Jornada I

Dentro instrumentos y voces, y salen en tropa todos los que puedan vestidos de indios, cantando y bailando YUPANGUÍ, indio galán, un SACERDOTE, GLAUCA y TUCAPEL, y detrás de todos GUÁSCAR INGA, rey, todos con arcos y flechas.

YUPANGUÍ

En el venturoso día

que Guáscar Inga celebra

edades del sol, que fueron

gloria suya y dicha nuestra,

prosiga la fiesta.

MÚSICA

Prosiga la fiesta,

y aclamando a entrambas deidades,

del Sol en el cielo, del Inga en la tierra,

al son de las voces repitan los ecos,

que viva, que reine, que triunfe y que venza.2

INGA

¡Cuánto estimo ver que a honor

de la consagrada peña

que desde Copacabana

sobre las nubes se asientan,

en hacimiento de gracias

de haber sido la primera

cuna del hijo del Sol,

de cuya clara ascendencia

mi origen viene, os mostréis

tan alegres!

YUPANGUÍ

Mal pudiera

nuestra obligación faltar

a tanta heredada deuda.

Cinco siglos, gran señor,

de dádiva tan excelsa

como darnos a su hijo

para que tú dél desciendas,

se cumplen; y hoy otros cinco

ha que cada año renuevan

la memoria de aquel día

todas tus gentes, en muestra

de cuánto a su luz debimos

y así no nos agradezcas

festejos que de dos causas

nacen hoy: una que seas

tú nuestro monarca, y otra

que al culto en persona vengas,

a cuyo efecto hasta Túmbez,

donde el Sol su templo ostenta,

a recibirte venimos,

diciendo en voces diversas.

ÉL y MÚSICA

Que vivas, que reines,

que triunfes y venzas.

INGA

De una y otra causa, a ti

no poca parte te empeña,

Yupanguí, pues que no ignoras3

desciendes también de aquella

primera luz, por quien de Inga,

ya que no la real grandeza,

la real estirpe te toca.

YUPANGUÍ

Mi mayor fortuna es esa.

(Aparte.)

Bien que mi mayor fortuna,

si he de consultar mis penas,

no es sino ser el felice

día en que a Guacolda, bella

sacerdotisa del Sol,

llegué a ver. ¡Ay de fineza

que al cabo del año un día

está con mirar contenta!

SACERDOTE

Pues en tanto que llegamos

a la falda de la sierra,

donde las sacerdotisas

deste templo es bien que vengan,

puesto que allá ha de ser hoy

la inmolación de las fieras

que llevamos encerradas,

para sus aras sangrientas,

prosiga el canto.

GLAUCA4

Bien dice.

El baile, Tucapel, vuelva.

TUCAPEL

¿Es por mostrar, Glauca, cuánto

de hacer mudanzas te precias?

YUPANGUÍ

¿Que siempre habéis de reñir?

LOS DOS

Pues, ¿quién sin reñir se huelga?

YUPANGUÍ

¿Ni quién sino yo tendrá

para sufriros paciencia?

MÚSICA

Prosiga la fiesta,

aclamando a entrambas deidades,

del Sol en el cielo, del Inga en la tierra,

al son de las voces repitan los ecos

que viva, que reine, [que triunfe y que venza.]5

[ESPAÑOLES6]

(Dentro a lo lejos.)

¡Tierra, tierra!

[OTROS

¡Tierra, tierra!]7

INGA

Oíd. ¿Qué extrañas voces son

las que articuladas suenan

como humanas, sin saber

lo que nos dicen en ellas?

YUPANGUÍ

No extrañéis que en estos montes

voces se escuchen tan nuevas,

pues tantos ídolos tienen

como peñascos sus selvas.

Desde aquí a Copacabana

no hay flor, hoja, arista o piedra

en quien algún inferior

dios no dé al Sol obediencia.

Y así, no solo se oyen

aquí equívocas respuestas

de idiomas que no entendemos;

pero se ven varias fieras

que por los ojos y bocas

fuego exhalan y humo alientan.

¿Y qué mayor que haber visto

una escamada culebra

tal vez, que todo el contorno

enroscadamente cerca

hasta morderse la cola

dando a su círculo vuelta,

como que da a entender cuánto

es misteriosa la selva,

a quien hacen guarda tales

prodigios?

INGA

Que este lo sea

no será razón que a mí

me turbe ni me suspendas.

Prosiga la fiesta.

MÚSICA

Prosiga la fiesta,

y aclamando a entrambas deidades,

del Sol en el cielo, [del Inga en la tierra,

al son de las voces repitan los ecos

que viva, que reine, que triunfe y que venza.]

(Dentro PIZARRO a lo lejos.)

PIZARRO

Pues ya vemos tierra, ¡ea!,

para arribar a su orilla,

amaina.

TODOS

Amaina la vela.

(Vuelven a bailar, y a suspenderse.)

INGA

Callad, pues vuelven las voces,

por si podéis entenderlas.

INDIO

Silencio.

OTRO

Silencio.

GUACOLDA

(Dentro.)

¡Ay triste!

INGA

¿Qué nuevo eco se lamenta

ya en nuestro idioma?

TUCAPEL8

(Aparte.)

El de una

mujer, y según las señas

sacerdotisa.

YUPANGUÍ

Guacolda

es la que diciendo llega.

(Sale GUACOLDA como asustada.)

GUACOLDA

Valientes hijos del Sol,

cuya clara descendencia

hasta hoy lográis en el grande

Inga que en vosotros reina,

suspended los sacrificios

que a su alta deidad suprema

prevenís, y acudid todos

a mi voz y9 a la ribera

del mar, a ver el prodigio

que a nuestros montes se acerca.

INGA

Hermosa sacerdotisa,

cuya divina belleza

te acredita superior

a cuantas el claustro encierra

a su deidad consagradas,

¿qué es esto?

([Aparte.]

Hablar puedo apenas,

admirado en hermosura

tan rara.) Cuando te espera

tanto concurso10 a que tú

sus ricos dones ofrezcas,

en vez de venir festiva

y acompañada de bellas

ninfas del Sol, sola, triste,

confusa, absorta y suspensa

a turbarlos vienes.

GUACOLDA

No

me culpes hasta que sepas,

generoso Guáscar Inga,

la causa.

INGA

¿Qué causa es?

GUACOLDA

Esta.

YUPANGUÍ

[Aparte.]

¿Quién creerá que muero yo

por saberla y no saberla?

GUACOLDA

De ese templo que a la orilla

del mar brilla, en competencia

del que a la orilla también

de la laguna que cerca

de Copacabana el valle

yace, vista de la peña

en cuya eminente cumbre

el Sol una Aurora bella

amaneció para darnos

a su hijo, porque fuera

no menos noble el cacique

que domine las setenta

y dos naciones que hoy,

después de partir herencias

con tu hermano Atabaliba

mandas, riges y gobiernas.

