Jornada II

Dentro cajas y trompetas.

UNOS

(Dentro.)

¡Arma, arma!

OTROS

¡Guerra, guerra!

UNOS

Caciques, a la muralla.

OTROS

A la muralla, españoles.

UNOS

¡Guerra, guerra!

OTROS

¡Al arma, al arma!

(Sale TUCAPEL huyendo.)

TUCAPEL

Si no hubiera un coronista

que huyera de las batallas,

no hubiera cómo saberlas,

no habiendo cómo contarlas;

y pues es este el papel

que me toca, mientras andan

allá como suelen, yo

escondido entre estas ramas

también, como suelo, tengo

de estar a ver en qué para

el trance de hoy, que hasta ahora

solo dicen44 voces altas...

UNOS

¡Arma, arma!

(Las cajas.)

OTROS

¡Guerra, guerra!

UNOS

¡Viva el Perú45!

OTROS

¡Viva España!

TUCAPEL

¡Oh, si el señor Sol quisiera

que sus paisanos lograran

la vitoria, y yo el deseo

de poder irme a mi casa!

No tanto porque en la propia

ningún marido descansa,

cuanto por hacerme el gusto

de hacer el disgusto a Glauca;

pues desde que el español,

cautivándome en mi patria,

conmigo, sin saber cómo,

dio en unas tierras extrañas,

donde su lenguaje y mío

hicieron tal mescolanza

que ya ni es mío ni es suyo,

bien que hasta entendernos basta,

y desde que, pertrechados

de gentes, bajeles y armas,

volvieron él y los suyos

a navegar estas playas,

de donde tomando tierra

han talado las campañas

que hay desde el Callao al Cuzco,

cuya gran corte hoy asaltan,

(Dentro las cajas.)

nunca me han dado lugar

de escaparme, por dos causas:

una, servirles de guía

para ir salvando sus marchas

de pantanos y lagunas;

y otra, que a decir no vaya

cuán faltos de municiones

y de víveres se hallan.

Y así, por ambos pretextos

con tal cuidado me guardan,

que al que desmandarme viere,

que me dé la muerte mandan;

con que me es fuerza esperar

día en que huyendo les hagan

volverse al mar. Mas no creo

(Dentro las cajas.)

que hoy sea el de esta esperanza,

pues entre las confusiones

que solo repiten varias...

TODOS

¡Arma, arma, guerra, guerra!

TUCAPEL

Lo que desde aquí se alcanza

es que, aunque las eminencias

de la ciudad coronadas

de indios están, no por eso

los españoles desmayan,

por más que de sus almenas

no solamente disparan

diluvios de flechas, pero

de los peñascos que arrancan,

despedazados los montes,

rodando sobre ellos bajan.

Alguno lo diga, pues

cae de la escala más alta,

diciendo:

(Dentro mucho ruido y cajas, y sale PIZARRO cayendo con espada y rodela.)

PIZARRO

¡Virgen María!

Vuestra gran piedad me valga.

ALMAGRO

Acudid a retirarle,

no consigan la alabanza

estos bárbaros, de que

ni aun muerto pudo su saña

triunfar dél.

(Salen los dos y SOLDADOS, y él se levanta muy en sí.)

LOS DOS

¡Pizarro!

PIZARRO

¡Amigos!

LOS DOS

¿Qué desdicha es esta?

PIZARRO

Nada.

TUCAPEL

Pues no enterréis al mozo, Luis Quijada.

Esta fue una bagatela,

volvamos a la importancia.

CANDÍA

¿Cómo es posible que el golpe

de la peña y la distancia

del precipicio te deje

con la vida?

PIZARRO

¿Qué os espanta,

si quien invoca a María

aun de más riesgos se valga,

mostrando su piedad (puesto

que en el Perú nos ampara,

repitiendo los favores

que nos hizo en Nueva España)

cuánto de aquestas conquistas

se da por servida, a causa

de que mejor sol se adore

en brazos de mejor alba?

