?

PERSEO

Mira si acaso descubres

población, cabaña o gente

por aqueste despoblado.

BATO

¡Muy linda flema te tienes!

Cuando ves que en todo el monte

solo hay riscos con que encuentre.

PERSEO

¿Para qué, deidad injusta,

que a cargo mi vida tienes,

verdad los sueños hiciste

de aquella sombra aparente?

¿Para qué le revelaste,

por extraños accidentes

a Polídites quién era

Dánae? ¿Para qué inclemente

le pusiste en que la armada

a la conquista me diese

de mi patria, si al primero

paso a mi dicha previenes

que para dar con los males,

solo acechase los bienes?

Dejárasme en mi desdicha,

sin que de un punto a otro hiciese

la cuna21 de mis pesares

sepulcro de mis placeres.

Mas ¿qué temo de los hados,

ni contrastes ni vaivenes,

que nunca crece a ser grande

el que sin desdichas crece?

Sígueme por esta parte.

(Sale ANDRÓMEDA.)

ANDRÓMEDA

Allí las hojas se mueven;

sin duda allí alguna fiera

emboscada yace. Muere

a la acerada cuchilla

de mi venablo.

PERSEO

Detente,

divino asombro, porque

si es que mi vida te ofende,

a menos costa del golpe

tienes lograda mi muerte.

ANDRÓMEDA

Galán joven, ya no en vano

vista y acción se suspenden.

DISCORDIA

¡Ay infelice de mí!

¿No hay quien a ampararme llegue?

(Sale FINEO.)

FINEO

Si llamas huyendo, ¿cómo

habrá quien contigo encuentre?

Mas, ¡ay infeliz!, ¿qué miro?

¿Cúyo, errado acento, eres,

que me llamas con piedades

y con rigores me ofendes?

PERSEO

¿Para qué segunda vez,

hermosa deidad, pretendes

que con tus sombras me alumbre

y con tus luces me ciegue?

Para rendirme a tus plantas,

no es menester que ensangrientes

el asta, que ya tú sabes

cuán sin peligro me vences.

FINEO

Gallardo joven, ¡ay triste!,

a Andrómeda humildemente

postrado adora. Estas ramas

me oculten, hasta que llegue

a ver si mienten mis celos.

Mas ¿cuándo los celos mienten?

ANDRÓMEDA

Extranjero peregrino,

enmudecida dos veces

me tienes a tus acciones,

y a tus razones me tienes;

¿cuándo me viste otra vez?

PERSEO

Si importa que yo me deje

engañar, porque quizá

alguien en tu alcance viene,

yo lo haré; pero no quieras

que conmigo no me acuerde

de otra vez que vi tus soles

para mí menos crüeles.

ANDRÓMEDA

¿Tú me has visto otra vez?

PERSEO

Sí,

por señas de que tú eres

a quien debo honor y vida.

ANDRÓMEDA

Hombre, tú a mí ¿qué me debes?

FINEO

Sin duda que ella me ha visto

y disimular pretende.

PERSEO

Débote el primer aliento,

para que imagine y piense

que soy más de lo que soy,

al ver que me favoreces,

llevándome donde vea

de aquel mi primer oriente

el extraño origen.

ANDRÓMEDA

¿Yo?

¿Dónde, cómo u de qué suerte?

BATO

¿Mas que la hace creer

él que la ha visto otras veces?

PERSEO

¿Tú lo sabes?

ANDRÓMEDA

No sé nada;

y déjame, no me fuerces

a decirte que te engañas,

y que ¿para qué pretendes

valerte de otras traiciones,

si puedes, joven, valerte

de tu gala y de tu brío?

Pero ¿quién mi aliento mueve?

¿De cuándo acá (¡ay infelice!)

se dieron mis altiveces

al partido del agrado?

Miente el labio, la voz miente,

huya el peligro.

PERSEO

Eso no.

ANDRÓMEDA

Suelta.

PERSEO

Aguarda.

ANDRÓMEDA

Aparta.

PERSEO

Tente,

que no ya como otra vez,

has de ser sombra aparente

que desvanecida huyas.

ANDRÓMEDA

Pues ¿quién podrá detenerme?

(Sale FINEO.)

[FINEO]

Yo podré, para que veas,

dando a ese joven la muerte

a tus ojos...