De ese templo, otra vez digo,

salí con todas aquellas

que al Sol dedicadas, hasta

que por su suerte merezcan

ser su víctima algún día,

viven a su culto atentas,

con deseo de llegar

tan rendida a tu presencia

que fuesen mi alma y mi vida

el primer don de la ofrenda;

cuando, volviendo los ojos

al mar, vimos en su esfera

un raro asombro, de quien

no sabré darte las señas;

porque si digo que es

un escollo que navega,

diré mal, pues para escollo

le desmiente la violencia;

si digo preñada nube

que a beber al mar sedienta

se abate, diré peor,

porque viene sin tormenta11;

si digo marino pez,

preciso es que me desmientan

las alas con que volando

viene; y si digo velera

ave el que nadando viene,

también desmentirme es fuerza.

De suerte que a cuatro visos

monstruo es de tal extrañeza,

que es escollo en la estatura,

que es nube en la ligereza,

y aborto de mar y viento,

pues con especies diversas,

pez parece cuando nada

y pájaro cuando vuela.

Los gemidos que pronuncia,

voces son de extraña lengua

que hasta hoy no oímos. Y al verle,12

todas huyeron ligeras

a salvar la vida, viendo

que si a tierra una vez llega,

será en vano que la huida

las ampare ni defienda.

Pues quien corre tan veloz

por el mar, ¿qué hará por tierra?

Sola yo, no al valor tanto

como al desmayo sujeta,

absorta me quedé, y viendo

que habían cerrado las puertas

del templo a mi retirada,

ni bien viva ni bien muerta,

hasta este sitio he llegado,

donde para que no creas

más a mi voz que a tus ojos,

te pido que al mar los vuelvas.

Mírale, pues, cuán horrible

ya a las orillas se acerca.

Sálvete, señor, la fuga,

pues no puede la defensa.

INGA

¡La fuga salvarme a mí

contra quien en vano engendra

portentos ni tierra ni agua,

ni aire ni fuego! Las flechas

que contra otros animales,

bien que no de igual fiereza,

emponzoñadas usamos

de mil venenosas yerbas,

contra este flechad; que yo

seré13 el primero que emprenda

lograr el tiro.

YUPANGUÍ

A tu vida

mi pecho el escudo sea.

¡Ay Guacolda, si entendieses

tan equívoca fineza,

que es lealtad cuando me obliga,

y es amor cuando me fuerza!

GUACOLDA

¡Oh, si tú, Yupanguí, vieses

los pesares que me cuestas!

TODOS

Todos haremos lo mismo.

TUCAPEL

Sino yo, Glauca.

GLAUCA

¿Qué intentas?

TUCAPEL

Que tú te pongas delante,

con que a todos nos remedias.

GLAUCA

¿Yo a todos?

TUCAPEL

Sí.

GLAUCA

¿Cómo?

TUCAPEL

¿Cómo?

Si te coge la primera

a ti, de ti quedará

tan ahíto, que no tenga

hambre para los demás.

INGA

Pues ya que la lealtad vuestra

en mi defensa se ponga,

no venga a ser en mi ofensa.

Igual con todos, haremos

ala, y de nuestras saetas

tan espesa sea la nube

que sobre su escama llevaba

los congelados granizos

de piedra y pluma, que muera

en las ondas desangrada.

PIZARRO

(Dentro.)

Echa el áncora y aferra

haciendo a esos montes salva.

GUACOLDA

¿Qué esperáis, cuando ya expuesta

al tiro está?

(Al disparar ellos al vestuario, disparan dentro una pieza, y todos se espantan.)

VOCES

(Dentro.)

Dale fuego.

UNOS

¡Qué asombro!

OTROS

¡Qué horror!

TODOS

¡Qué pena!

TUCAPEL

¡Qué bravo metal de voz

tiene la señora bestia!

INGA

Monstruo que con tal bramido

al verse herido se queja,

de los abismos sin duda

aborto es.

GUACOLDA

Pues no aprovechan

contra él las flechadas iras

de nuestros arcos y cuerdas,

defiéndanos de los montes

la espesura.

TODOS

Entre sus breñas

nos amparemos.

(Vanse.)14

INGA

¡Cobardes!

¡Así a vuestro rey se deja!

Pero, ¿qué importa, si quedo15

yo conmigo?

YUPANGUÍ

Considera

que cuando de conocido

la vida, señor, se arriesga,

todos dicen que es valor,

mas ninguno que es prudencia16.

En ventajosos17 peligros

donde no alcanza la fuerza

alcance la industria.

INGA

¿Cómo?

YUPANGUÍ

Manda desatar las fieras

que están para el sacrificio

en diversas grutas presas,

y fieras a fieras lidien,

cebándose antes en ellas

que no en las gentes, aquese

asombro.

INGA

Bien me aconsejas.

Ceda el brío a la razón

una vez.

(Aparte.)

Mejor dijera

ceda al gusto, pues por solo

salvar la vida de aquella

hermosa sacerdotisa

lo acepto.

YUPANGUÍ

Guacolda bella,

ya cumplí con la lealtad,

cumpla ahora con la fineza.

¿Dónde el temor te ha llevado?

VOCES

(Dentro.)

Al monte, al monte.

(Descúbrese la nave, y en ella PIZARRO, ALMAGRO, CANDÍA y marineros.)

PIZARRO

La tierra

que desde aquí se descubre

no es como las otras, yerma,

que atrás dejamos, pues toda,

coronando de sus tierras

las más eminentes cimas,

se ve de gentes cubierta.

ALMAGRO

Gracias a Dios, gran Pizarro,

que después de tan deshechas

fortunas, naufragios, calmas,

hambres, sedes y tormentas18

como habemos padecido,

desde que abriendo las sendas

del mar del Norte al del Sur,

atravesamos la Nueva

España, y en Panamá

nos hicimos a la vela.

Gracias a Dios, otra vez

y otras mil a decir vuelva,

que después de tantos riesgos,

ansias, sustos y tragedias,

hemos llegado19 a lograr

el descubrimiento destas

Indias, que hasta hoy ignoradas,

solamente supo dellas

la estudiosa Geografía

de quien halló por su ciencia

el ser preciso que siendo

el orbe circunferencia,

hubiese, mientras no daba

una nave al mundo vuelta,

aquella remota parte,

que no constaba encubierta.

PIZARRO

Ya que a solo descubrirla

venimos, bástanos verla

el día que no tenemos

para su conquista fuerzas.

Y así, pues estas noticias

son el fin de nuestra empresa,

volvamos, ya que tenemos

destos mares fijas señas20

donde mejor prevenidos

de más pertrechos de guerra,

más navíos y más gente,

víveres, pólvora y cuerda,

volvamos a su conquista

en nombre del quinto César

Carlos, que felice viva.