Y pues conserva mi vida

para que vuelva a emplearla

en su servicio; ea, amigos,

volvamos a las escalas,

que hoy en la corte del Cuzco

hemos de entrar, si esa valla

primera rompemos, antes

que a socorrerla mañana,

según dicen las espías,

en persona llegue el Guáscar

con inmensas gentes.

ALMAGRO

¿Quién

lo duda, si en esperanza

de propagación de fe

y honor de María, se ensalzan

la invocación de su nombre

en ti, y en Pedro de Candía

la exaltación de la Cruz,

pues vemos que en las montañas

como a árbol prodigioso

que vence fieras, la exaltan

ya infinitos indios?

PIZARRO

Pues

con estas dos confïanzas,

¿qué hay que temer? Ea, españoles,

al arma otra vez.

(Vanse los tres, y tocan las cajas.)

[UNOS]

(Dentro.)

¡Al arma

otra vez, fuertes caciques!

UNOS

¡Viva el Perú!

OTROS

¡Viva España!

TODOS

¡Arma, arma, guerra, guerra!

TUCAPEL

Pues nunca en estas andanzas

están bien los coronistas

donde las flechas alcanzan.

¿Qué haré yo de mí, y más viendo

que embisten con furia tanta

que habré de llorar mi ruina

si ellos su vitoria cantan?

Pues en venciendo me quedo

en mi patria sin mi patria,

y si quiero irme, a peligro

es de la vida. ¡Oh, mal haya

aquella sacerdotisa,

pues por volver a buscarla

con Yupanguí, a mí me toca

todo el daño46! Y pues de nada

ella se duele, ¡oh, si hallase

de cuantos demonios hablan

en nuestros ídolos, uno

que a costa de vida y alma

me diga lo que he de hacer!

(Sale la IDOLATRÍA.)

IDOLATRÍA

Sí habrá, pues que tú le llamas,

que esa es la razón con que

Dios la cadena te alarga.

Vente, Tucapel, conmigo,

que yo te pondré en tu casa.

(Aparte.)47

Por lo que en ella me importas

para que vuelva a sus aras

la hurtada víctima al Sol.

TUCAPEL

¿Quién eres tú que me agarras

sin que te vea?

IDOLATRÍA

Quien puede,

abreviando las distancias

que hay desde el Cuzco a tu tierra,

valle de Copacabana,

llevarte sin que te vean

las más vigilantes guardas,

solo a precio de que tú

por mí en el camino hagas

primero la diligencia

que te dictaren mis ansias.

TUCAPEL

Si tienes tanto poder,

¿cómo no la haces tú, y tratas

de que un hombre la haga?

IDOLATRÍA

Como

no puedo yo cara a cara

oponerme a quien me opongo,

y así, es fuerza que me valga

del hombre. Que él poseído

de mí, dándome él la entrada,

basta a cometer delitos,

a que el demonio no basta.

TUCAPEL

¿Y cómo ha de ser el irme?

IDOLATRÍA

Prestándote yo mis alas.

TUCAPEL

¿De qué suerte?

IDOLATRÍA

Desta suerte.

(En un pescante desaparece48 TUCAPEL.)

Ministros en quien entabla

su imperio la Idolatría,

dad al viento mi esperanza.

TUCAPEL

¿Pues soy tu esperanza yo?

IDOLATRÍA

Eres quien ha de lograrla,

pues revestido en ti el fiero

espíritu de mi rabia,

tuyas han de ser las voces,

pero mías las palabras,

cuando diciendo su afecto

el trance desta batalla,

digan el suyo mis iras;

y hasta entonces en dos varias

partes suene el eco, aquí

diciendo unos...

(Las cajas a rebato.)

[UNOS]

(Dentro.)

¡Arma, arma!

IDOLATRÍA

Y allí repitiendo otros...

(Otra caja a lo lejos a marchar.)

OTROS

Alto, y pase la palabra.

IDOLATRÍA

Con que a un mismo tiempo yo,

entre horrores y venganzas,

entre escándalos y estruendos,

diré influyendo en entrambas...

TODOS

¡Arma, arma, guerra, guerra!

OTROS

Alto, y pase la palabra.