ANDRÓMEDA

¡Ay de mí!

PERSEO

¿Uno de los dos no es este

que vi en el templo de Acaya?

FINEO

Que el duelo de las mujeres

está en que ellas nos agravien

y en que en nosotros se venguen.

Muera un infeliz a manos

de un feliz, y quien merece

de ti el honor y la vida,

que confiesa que te debe.

PERSEO

Primero será la tuya

de mi espíritu valiente

trofeo.

BATO

Esto nos faltaba.

ANDRÓMEDA

Tente, joven, Fineo, tente.

FINEO

Deja que quien muere mate.

PERSEO

Deja que mate quien muere.

DISCORDIA

Ya que conseguí el principio,

conseguir el fin no deje.

Llegad todos, que a Fineo

dan dos extranjeros muerte.

BATO

No da, sino solo uno,

que yo soy, si bien se advierte,

cero veces cero, nada.

(Sale el REY y Soldados.)

REY

Muera quien mi sangre ofende.

PERSEO

¿Qué es morir? Todos sois pocos

como a mí este sol me aliente.

BATO

No son, señor, sino muchos.

Huye.

PERSEO

¿Que eso me aconsejes,

pudiendo morir matando?

BATO

Pues si el consejo no quieres,

mira como yo le tomo.

(Vase.)

ANDRÓMEDA

¡Quién vio confusión más fuerte!

FINEO

Esperad, no le matéis.

REY

Pues ¿tú su vida defiendes?

FINEO

Sí, porque no ha de morir

con tan generosa suerte,

como a vista de quien ama,

desesperado y valiente.

No quiero que muera airoso

a vista de lo que quiere,

porque el acero y los ojos

no le equivoquen la muerte,

y muriendo de la herida,

que muere del amor piense.

Y pues que en llegando a celos,

no hay pundonor que no cese,

pues el que siente más noble

es quien más infame siente,

civilmente de los hados

mis sinrazones me venguen.

Quien me acusa de tirano,

de ingrato, fiero y aleve,

vea sus celos, verá

que el más atento y prudente

puede callar con desprecios,

pero con celos no puede.

Quien pierde una dama, menos

sensible dolor padece

para que muera, que cuando

para otro galán la pierde.

El oráculo que yo

callé sacrílegamente,

manda que al sañudo, al fiero

monstruo Andrómeda se entregue.

No creáis a mis desdichas,

creed a todos los que vienen

conmigo: y pues del silencio

mi ceguedad os absuelve,

hablad todos, decid todos

si es verdad que el cielo quiere

que a Venus se satisfaga

con la que a Venus ofende.

Entregadla, si queréis

que vuestras desdichas cesen;

cesarán también las mías,

si a la distancia se atiende

de la lástima a la envidia;

pues menos inconveniente

será ver a la que adoro

(ya que a perderla me fuercen)

en poder de quien la mate

que en poder de quien la aprecie.

REY

Oye.

ANDRÓMEDA

Aguarda.

REY

Escucha.

ANDRÓMEDA

Espera.

REY

Tirano.

ANDRÓMEDA

Traidor.

REY

Aleve.

ANDRÓMEDA

Que celoso te recuso,

pues miente tu voz.

CELIO

No miente;

esto Júpiter ordena,

y pues ya público viene

a estar, ofrecerla trata;

que sea al fin cuya fuere,

menos importa una vida,

que tantas como perecen.

UNOS

Andrómeda muera.

OTROS

Muera.

REY

Vasallos y amigos fieles,

no un despecho os ocasione

a seguirle y a creerle.

TODOS

La verdad es la que ha dicho.

REY

Dadme plazo en que yo llegue

a averiguarlo.

CELIO

Una luna

por mí el pueblo te concede.

REY

Yo lo acepto. ¡Oh si entre tanto

mi fin y no el tuyo viese!

ANDRÓMEDA

¡Suerte injusta!

REY

¡Triste hado!

ANDRÓMEDA

¡Fiera pena!

REY

¡Estrella fuerte!

¡Ay, hija, lo que me cuestas!

(Vase.)

ANDRÓMEDA

¡Ay, joven, lo que me debes!

(Vase.)

PERSEO

¿Qué es lo que pasa por mí?

¿Quién vio en un espacio breve

tantas penas, tantas ansias

como mi vida acometen,

como mi discurso asaltan

y mis pensamientos vencen?