CANDÍA

Fuerza será, pues no quedan

de los treinta que salimos

más que trece hombres que sean

de armas tomar, y la gente

de mar poca, y esa enferma.

Pero antes que nuevos rumbos

tomemos para la vuelta,

será bien, ya que llegamos

aquí, que llevemos destas

remotas partes (porque

podrá ser cuando nos vean,

que si lo creen los valientes,

los cobardes no lo crean)

algunas señas, bien como

frutas, árboles o yerbas

que allá no haya, y fuera desto,

será también acción cuerda,

por si el mar, que siempre ha sido

teatro de contingencias,

acabare con nosotros,

y otros al mismo fin vengan,

dejar señas de que aquí

llegamos, y no se adquieran

la gloria de que ellos fueron

los primeros en empresa

tan ardua y dificultosa.

PIZARRO

¿Qué señas han de ser esas,

que aquí podamos dejarlas?

CANDÍA

¿Qué más declaradas señas,

pues es la propagación

de la fe causa primera,

que una cruz en esos montes?

Pues nadie habrá que la vea

que no diga: «Aquí llegaron

españoles, que esta es muestra

del celo que los anima

y la fe que los alienta».

PIZARRO

No solo es heroica, pero

es religiosa propuesta.

ALMAGRO

Pues ya que es de otro el consejo,

porque alguna parte tenga

en acción tan generosa,

mía la ejecución sea.

Yo iré a tierra en el esquife.

CANDÍA

Eso no, ni es bien se entienda,

señor don Diego de Almagro,

que en aquesta conferencia,

siendo la propuesta mía,

sea la ejecución vuestra.

Mío fue el voto, y el riesgo

mío ha de ser.

ALMAGRO

Por la mesma

razón es bien que partamos

en los dos la diferencia.

Contentaos Pedro de Candía

con que vuestro el voto sea,

y dejadme a mí la acción.

CANDÍA

Primero que yo consienta.

ALMAGRO

Primero que yo.

PIZARRO

¿Qué es esto?

Ved que aunque la amistad nuestra

a todos nos hizo iguales,

en llegado a competencias,

del puesto usaré con que

el rey mis servicios premia,

pues vengo por general,

y al que no mire, no atienda

que estoy aquí.

LOS DOS

Pues da el orden

a quien a ti te parezca.

PIZARRO

Sí haré. Perdonad Almagro,

que hace esta razón más fuerza.

Id, Pedro de Candía, vós.

CANDÍA

Piloto, el esquife echa

al agua, mientras que yo

mis armas tome y prevenga

el Cruzado Leño.

(Vase.)

PIZARRO

En tanto,

para que de la ribera

la gente huya amedrentada

y el mayor espacio tenga,

da fuego a otra pieza.

(Disparan cubriéndose la nave, úsale YUPANGUÍ arrastrando a TUCAPEL.)

VOCES

¡Cielos,

clemencia, cielos, clemencia!

TUCAPEL

¿Cómo quieres que los cielos

de ti, ¡ay infeliz!, la tengan,

si tú de mí no la tienes,

arrastrándome21 por fuerza

a vida de aquese horrible

parapeto, que bosteza

truenos y estornuda rayos?

YUPANGUÍ

Si en la confusión primera

que escuchamos su bramido

huyó Guacolda, y por ella

preguntando, me dijiste

que había venido por esta

parte, ¿qué extrañas traerte,

ya que en salvo el Inga queda

y ella no parece, ¡ay triste!,

a que me digas la senda

por dónde echó?

TUCAPEL

No es muy fácil

el saber por dónde echa

una niña que encerrada

está, el día que se suelta.

Por aquí vino, mas no

sé por dónde escapó.

YUPANGUÍ

Estrella,

siempre a mi elección afable

y siempre a mi dicha opuesta,

dime de Guacolda. Pero

si es mi empeño defenderla

de aquel asombro, con que

yo de vista no le pierda,

sabré el rato que a él le veo

y a ella no, que él no la ofenda

y que ella está asegurada,

consolando la tristeza

de no verla yo, con ver

que él tampoco puede verla.

Y así, yo solo en la playa

desvelada centinela

he de ser de sus acciones.

TUCAPEL

Si has de ser tú solo, deja

que me vaya.

YUPANGUÍ

Eso no.

TUCAPEL

Pues ¿cómo, di, se concuerda

solo y conmigo?

YUPANGUÍ

Muy bien,

pues en el punto que él venga

acercándose a la orilla,

te irás...

TUCAPEL

Linda cosa es esa.

YUPANGUÍ

...a decir que se desaten

las fieras.

TUCAPEL

Ya no es tan buena.

Las fi... ¿qué?

YUPANGUÍ

Las fieras digo;

pues sabiendo dónde queda,

con huir hacia aquella parte,

darán con el monstruo ellas.

TUCAPEL

Y ellas y el monstruo conmigo,

que será una diligencia

muy saludable.

YUPANGUÍ

Oye y calla,

que aún hay más terror que piensas.

TUCAPEL

Mucho será.

YUPANGUÍ

¿No reparas

en que él en el mar se queda,

y que de su vientre arroja

otro menor?

TUCAPEL

Voy apriesa

a traer las fieras.

YUPANGUÍ

Aguarda,

que aunque este a la orilla llega,

tampoco sale a la orilla,

donde de su seno echa

un hombre, al parecer.

TUCAPEL

¡Cielos!

¿Qué generación es esta,

que una bestia grande pare

otra pequeñita bestia,

y esta bestia pequeñita

un hombre?

YUPANGUÍ

Y de raras señas,

así en el blanco color

del rostro como en la greña

del cabello y de la barba,

cuya admiración aumentan

el traje y modo de armas

que trae.

TUCAPEL

Voy a que prevenga

las fieras contra él.

YUPANGUÍ

Detente,

que es de mi valor flaqueza

el pensar que para un hombre

he menester yo defensa,

mayormente cuando entrando

voy en no sé qué sospecha

tal, que aunque puedo tirarle

desde aquí, será bajeza

matarle sin apurar

qué maravillas son estas.

Saldrele al paso.

TUCAPEL

Yo no,

ni aun huir podré ya; esta quiebra

me ha de esconder.

(Sale CANDÍA armado con una cruz de dos troncos bastos.)22

CANDÍA

Cuando digan

las edades venideras

que don Francisco Pizarro

quebró del mar las primeras

ondas al Sur, en demanda

del descubrimiento destas

nuevas Indias de Occidente,

digan también que fue en ella

Pedro de Candía el primero

que puso el pie en sus arenas.

YUPANGUÍ

Hombre aborto de la espuma

que esa marítima bestia

sorbió sin duda en23 el mar

para escupirle en la tierra;

¿quién eres?, ¿de dónde vienes,

y dónde vas?

CANDÍA

De su lengua

el frase no entiendo, pero

de su acción es bien que entienda

que debe de ser cacique

de valor y de nobleza;

pues cuando desamparada

todos la marina dejan,

solo él queda en la marina.