(Con esta repetición, sonando a una parte el rebato y en otra la marcha, sale INGA con los INDIOS que pueda, armados a su modo y el SACERDOTE.)

INGA

Supuesto que ya la49 noche

cubierta de sombras pardas

nos va retirando el día,

de aqueste monte en la falda

podrá restaurar la gente

las fatigas de la marcha,

para que con nuevo aliento

al amanecer mañana

demos vista a la ciudad,

llamando a campal batalla

a sus sitiadores, ya

que el socorrerla y librarla

a que yo en persona venga

me obliga.

(Sale YUPANGUÍ.)

YUPANGUÍ

Dame tus plantas.

INGA

¡Oh Yupanguí, bien venido

seas!

YUPANGUÍ

Quien llega a besarlas

fuerza es serlo.

INGA

¿Qué responde

Atabaliba?

YUPANGUÍ

La fama

le tenía ya informado

desta prodigiosa entrada

que han hecho los españoles,

y antes de oír tu embajada

dijo que él mismo vendría

a darte auxiliares armas.

INGA

¡Con qué vergüenza lo escucho,

ofendido de que hayan

cuatro desnudos, descalzos

y hambrientos hombres, en tanta

confusión puesto mis gentes,

que sea fuerza que me valga

de mi hermano y mi enemigo,

solo en fe de la ventaja

que artificiales sus rayos

llevan a nuestras aljabas!

En llegando a ponderar

que en una y otra campaña,

si se contara la gente,

más de mil indios se hallaran

para cada español, pierdo

el juicio, la vida, el alma,

y no sé... Dejadme solo,

idos todos, que se arranca

el corazón, y no quiero

que nadie me vea en la cara

el semblante de la ira

sin ver el de la venganza.

YUPANGUÍ

¿Qué extraño furor es este

que su sentido arrebata?

SACERDOTE

No sé más de que estos días

le aflige.

(Vanse los SOLDADOS.)

INGA

Tú no te vayas,

Yupanguí.

YUPANGUÍ

Siempre yo estoy

atento a ver qué mandas.

INGA

Oye, pues solo contigo

pueden descansar mis ansias.

Desde el día, ¡ay infelice!,

que te mandé que libraras

aquella sacerdotisa,

todo es para mí desgracias,

sin que el mandarte después

que en su suerte la dejaras,

baste a que el Sol me remita

de aquella primera instancia

la culpa, pues en castigo

trae contra mí tan extrañas

gentes, como si el faltar

después fuese por mi causa.

YUPANGUÍ

Ya que el querer impedir

un sacrificio le agravia,

¿por qué no mandas que otro

igual a aquel satisfaga

sus sentimientos?

INGA

Porque

cuando lo intento, declaran

los sacerdotes del Sol

que sus sacros ritos mandan

que en echándose una vez

la suerte, porque no haya

favor o pasión que excuse

aquella sobre quien caiga,

no pueda hasta que ella mesma

sea la sacrificada,

echarse otra suerte. Y esto

dejado a sus observancias,

¿cómo pudo una mujer

intentar fuga tan ardua?

YUPANGUÍ

Si es fácil amar, señor,

dos a una hermosura rara,

y fácil dar un mismo

pensamiento dos que aman,

¿qué admiras que otro intentase

lo mismo, y que...?

INGA

Calla, calla;

que son mucho mal los celos,

para que el desdén les hagas

de acuadrillarlos con otros,

cuando ellos a matar bastan...

Mas no a mí, que en mí no hay celos.

YUPANGUÍ

¿Por qué?

INGA

Por la confïanza

de que aquí no hubo segundo

amante.

YUPANGUÍ

¿De qué lo sacas?

INGA

Si soberana deidad

tanto mi vida amenaza,

que no menos que de siglos

[alimentó mi mudanza,

¿cómo había de dejar,

siendo deidad soberana,

sin temor a otro?

YUPANGUÍ50

Bien dices.

(Aparte.

Quédese con su ignorancia;

que a mí me está bien que nunca

en que hubo otro amante caiga.)

Es sin duda que ella, o mal

conforme o desesperada,

del templo se huyó.