Dioses, si algún auxiliar

de una hermosura se duele,

de unos celos se lastima,

de un amor se compadece;

permitidme que me diga

piadoso, humano y clemente,

¿de qué suerte podré yo

volver por mí?

(Sale MERCURIO.)

MERCURIO

(Canta.)

Desta suerte:

Ama, espera y confía;

porque no puede

el que vence sin riesgo,

decir que vence.

PERSEO

¿Quién eres, hermoso joven,

que dulce y veloz dos veces,

suspendes, no sin asombro,

al aire que te suspende?

¿Quién eres, que tremolando

los alados martinetes

del sombrero y del coturno,

vuelas pájaro celeste?

MERCURIO

Soy quien de tus altos hechos,

Perseo, a su cargo tiene

que la Discordia no logre

las iras con que te ofende.

Mercurio soy, que a animarte

vengo, para que no entregues

al acaso la esperanza,

ni el valor al accidente.

No temas, pues, de los hados,

ni contrastes ni vaivenes,

que nunca crece a ser grande

quien sin sobresaltos crece.

Ama, espera [y confía;

porque no puede

el que vence sin riesgo,

decir que vence.]

PERSEO

Perdóname que de ociosa

a tu persuasión moteje,

pues el brío a que persuades,

yo le tengo.

MERCURIO

Pues ¿qué temes?

PERSEO

Que falten medios al brío

con que generoso intente

la ejecución.

MERCURIO

Pues porque

lo menos de mí no pienses,

quiero de mi caduceo

hacerte dueño; con este

cetro de áspides atado,

los ojos de Argos se aduermen.

Aduerme con él los ojos

de Medusa, porque llegues,

vencido un monstruo, a vencer

otro.

PERSEO

Aunque es justo que acete

humilde, puesto a tus plantas,

el alto don que me ofreces;

¿de qué suerte podrá el cetro

asegurar que me acerque

sin que a lo lejos su vista

me mate antes?

(PALAS en una apariencia en alto.)

PALAS

Desta suerte:

Ama, espera [y confía;

porque no puede

el que vence sin riesgo,

decir que vence.]

Yo, que la deidad de Palas

soy, a quien también competen

tus triunfos, porque no menos

que a Mercurio me engrandecen,

a su don vengo a añadirte

este escudo transparente,

que de Estérope22 y de Brontes

le dio la fatiga temple.

Experiencias que si el fiero

basilisco a sí se viese,

a sí se mate, porque

en sí su veneno vierte.

PERSEO

Sí; mas ¿cómo recibirle

puedo? Porque no es decente

pedirte que tú le bajes,

que si Mercurio desciende

a la tierra, no es lo mismo

que tú el alto solio dejes

de tu epiciclo, que al fin

deidad de otro sexo eres,

cuyo respeto me turba,

me embaraza y me suspende,

para que no te suplique

que del orbe que transciendes

abatas el vuelo; pues

para que se privilegien

mujeres que son deidades,

no dejan de ser mujeres.

PALAS

Agradecida de oír

tus atenciones corteses,

quiero, dejando mi solio,

bajar a donde te entregue

el escudo.

(Baja.)

PERSEO

¡Qué favor!

MERCURIO

Tú, Perseo, le mereces,

que eres de Júpiter hijo,

diciéndote una y mil veces...

LOS DOS

Ama, espera [y confía;

porque no puede

el que vence sin riesgo,

decir que vence.]

MERCURIO

Recibe, pues, estos dones.

PERSEO

Tu caduceo el tridente

será, con que yo felice

piélagos de luz navegue.

PALAS

Voyme a mi sagrado solio.

MERCURIO

Voyme a los orbes celestes.

PALAS

Donde mi favor te ampare.

MERCURIO

Donde mi favor te aliente.

PALAS

Para que felice triunfe.

MERCURIO

Para que dichoso reines.

PALAS

Venciendo dificultades.

MERCURIO

Allanando inconvenientes.

PERSEO

Ninguno habrá para mí

que no postre, no atropelle,

como aquel escudo embrace

y este caduceo gobierne.

LOS DOS

Pues en esa confïanza,

digamos una y mil veces:

Ama, espera y confía;

[porque no puede

el que vence sin riesgo,

decir que vence.]

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