YUPANGUÍ

¿Cómo no me das respuesta?

¿Quién eres? ¿De dónde vienes,

y dónde vas?

CANDÍA

Si te alteras

de ver mi nave en tus mares

y mi persona en tus selvas,

óyeme y sabrás la causa.

YUPANGUÍ

Como yo habla, sin que infiera

lo que me dice.

TUCAPEL

Que se hablen

dos, sin que uno ni otro sepan

lo que se dicen no es nuevo.

YUPANGUÍ

Si eres humano y deseas

hallar en los sacrificios

que al Sol hacemos, y en prueba

de que al dios de rayos buscas

forjando sus truenos llega,

de paz te recibiremos.

Dinos, pues, ¿qué es lo que intentas?

CANDÍA

Noble cacique, que bien

tu valor lo manifesta,

no de tus minas el oro,

no la plata de sus venas,

me trae en su busca, el celo

sí, la Religión suprema

de un solo Dios y sacarte

de idolatría tan ciega

como padeces, a cuyo

efecto esta es la bandera

(Levanta la cruz.)

de su cristiana milicia

la más estimada prenda.

YUPANGUÍ

Sin saber lo que me dices,

sé lo que decirme intentas,

pues arbolando ese tronco

contra mí, bien claro muestras

que me llamas a batalla;

y así en el arco la flecha

(Flecha el arco.)

te responderá.

CANDÍA

Aunque ignoro

qué es lo que decirme intentas,

no ignoro que a lid me llamas,

pues embebido la cuerda

me aguardas. Dispara, pues,

mas mira que si me yerras,

has de morir a este acero.

YUPANGUÍ

De la ventaja que lleva

ser mi arma arrojadiza

y no la tuya, me pesa;

porque más quisiera a brazos

rendirte, que no que mueras.

Mas ¿qué es esto? ¿Quién me pasma

la mano que helada tiembla,

el corazón que no late,

y el suspiro que no alienta?

Pero ¿qué mucho, qué mucho,

que todo, ¡ay de mí!, fallezca,

si el resplandor que me abrasa

carámbano es que me yela?

(Cáese el arco.)

Tronco que despide rayos

y a puras luces me ciega,

más es que tronco. No huyo

de ti, quienquiera que seas,

sino de tan ventajosas

armas que a hechizos me venzan.

Soltad las fïeras, porque

(Yéndose.)

cebe su veneno en ellas

este tósigo de luces

que a mí me asombra y me ahuyenta,

y a la selva, al valle, al monte,

peruanos, que hoy son tierra

y mar abismos de abismos

contra nosotros.

CANDÍA

Espera.

(Vase y al ir tras él da con TUCAPEL.)

Tras él... Mas ¿quién está aquí?

TUCAPEL

([Aparte.]

¡Oh, quién decirle supiera

que soy tonto, y que de un tonto

es más tonto el que hace cuenta!)

Yo... sí... cuando...

CANDÍA

Aguarda, no huyas.

VOCES

Al monte, al valle, a la selva,

que las fieras se desatan.

TUCAPEL

Mas que el primero que encuentran

soy yo.

CANDÍA

¡Ay infeliz! ¡Qué miro!

De las profundas cavernas

destos montes, bostezando

nuevos horrores sus quiebras,

mil feroces animales

toda la marina pueblan.

Y dellos un león y un tigre,

(Salen un león y un tigre haciendo [lo]24 que dicen los versos.)

garras aguzando y presas,

a mí se vienen. Aunque es

imposible la defensa,

moriré matando. Pero

por más furiosos que llegan,

en viéndome se reparan,

y en vez de embestirme, tiemblan:

con que el león, arrastrando25

la desgreñada melena

de sus coronados rizos,

y el tigre, pecho por tierra,

vienen postrando a mis plantas

las nunca domadas testas.

Justo es que yo corresponda

a tan cortesana deuda.

(Halágalos26.)

TUCAPEL

¡Oigan cómo los regala,

y cómo ellos le festejan!

¿Quién tigres de falda vio,

y león de brazos, que juegan

con su dueño y él con ellos,

haciéndose muchas fiestas?

CANDÍA

Señor, pues este favor

tan anticipado premia

el deseo de arbolar

vuestra militar bandera

entre estos bárbaros, donde

vuestra fe plantada crezca,

en vuestro nombre, subiendo

a este risco, en su eminencia

la fijaré.

(Sube a lo alto del monte.)

TUCAPEL

¡Ay de mí!, que entre

el león y el tigre27 me deja;

mas yendo tras él, seguro

iré... Pero en su defensa

se vuelven contra mí.

CANDÍA

Ahora

que ya tremolada queda,

(Deja la cruz y baja cortando ramas.)

deste bruto balüarte

en la más rústica almena

vuestro estandarte, Señor,

volveré al mar con las señas

destas ramas y estos frutos,

y este indio, de quien la lengua

aprendamos, para que

la entendamos a la vuelta.

Ven tú conmigo, y vosotros,

amigos...

TUCAPEL

¡Ay, que se acercan!

CANDÍA

Quedad en paz. Que me vaya

yo en paz, que me dicen muestran,

volviendo al monte. Ven tú.

TUCAPEL

Glauca, pues ves que me llevan

a ser de una bestia pasto,

no seas pasta de otras bestias

tú en mi ausencia.

CANDÍA

Nuevos mundos,

cielos, sol, luna y estrellas,

aves, peces, fieras28, troncos,

montes, mares, riscos, selvas,

buena prenda os dejo, en fe

de que si hoy la gente vuestra

adora al sol que amanece,

hijo de la aurora bella,

vendrá tan felice día

que sobre estas mismas peñas,

con mejor sol en sus brazos,

mejor aurora amanezca.

(Vase y sale la IDOLATRÍA vestida de negro, con estrellas, espada, plumas y bengala.)

IDOLATRÍA

Primero que ese día

llegue a ver yo, que soy la Idolatría

desta bárbara gente,

que en los trémulos campos de Occidente,

sin saber de otro sol ni de otra aurora,

por adorar la luz la sombra adora.

Primero, otra vez digo, que ese día,

contra la inmemorial posesión mía,

el Perú llegue a ver en su campaña

las invasiones de la Nueva España,

verá (si Dios la acción no me limita

y los poderes que me dio me quita)

que mis ansias, mis penas y temores

con el mágico horror de mis horrores

perturban de manera

de tierra y mar hoy una y otra esfera,

que el mar, antes que desta hallada playa

aquel bajel con las noticias vaya,

le embata, le zozobre y le persiga,

por más que agora, viento en popa, diga

en mi oprobio y mi ultraje.

PIZARRO

(Dentro.)

Vira al mar.

TODOS

Buen viaje, buen pasaje.