INGA51

El asombro

no es ese, sino que haya

ocultádose de suerte

que diligencias tan varias

no la hayan hallado. ¿Cuál

será el centro que la guarda?

YUPANGUÍ

Eso es lo que yo no puedo

decir.

(Aparte.)

¡Ay Guacolda amada!

¡Y cómo que es verdad!, pues

no puede decir quien52 te ama

ni el villaje que te esconde,

ni el traje que te disfraza.

INGA

Supuesto que en que parezca

estriban las esperanzas

de que el Sol se desenoje

para que venzan mis armas,

ya que todos por vencidos

se dan de que no la hallan,

haz tú por mí la fineza

de ser quien ponga en buscarla

desde hoy nuevos medios.

YUPANGUÍ

Yo

te doy, señor, la palabra,

en habiéndote asistido

en la facción de mañana

(que no es53 bien desparecerme

víspera de una batalla),

de ir a buscarla con tal

deseo, cuidado y ansia,

que ni descanse ni duerma,

ni sosiegue hasta encontrarla.

Y así, si me echares menos,

no preguntes por mí, a causa

de que en busca de Guacolda

estoy.

INGA

Otra vez me abraza;

que bien de ti esa fineza

fío.

YUPANGUÍ

Creo que he de hallarla,

aunque sus recatos digan...

INDIOS

(Dentro.)

Sepúltennos las entrañas

de los montes, pues nos echa

de las suyas nuestra patria.

INGA

¿Qué confusas voces son

las que parece54 que hablan

en nombre suyo? Pues dicen...

INDIOS

(Dentro.)

Sean tumbas las montañas,

que antes nos entierren vivos

que esclavos.

INGA

¡Ah de la guardia!

¿Qué voces aquestas son?

(Salen el SACERDOTE e INDIOS.)

SACERDOTE

De tropas que desmandadas

con sus mujeres e hijos

y ancianos, en mil escuadras55huyendo a ampararse vienen

de los montes.

INGA

Pues ¿qué causa

puede obligarles a tanto

desorden?

(Sale TUCAPEL.)

TUCAPEL

Oye y sabrasla.

INGA

Sin duda traes malas nuevas

pues a todos te adelantas.

¿Quién eres?

TUCAPEL

El indio soy

que cautivó en esa playa

aquel primer56 español

que en ella57 puso las plantas;

con él fui, y volví con él,

sin poderme librar hasta

que la confusión de hoy

me ha dado la puerta franca:

pues habiendo la ciudad

entrado a fuerzas de armas

los españoles, en tanto

que hidrópicamente apagan

en su saco las dos sedes

de riquezas y vïandas,

en tanto que por salvar

las vidas, la58 desamparan

sus naturales, dejando

bienes, familias y casas,

sin poner en más la mira

que en el celo con que sacan

los ídolos de los templos,

a fin de que sus estatuas

sin ultraje se retiren

en la custodia y la guarda

del mayor adoratorio

del Sol, que es Copacabana;

en fin, en la confusión

de hoy, logrando mi esperanza

vengo sin que lo veloz

sea en fe de traer las malas

nuevas, que quizás podrá

hacer buenas una traza,

conque pérdida tan grande

se trueque en mayor ganancia.

Los más principales cabos

de esa española canalla

con los más soldados suyos

se alojan en ese alcázar

de los Ingas; este tiene

al reparo de las aguas

que suelen de la ciudad

inundar calles y plazas,

entre otras muchas surtidas

una mina que desagua

cerca de aquí, cuya boca

es preciso que ignorada

de hombres tan recién venidos,

esté a estas horas sin guardas;

y si por ella eligiendo

el cabo de mayor fama,

hicieses que con la gente

también de más importancia,

la mina entrase llevando

seca fajina59 a la espalda

y oculto fuego, no dudes

que si por el pie la llama

prende una vez, vuele todo,

pues su arquitectura rara

toda es preciosas maderas;

y más si a este tiempo mandas

que se inficionen las flechas,

en vez de nocivas plantas,

de embreadas cuerdas que

entre piedra y pluma, al asta

pendientes, el aire corten,

y medida la distancia

por elevación, hicieses

darlas fuego al dispararlas;

siendo como son los techos

solamente de enea y paja,

será fuerza que volando

en cada saeta una ascua60,

sean también rayos nuevos

adondequiera que caigan.

Y, pues a darte este aviso

y este arbitrio me adelanta

quizá alto espíritu que

la voz mueve, el pecho inflama,

no lo desdeñes, creyendo

que no te habla quien habla,

pues aunque son mías las voces,

no son mías las palabras.

(Vase.)

INGA

Oye, espera. Detenedle.

SACERDOTE

Si aun el viento no le alcanza,

no es posible61.

INGA

Yupanguí,

bien este aviso declara,

pues por sendas nos le envía

tan nuevas y tan extrañas,

que ya el Sol se desenoja.

Y pues empresa tan alta

parece que para ti

la tuvo el cielo guardada,

pues esperó a que vinieses

para haber de ejecutarla,

de toda esa gente escoge

la de mayor confïanza,

y a ejecutar la sorpresa

parte; que en tu retaguardia

porque en todo trance tengas

segura la retirada,

con todo el grueso iré yo

guardándote las espaldas.

YUPANGUÍ

Por tanto honor tus pies beso,

que en la guerra cosa es clara

que no sirve el que obedece

tanto como honra el que manda.

A obedecerte voy.

(Aparte.)

Bien

que con temor de que vaya

Tucapel donde Guacolda

está en la choza de Glauca.

¡Oh, quiera amor que sin verla

se oculte!

(Vase.)

INGA

Sin tocar arma

marche el ejército en mudo

silencio. No, deidad sacra,

pues no proseguí en mi afecto

prosigas en tu venganza;

que cuando me desengañen

ilusiones y fantasmas

no ser mi natural padre,

al fin no me desengañan

no ser mi natural dios;

y de un dios ser hijo basta

adoptivo, para ser

del mundo el mayor monarca.

Marche el campo en tal silencio

que aun a sordina bastarda

no dé62 el orden.

(Vanse.)

(Sala en un palacio del Cuzco.)

(Salen PIZARRO, ALMAGRO, CANDÍA y SOLDADOS.)63

ALMAGRO

Pues ya quedan

las centinelas dobladas,

bien puedes, lo que a la noche

resta, dormir.

PIZARRO

Vigilancias

de un heroico pecho, mientras

menos duermen, más descansan.

No solo al sueño he de dar

el tributo de esta humana

propensión, pero escribiendo

lo que de la noche falta

he de estar, porque es forzoso

que de tan gloriosa hazaña

como hoy hemos conseguido

lleguen las nuevas a España,

y sepan dos majestades,

Carlos que en Yuste descansa,

y Felipe, que en su nombre

reina, que es ya bien que añadan

a los coronados timbres

de sus católicas armas

las columnas del Perú,

que fijas sobre las aguas,

como el plus ultra al non ultra
las de Hércules aventajan.

CANDÍA

En tanto que desvelado

tú en eso la noche pasas,

Almagro y yo rondaremos

con divididas escuadras

el palacio.

ALMAGRO

Y no será

fineza; que su dorada

riqueza y sumas grandezas

aun más deleitan que cansan.

(Vase cada uno por su puerta.)

PIZARRO

(Llamando.)

Traedme aquí la escribanía

y el bufete. Esté la carta

escrita, porque con ella

Fernando, mi hermano, parta

al punto que...

ESPAÑOLES

(Dentro.)

¡Fuego, fuego!

PIZARRO

Mas ¿quién en confusión tanta

ciudad y palacio pone?

Iré a ver de qué se causa.

(Sale CANDÍA.)

CANDÍA

¿De qué ha de causarse, si es

un volcán todo el alcázar,

que del centro de la tierra

humo aborta y fuego exhala?

De sus bóvedas empieza,

y es que, sin duda, minadas

los bárbaros las tenían.

PIZARRO

Acudamos a atajarlas.

CANDÍA

Por aquí será imposible,

porque el incendio tomadas

tiene esas puertas.