IDOLATRÍA

Y la tierra también verá en sus daños

revalidar error de tantos años,

no tan solo volviendo al ejercicio

del que dejó suspenso sacrificio,

pero aun con más terror, pues si antes era

víctima bruta esta o aquella fiera,

ahora he de hacer que víctima sea humana;

porque siendo, como es, Copacabana

templo del Sol, y su ara aquella peña

contra quien puso el español por seña

el Cruzado Madero,

a cuya vista pasmo, gimo y muero;

en ella es bien (sin que atreverme pueda

a sus ultrajes, porque no suceda

lo que en la Nueva España,

que arbolando otra cruz otra montaña,

hice ponerla fuego,

y ardiendo sin quemarse, lo que el ciego

insulto consiguió, en vez de abrasarla,

fue temerla, admitirla y venerarla.)

Y así digo otra vez, sin que me atreva

a que este vulgo en su baldón se atreva,

es bien satisfacer mi desvarío,

con que a su vista el sacrificio mío

con sacrílego intento

transcienda desde bárbaro a crüento;

a cuyo efecto, ya en süaves voces,

ya en voces tristes, sonarán veloces

en todo el monte oráculos, diciendo:

TODOS

(Dentro.)

Albricias, que ya el monstruo se va huyendo.

IDOLATRÍA

Pero no, no prosiga,

dígalo el tiempo sin que lo diga,

pues vuelven a juntarse, repitiendo:

ELLA y TODOS

Albricias, que ya el monstruo se va huyendo.

(Vase, y salen todos los indios y indias que puedan, con arco y flechas.)

GUACOLDA

¿Qué mucho, si en hileras

el armado escuadrón vio de las fieras

contra él tan prevenido?

INGA

¿Quién duda que haya sido

quien irse sin salir a tierra le hace?

(Sale YUPANGUÍ.)

[YUPANGUÍ]

No, señor, de más alta causa nace

su vuelta y su venida;

maravilla mayor hay escondida.

INGA

¿Cómo?

YUPANGUÍ

Como volviendo a la ribera,

en dejándote a ti, por si pudiera

averiguar29 quién tanto horror nos daba,

pequeña embarcación vi que arrojaba

al mar, bien como algunas

balsas en que surcamos las lagunas.

Aquí empecé a formar primera idea

de que más que animal, fábrica sea;

confirmolo después ver cuánto asombre

que esta balsa arrojase30 a tierra un hombre

de extraño aspecto. Referir no quiero

que le hablé y que me habló, si considero

que no nos entendimos,

y no puedo decir qué nos dijimos;

baste saber que en duelo tan prolijo

dijo la acción lo que la voz no dijo.

Un tronco que traía

arboló contra mí, la aljaba mía

un arpón contra él; pero al instante

que le quise flechar, una radiante

luz me cegó, y el brazo entumecido,

tras el arco y arpón perdí el sentido.

Culparás mi pavor, pues no le culpes

hasta que con las fieras le disculpes.

Yo vi a lo lejos que un león le hacía

brutos halagos, cuya acción seguía

un tigre, y que de ambos amparado

subió a ese risco, en que dejó fijado

sobre su pardo ceño

del basto tronco el no labrado leño;

con que volviendo al mar, llevó consigo

a Tucapel, crïado que conmigo

estaba en la marina.

GLAUCA

¿Cómo dices no ser cosa divina

la que daño no ha hecho

a nadie, y me ha hecho a mí tanto provecho?

SACERDOTE

Calla, necia.

YUPANGUÍ

De suerte,

que si en sus hechos la razón advierte,

en la que naturalmente me fundo,

sin que el discurso deba nada al arte,

es que debe de haber de esotra parte

del mar otra república, otro mundo,

otra lengua, otro traje y otra gente,

y aquesta tan mañosa o tan valiente,

que se ha sabido hacer con singulares

fábricas vivideros esos mares;

y para más desmayos

se ha sabido forjar truenos y rayos,

con relámpagos tales,

que deslumbran a hombres y animales.

Y pensar que han movido tanto empeño

como venirse a playas extranjeras,

y para solo colocar un leño

vivir ondas, traer rayos, domar fieras,

no, señor, no es posible.

Aquí hay misterio más incomprehensible,

y así es bien discurramos

qué hemos de hacer, y que nos prevengamos,

por si otra vez volviere,

y prevenidos, sea lo que fuere.

INGA

A tu suceso atento

menos le alcanzo cuanto más le siento,

y así no sé, no sé lo que debamos

hacer.

SACERDOTE

Yo sí.

INGA

¿Qué es?

SACERDOTE

Que prosigamos,

dejándonos plantado ahí ese bruto

leño hasta ver qué flor nos da o qué fruto

el sacrificio, y todos invoquemos

hasta su templo al Sol, por si podemos

alcanzar que nos diga

qué hemos de hacer.

YUPANGUÍ

Y es justo.

GUACOLDA

Pues prosiga

la invocación, mas con tan otro acento,

que lo que fue armonía sea lamento.

INGA

Hermoso padre del día,

de tanta confusión, di,

¿querrás restaurarnos?

IDOLATRÍA

(Dentro cantando.)

Sí.

INGA

Ya respondió a la voz mía.

GUACOLDA

Pues ¿qué debemos hacer,

si a mí te mueves a darme

también respuesta?

IDOLATRÍA

Obligarme.

SACERDOTE

Si obligándote ha de ser,

¿con qué te podrá obligar

mérito, que aunque se crea,

obrar no sabe?

IDOLATRÍA

Desea.

DAMA 1.ª

Ya que es mérito desear,

yo deseo saber, ¿qué

naturaleza tirana

fue la que aquí llegó?

IDOLATRÍA

Humana.

YUPANGUÍ

Si humana, cual dices, fue,

¿cómo asombra con horrores,

y deja tan confundida

la razón, la alma y la...

IDOLATRÍA

Vida?

[INDIA] 2.ª

Porque del todo mejores

nuestra ciega confusión,

¿cuál será el mejor indicio

de nuestra fe?

IDOLATRÍA

El sacrificio.

[INDIA] 3.ª

Si los sacrificios son

el mejor ruego, a ellos vamos.

[INDIA] 4.ª

Haz que aqueste en que hoy se emplea

tu pueblo, sea acepto.

IDOLATRÍA

Sea.

INGA

De todo cuanto escuchamos

nada inferimos.

SACERDOTE

Sí hacemos,

si de lo que ha respondido

componemos el sentido.

YUPANGUÍ

¿Y cómo le compondremos?

SACERDOTE

Diciendo cada uno, ya

que a todos nos respondió

lo que a él dijo.

INGA

¿Empiezo yo?

GUACOLDA

Sí, y mi voz te seguirá.

INGA

Si.

ECO

(Cantando.)

Si.

GUACOLDA

Obligarme.

ECO

(Cantando.)

Obligarme.

SACERDOTE

Desea.

ECO

(Cantando.)

Desea.