PIZARRO

Pues vamos

por estotra64 parte.

(Sale ALMAGRO.)

ALMAGRO

Aguarda;

que no solo...

ESPAÑOLES

(Dentro.)

¡Fuego, fuego!

ALMAGRO

...la salida el fuego ataja,

pero de un incendio en otro

irás a dar cuando salgas.

Encendidas flechas tanto

del aire la esfera abrasan,

que vagas exhalaciones,

puntas haciendo en su estancia,

neblíes de fuego suben

y sacres de fuego bajan

a hacer la presa.

CANDÍA

Perdidos

somos, pues no hay quien nos valga,

cuando en toda la ciudad

común el incendio clama...

UNOS65

(Dentro.)

¡Que me abraso!

OTROS

(Dentro.)

¡Que me quemo!

UNOS

(Dentro.)

¡Virgen pura...

OTROS

(Dentro.)

Madre intacta...

UNOS

(Dentro.)

Inmaculada María...

OTROS66

(Dentro.)

María llena de gracia!

TODOS

(Dentro.)

¡Favor, piedad!

PIZARRO

¡Oh españoles!

¡Qué bien vuestra fe declara

que ella es sola en las tormentas

cabo de Buena Esperanza!

A morir iré con todos,

porque con todos añadan

mis voces la aclamación.

CANDÍA

Ya que la muerte nos halla,

sea con su dulce nombre

en los labios.

LOS TRES y OTROS

(Dentro.)

Madre intacta,

Inmaculada María,

¡favor, piedad!

(Vanse.)

(Vista exterior del Cuzco.)

(Salen el INGA, YUPANGUÍ, el SACERDOTE e INDIOS.)67

INGA

Pues lograda

tan felizmente la acción

dejas, para que no haya

tan generosa osadía,

que española salamandra

se atreve a salir del fuego,

toda la ciudad sitiada

tened, y dé en nuestras flechas

quien68 saliere de sus llamas.

YUPANGUÍ

¿Quién ha de salir, no habiendo

átomo que no sea brasa,

y ya los gemidos suenan

en voces tan desmayadas,

que apenas se oyen o escuchan?

PIZARRO

(Dentro.)

Hija elegida sin mancha,

del Padre...

CANDÍA

(Dentro.)

Madre del Hijo,

doncella y fecunda...

ALMAGRO

(Dentro.)

Casta

Virgen, esposa de Santo

Espíritu...

PIZARRO

(Dentro.)

Tú nos salva69.

CANDÍA y ALMAGRO

(Dentro.)

Tú nos favorece70.

ESPAÑOLES

(Dentro.)

nos socorre y nos ampara71.

INGA

¿Quién será esta a quien invocan?

YUPANGUÍ

Quien no les responde.

INGA

Calla,

y volvamos a escuchar,

pues tan bien suenan sus ansias.

(La MÚSICA en lo alto.)

MÚSICA

El que pone en María las esperanzas,

de mayores incendios no solo salva

rïesgos de la vida, pero del alma.72

YUPANGUÍ

¿Qué es esto? Tristes lamentos

de un instante en otro pasan

a ser dulces armonías

de sonoras voces blandas.]

(Aura de Copacabana, con el Niño Jesús en las manos y el tiempo que empieza a descubrirse73, y todo lo que dura el paso, hasta desaparecerse, estará nevando la nube, y todo lo alto del tablado.)

INGA

No es eso, no es eso solo

lo que admira y lo que pasma,

pues del oído a la vista

el prodigio se adelanta.

¿No ves, no ves que los cielos

sus azules velos rasgan,

y dellos luciente nube

sobre todo el fuego baja

lloviendo copos de nieve

y rocío, con que apaga

su actividad?

YUPANGUÍ

Y aún más veo,

pues veo que la nube, basa

(guarnecida a listas de oro

y tornasoles de nácar)

es de una hermosa mujer,

que de estrellas coronada

trae el sol sobre sus hombros,

y trae la luna a sus plantas;

hermoso niño en sus brazos

trae también. ¿Quién vio que nazca

mejor sol a media noche,

a quien con voces74 más claras

hijo de mejor aurora

mejores pájaros cantan?