[INDIA] 1.ª

Humana.

ECO

(Cantando.)

Humana.

INGA

Vida.

ECO

(Cantando.)

Vida.

[INDIA] 2.ª

El sacrificio.

ECO

(Cantando.)

El sacrificio.

[INDIA] 4.ª

Sea.

ECO

(Cantando.)

Sea.

MÚSICA y TODOS

Si obligarme desea,

humana vida el sacrificio sea.

SACERDOTE

Sin duda el Sol, ofendido

de que en tu presencia fuera

bruta víctima una fiera,

hoy elevarla ha querido

a que sea racional,

dando de su enojo indicio

no ser real el sacrificio

que asiste persona real.

INGA

Si eso es lo que nos advierte,

¿cómo qué vida es no avisa?

SACERDOTE

Como es la sacerdotisa

a quien le toque la suerte.

Las más nobles dedicadas

para eso en el templo están,

deseando el cuándo serán

a su dios sacrificadas.

TODAS

A eso obligadas vivimos

las que al Sol nos consagramos.

GLAUCA

Y de eso nos excusamos

las que patanas nacimos.

INGA

Si aquella toca, ¡ay de mí!

YUPANGUÍ

¡Qué pena será tan fuerte,

si a ella tocase!

INGA

Y la suerte,

¿cómo suele echarse?

SACERDOTE

Así.

Cada una, una flecha dé,

y en mi mano y en su mano

el más noble o más anciano

se ha de nombrar, para que,

vendados los ojos, llegue

porque en señas no repare;

y de aquella que él tomare,

el dueño al ara se entregue

cuando cumplidos estén

los cuatro legales días,

en que de sus alegrías

padres y deudos se den

la norabuena.

TODAS

Obedientes,

ya aquí las flechas están.

(Toma él las flechas juntas y cada una tiene la suya.)

GLAUCA

Luego que es malo dirán

el no ser ninfas las gentes.

INGA

Nombra ya el que ha de llegar.

SACERDOTE

Hallándote tú aquí, no

es bien que le nombre yo;

tú, señor, le has de nombrar.

INGA

Yupanguí.

YUPANGUÍ

Señor.

INGA

A ti,

pues el más noble ha de ser,

te nombro.

YUPANGUÍ

El obedecer

es fuerza.

SACERDOTE

Y fuerza que aquí

los ojos te vende.

YUPANGUÍ

Bien

se pudo excusar, pues llego,

aunque no los venden, ciego.

(Véndanle los ojos, llega y toma la flecha de GUACOLDA.)

¿Quién, cielos, creyera, quién,

que donde Guacolda está,

estimara no ser ella

la que eligiese mi estrella?

SACERDOTE

Llega hacia esta parte.

YUPANGUÍ

Y

con todas las flechas di.

SACERDOTE

Una has de tomar no más.

Ya descubrirte podrás.

YUPANGUÍ

¿A quién he elegido?

GUACOLDA

A mí.

YUPANGUÍ

¡Grave pena!

GUACOLDA

¡Dolor fuerte!

(Retíranse los dos a las dos esquinas del tablado.)

INGA

Pues no es justo que me vea,

aunque feliz muerte sea,

nadie condenado a muerte.

No sin lástima me ausento,

hermosa beldad, de ti.

No es sino excusar que aquí

reviente mi sentimiento.

(Vase.)

SACERDOTE

¡Dichosa tú, que crisol

hoy de nuestra fe serás!

(Vase.)

LAS CUATRO

¡Venturosa tú, que vas

a ser esposa del Sol!

(Vanse.)

GLAUCA

Buen parabién, pero dél

no gusta. Mas ¿cómo estoy

tan fiera, que a hacer no voy

que lloro por Tucapel?

(Vase.)

YUPANGUÍ

Dos culpas, Guacolda bella,

resultan hoy contra mí,

que con vista te elegí,

y que te elegí sin ella:

pero ni desta ni aquella

feliz e infeliz mi suerte

se ha de disculpar, si advierte

que una fue para adorarte,

otra para sublimarte,

y entrambas para perderte.

GUACOLDA

De una y otra, ¡ay de mí!, fuera

cualquiera disculpa error,

y voy, dejando al amor

en aquella edad primera,

a que no sé si sintiera

más que eligieras tú, y no

fuera la elegida yo;

y así que errases te niego

ciego, que no estuvo ciego

quien lo que hubo de ver vio.

YUPANGUÍ

Ahora es mayor mi aflicción

viendo que en mi ceguedad

resignes tu voluntad.

GUACOLDA

Quizá no es resignación.

YUPANGUÍ

¿Pues qué?

GUACOLDA

Desesperación

de que mi padre su esquiva

enemistad vengue altiva

en los dos, pues porque fuiste

tú quien a Guáscar seguiste,

cuando él siguió a Atabaliba,

por no darme a ti, forzada

me trajo al templo, y no sé

si conformarme podré

a morir sacrificada.

Pues cuando no hubiera nada

de aquel violento rigor

ni deste infelice amor,

ni cuanto da que temer

pasar del ser al no ser,

tuviera el mismo dolor

por no sé qué natural

luz que repugna infinito

a que en mí no haya delito,

y haya en un dios celestial

sed de humana sangre tal

que obligue fiero y crüel,

sin odio de fe, a que un fiel

mate otro fiel. ¿Es ley, di,

que un dios no muera por mí,

y que yo muera por él?

YUPANGUÍ

No sé, mas sé que admirada

mi razón con tu razón,

me ha puesto en tal confusión

que..., mas no te digo nada,

sino solo que si entrada

pudiera hallar para que,

sin argüir en la fe

del Sol, antes que rendida

tu vida, viera su vida...

GUACOLDA

No, no prosigas, que aunque

tiene a la laguna puerta

este templo, y ella tiene

balsas en que a tiempo viene

bastimento, y puedo, abierta

de noche, irme a una desierta

isla a ocultarme oportuna,

temiendo al Sol tu fortuna,

en vano mi dolor cay

en que hay noche, hay templo, y hay

puerta, balsa, isla y laguna.

(Vase.)

YUPANGUÍ

¿Qué más claro ha de decir

su abandonado despecho

que fue cómplice mi amor

del estado en que la ha puesto

su suerte? ¿Ni qué más claro

me pudo su sentimiento,

para que salve su vida,

facilitarme los medios?

Mas ¿cómo podré, ¡ay de mí!,

arrojarme a atrevimiento

tan grave, como quitarle

al Sol tal víctima? Pero

¿qué dudo ni qué reparo?

Que si no hubiera preceptos

que romper, no hubiera culpas

y quedaran sin aprecio

finezas de amor, que dellas

alimentan sus afectos.

Iré donde, si ella sale

a ver si temo o no temo

al Sol, vea que...

(Sale el INGA.)

INGA

Yupanguí.

YUPANGUÍ

Señor.

INGA

A buscarte vuelvo

con una pena, que solo

la fiara de ti.

YUPANGUÍ

¿En qué puedo

servirte? Que ya tú sabes

mi amor, mi lealtad y celo.

INGA

De uno y otro asegurado,

sabrás que desde aquel mesmo

instante que vi la rara

hermosura sin ejemplo

de aquella sacerdotisa,

que entre el asombro y el miedo,

por vencer con menos armas,

venció sin color ni asiento,

ni vivo ni sé de mí;

y más después que añadiendo

fuerza a fuerza, rayo a rayo,

llama a llama, incendio a incendio,

la lástima de su suerte

aumentó el dolor. No quiero

tenerme en cuán poderosos

son dos contrarios afectos

que para embestir aúnan

lástima y cariño a un tiempo;

porque no muriera, diera

la vida. No, no suspenso,

no turbado, no confuso

me escuches, como diciendo

entre ti; que ¿cómo al Sol,

a quien tantas glorias debo,

me atrevo contra su oculto

ni aun a imaginarlo? Pero

antes que tú lo pronuncies,

saldrá mi voz al encuentro

con decirte que a un amor

que no tiene más remedio

que morir de ver morir,

no dudo dore sus yerros

a rayos del mismo Sol;

mayormente cuando puedo

desenojarle con otras

dádivas: y remitiendo

a que, sea lo que fuere,

o su perdón o su ceño,

ella ha de vivir, y tú

has de ser el instrumento.

Los cuatro legales días

en que sus padres y deudos

la celebran, engañando

el dolor con el obsequio,

te doy de plazo a que pienses

cómo ha de ser, y a tu ingenio,

de la noche, la laguna,

balsas y puertas del templo,

se valga, o ya tu valor,

a todo trance resuelto,

de disfraces para el robo

u de armas para el estruendo.

Tú, en fin, me la has de poner

en salvo, y después el tiempo

en desagravios del Sol

nos dirá.

IDOLATRÍA

(Dentro.)

Guáscar.

INGA

El viento

mi nombre pronuncia: gente

será que en mi seguimiento

viene. Para que no vean

que hablamos solos, haciendo

la plática sospechosa,

mientras salirles intento

yo por esta parte al paso,

quédate tú aquí; advirtiendo

que en tu ingenio a tu valor31

honor, alma y vida dejo.

Viva esta beldad, y viva

tu rey, o ambos mueran.

(Vase.)

YUPANGUÍ

¡Cielos!

¿Quién en el mundo se ha visto

embestido tan a un tiempo

de celos, lealtad y amor?

¿Celos dije? Bien por ellos

empecé; que son un mal

tan descortés y grosero,

que en concurso de otros males

siempre se toma el primero

lugar. De celos, ¡ay triste!,

vuelvo a decir, pues que veo

de otro adorada a Guacolda;

de lealtad, pues es sujeto

con quien yo ni declararme

ni satisfacerme puedo;

y de amor, pues cuando estoy,

contra los divinos fueros

que amenazaron su vida,

a restaurarla resuelto,

aun los mesmos medios míos

se vuelven contra mí mesmo,

pues o los consigo, o no.

Si no los consigo, dejo

que muera; y si los consigo,

es para otro: con que en medio

de la argüida cuestión

vengo a estar, de ¿cuál es menos

dolor: morir para mí

o vivir para otro dueño?

En cuya confusión...

IDOLATRÍA

(Dentro.)

Guáscar,

Guáscar Inga.

INGA

Veloz eco,

ya que me vienes buscando,

¿para qué te vas huyendo?

YUPANGUÍ

Otra vez la voz le llama,

tras cuyo sonido el centro

del monte penetra. Quede

aquí mi dolor suspenso,

supuesto que ni es ni ha sido

para terminado presto,

y vaya a ver qué será,

puesto que todo es misterios

de Copacabana el valle,

voz, que sin dar con el dueño,

a lo más fragoso, más

enmarañado y desierto,

diciendo le lleva...

(Vase, y salen INGA y IDOLATRÍA.)

INGA

Dime,32

pues te sigo y no te encuentro,

siquiera, ¿quién eres?

IDOLATRÍA

Yo.

INGA

Al verte más, lo sé menos:

y así a preguntar quién eres,

aun después de verte, vuelvo.

IDOLATRÍA

Soy la deidad33 a quien tocan

los cultos del Sol, y vengo

a lidiar por él contigo.

Y pues ha de ser el duelo,

para más vitoria mía,

cara a cara y cuerpo a cuerpo,

¿qué esperas? Llega a mis brazos.

INGA

Si rendido me confieso

yo a tus sombras o tus luces,

¿para qué es la lid?

IDOLATRÍA

¡Qué efecto

tan propio es de los ingratos

darse por vencidos presto!

¿Cómo es posible que quien

debe al Sol tantos imperios,

impida sus sacrificios?

INGA

Como yo se los debo

al Sol. Si él los dio a su hijo,

y yo de su hijo desciendo,

ya no es dádiva la mía,

sino herencia; y fuera desto,

cuando se los deba al Sol,

como a padre, si hoy le ofendo,

¿qué hará en perdonar mañana

tan bien disculpado yerro

como amar una hermosura

que él crió?

IDOLATRÍA

Mas ¿qué piensas?

INGA

Eso

es amenazar, y amor

no teme amenazas.

IDOLATRÍA

([Aparte.]

¡Cielos!,

durar él en su pasión

sin darle pavor mi34 aspecto,

bien me da a entender que el día

que entra el sagrado madero

de la Cruz en el Perú,

es para que lo sangriento

cese de mis sacrificios.

Mas ¿qué lo extraño, si advierto

que en el Ara de la Cruz

cesó todo lo crüento,

pues desde allí fueron todas

hostias pacíficas? Pero

no, no me dé por vencida,

que aunque revele secreto

que ha tantos años que guardo,

con él le pondré tal miedo,

que no se atreva a impedir

que a vista del Sacro Leño

sean víctimas humanas

triunfos míos.) En efeto,

¿te fundas en que es herencia

y no dádiva, este reino,

y en que es perdonar un padre

fácil?

INGA

Sí.

IDOLATRÍA

Pues porque en eso

no te fíes, ni el Sol fue

tu padre, ni pudo serlo,

ni este imperio sin mí pudo

ser tuyo.

INGA

¿Cómo?

IDOLATRÍA

Oye atento.

Manco-Cápac35, rico y noble

cacique fue, a quien36 el cielo...

Pero, antes que yo a decirlo,

quiero que llegues tú a verlo,

que no he de hacer sospechosa

mi verdad; y así, pretendo

que en su crédito afïance

un portento a otro portento.

¿Qué ves en aquesta gruta?

(Ábrese un peñasco y vese GUÁSCAR vestido de pieles, recostado en una peña.)

INGA

Un hermoso joven bello

que sobre una peña yace

de toscas pieles cubierto.

IDOLATRÍA

Pues escucha lo que dice.

INGA

Ya a sus razones atiendo.

GUÁSCAR

¿Cuándo, padre, será el día

que de aqueste obscuro centro

me saques a ver la luz?

Si ya bien sabidas tengo

tus liciones; si ya cuanto

me has instruido lo aprendo

tan a satisfación tuya,

que te has admirado, viendo

que el entendimiento tuyo

trasladé a mi entendimiento,

¿qué aguardas para que llegue

a verme en el trono excelso

que me has prometido? Mira

que un bien esperado es menos

todo aquello que le quita

de estimación el deseo;

que aunque la dicha es gran joya,

esperarla es mucho precio.

Ven, pues, ven a que segunda

vez nazca del duro seno

de aquesta roca, si no

quieres que a mis sentimientos

lleguen tarde tus alivios,

llegando mi muerte presto.

(Ciérrase la gruta.)

INGA

Aunque entiendo sus razones,

el propósito no entiendo.

IDOLATRÍA

¿Qué mucho si ha de decirlo

otro prodigio primero?

Ya has visto el centro del monte

pues pasa de extremo a extremo

y mira ahora la cumbre.

(Va37 saliendo por lo alto del peñasco un sol, y tras él un trono dorado con rayos, y en su araceli GUÁSCAR ricamente vestido con corona y cetro.)

¿Qué ves en ella?

INGA

No puedo

decirlo, que me deslumbra

un sol que va amaneciendo

en su horizonte.

IDOLATRÍA

Porfía

a mirarle, que lo mesmo

hacen cuantas gentes ves

concurrir a ese desierto.

INGA

Es verdad, todo poblado

de gentes está, y ya intento

verlo.

IDOLATRÍA

¿Y qué ves?

INGA

Entre varios

tornasoles y reflejos,

que como sin ver al sol

no se ven, ciegan al verlos,

miro que como pedazo

suyo, va otro sol saliendo

en un luciente, un hermoso

trono, en quien, como en espejo,

parece que él mesmo está

retratándose a sí mesmo.

IDOLATRÍA

¿Quién viene en él colocado?

INGA

Si de sus señas me acuerdo,

aquel afligido joven

que vi entre pieles envuelto,

ricamente ataviado

de ropas, corona y cetro,

me parece.

IDOLATRÍA

Oye sus triunfos,

pues oíste sus lamentos.

GUÁSCAR

Generosos peruanos,

cuya fe, piedad y celo

en la adoración del Sol

logra hoy sus merecimientos;

albricias, que ya ha llegado

el felice cumplimiento

de aquellas ya confundidas

noticias que dejó un tiempo

en la primitiva edad

de vuestros padres y abuelos

un Tomé o Tomás sembradas

en todo el Perú, diciendo

que en los brazos de la Aurora

más pura, el Hijo heredero

del gran Dios había venido,

luz de luz, al universo.

Pero aunque dijo que había

venido, habéis de entenderlo

como invisible Criador

de todos los elementos,

hombres, fieras, peces y aves;

pero no en alma y en cuerpo,

como hoy mi padre me envía

a ser el monarca vuestro.

Si me recibís, veréis

que deste monte desciendo

a vivir entre vosotros,

regiros y manteneros

en ley, en paz y en justicia;

y si no, a su trono excelso

con él me volveré, donde

ofendido en mi desprecio,

os amenazan sus rayos,

sus relámpagos y truenos.

VOZ

(Dentro.)

Desciende, Señor, desciende,

pues te aclamamos, diciendo.

MÚSICA

Sea bien venido en joven tan bello

el hijo del Sol a ser el rey nuestro.

GUÁSCAR

Ya voy a vosotros,

pues que voy oyendo.38

MÚSICA y TODOS

Sea bien venido [en joven tan bello

el hijo del Sol a ser el rey nuestro.]

(Desaparecen el Sol por lo alto, y por lo bajo el trono.)

INGA

Aún nada he entendido.

IDOLATRÍA

Ahora

lo entenderás: oye atento.

Manco-Cápac39, rico y noble

cacique, fue a quien el cielo

dotó, entre otras naturales

prendas, de sutil ingenio.

Este, maquinando, el día

que su bella esposa un tierno

infante dio a la luz, cómo

lograría verle dueño

del imperio del Perú,

me consultó su deseo,

como la deidad a quien toca

(ya te lo dije primero)

la adoración del Sol. Yo,

hallando el camino abierto

para que creciese el culto

con el agradecimiento,

le dije que, publicando

que el infante se había muerto,

con secreto le crïase;

y ello hizo con tal secreto,

que aun la nutriz que encerró

con él, yace muerta ahí dentro.

Mientras el joven crecía,

también le di por consejo

que publicase que el Sol

le había revelado en sueños

que presto enviaría a su hijo

a dominar sus imperios;

y como esta voz corría

sobre aquellos fundamentos,

que, arruinados del olvido40,

los fabricaba el acuerdo,

equivocando verdades

a sombra de fingimientos,

andaba el vulgo ni bien

dudando ni bien creyendo,

hasta que a determinado

día convocó los pueblos,

para que ocurriesen41 todos

a recibirle; y habiendo

con mi arte, con su industria,

como has visto, en lo supremo

del monte fingido rayos,

pudo hacer que sus reflejos,

desmintiendo lo distante,

acreditasen lo excelso.

De suerte que deste engaño

desciendes, y aunque en quinientos

años de la inmemorial

posesión, ya es tuyo el reino,

pues no hay ninguno que no

se introdujese violento;

con todo eso, el día que impidas,

o otro por ti, los decretos

que en nombre del Sol dispone a

sus oráculos, es cierto

que no habiendo conseguido

yo el que vayas en aumento,

me he de vengar; y así, teme

mis sañas, pues ves que puedo

en desagravios de Sol

desvanecer tus trofeos,

pompa y majestad, bien como

ves que yo me desvanezco.

(Desaparécese.)

INGA

Oye, aguarda, escucha, espera.

TODOS

Allí se oye, llegad presto.

INGA

¿Qué es lo que por mí ha pasado?

TODOS

¿Qué es esto, señor, qué es esto?

INGA

No sé, no sé. Cinco siglos

he vivido en un momento,

retrocediendo42 los años,

y lo que he sacado dellos,

es que el Sol por mí no pierda43

sus cultos; y así, el precepto

que te di, Yupanguí, no,

no le excuses, ni por pienso.

Muera esa beldad y viva

tu rey.

(Vase.)

YUPANGUÍ

¿Quién creerá que al tiempo

que siento el mandar que viva,

el mandar que muera siento?

Pero nada me acobarde.

En que viva me resuelvo,

y enójese o no se enoje

el Sol, pues es tan severo

dios que en su culto nos manda,

contra el natural derecho,

que mueran otros por él

no habiendo él por otros muerto.

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