MÚSICA

El que pone en María las esperanzas,

de mayores incendios no solo salva

riesgos de la vida, pero del alma.

INGA

Verla intento, pero apenas

a ella los ojos levanta

la vista, cuando un rocío

me ciega.

SACERDOTE

A todos nos pasa

lo mismo, que un suave polvo

de menuda arena blanda

ciegos nos deja.

UNOS75

¡Qué asombro!

OTRA

¡Qué maravilla!

(Tropiezan todos como ciegos.)

INGA

¡Qué magia

diréis mejor! Y pues no

hay contra ella fuerza humana,

acudid a la divina.

SACERDOTE

Pues todas nuestras estatuas

ya en Copacabana están,

todos a Copacabana

vamos a pedir en todas

clemencia.

INGA

Fuerza es buscarla

contra quien apaga76 un fuego,

y con otro nos abrasa.

(Vanse.)

YUPANGUÍ

Con todos huiré; mas no

por el temor que me causa,

sino porque en mí conozco

que no merezco mirarla.

Pero aunque ya no la mire,

tan fija llevo su estampa

en mi idea, que ha de ser

vivo carácter del alma.

(Vase.)

(Ahora va pasando, y salen los ESPAÑOLES oyendo como elevados las voces.)

ÁNGEL 1.º

Católicos españoles,

ya María el fuego aplaca,

porque perdió su violencia

en ella desde la zarza.

ÁNGEL 2.º

Vivid, venced, pues ya

es tiempo que a estas montañas

amanezca mejor sol

en brazos de mejor alba.

LOS DOS

Y América sepa

con la fe de España.77

MÚSICA

Que el que pone en María las esperanzas,

de mayores incendios no solo salva

riesgos de la vida, pero del alma.

(Desaparece.)

PIZARRO

Pues tan milagrosamente

vemos que el fuego se apaga,

debiendo a la invocación

de María dicha tanta;

en nombre suyo, pues va

de su vista huyendo Guáscar,

sigamos su alcance, y diga

el hacimiento de gracias;

si María es con nosotros,

¿quién contra nosotros basta?

TODOS

¡Arma, arma, guerra, guerra!

UNOS

Vea América.

OTROS

Y vea España.

MÚSICA y TODOS

Que el que pone en María las esperanzas,

de mayores incendios no solo salva

riesgos de la vida, pero del alma.

TODOS

¡Guerra, guerra, arma, arma!

(Con esta repetición han de sonar a un tiempo las cajas y trompetas, la MÚSICA y la representación y sale la IDOLATRÍA como oyendo a lo lejos, y repitiendo con todos las voces.)

IDOLATRÍA

¿Que el que pone en María las esperanzas

de mayores incendios no solo salva

riesgos de la vida, pero del alma?

Bien se deja conocer,

pues cuando pensé que había

logrado la industria mía

en ver la ciudad arder,

no solo para acabar

con los españoles fue,

mas para aumentar su fe

y destruir y turbar

la de los indios, pues ciegos,

en ellos crece el temor

y en los otros el valor,

viendo aceptados sus ruegos;

con que ya mi monarquía

se va estrechando tirana,

pues solo hoy Copacabana

corte es de la Idolatría.

En ella me han retirado

con mis ídolos; mas no

por eso he de darme yo

por vencida, que obstinado

mi espíritu, que no ha sido

capaz nunca de enmendarse,

vencido puede mirarse,

mas no darse por vencido.

A cuyo efecto, pues cuantas

estatuas culto me dan

ya en Copacabana están,

en ellas influirán tantas

sañas, iras y venganzas

mis respuestas, que me atrevo

a hacer que vuelvan de nuevo

a vivir mis esperanzas.

Y así, siguiendo el intento

de que una amante pasión

no quite a mi adoración

lo horroroso78 y lo sangriento

de mis sacrificios, hoy

el Guáscar ha de saber79de Guacolda, para hacer

si al Sol este obsequio doy,

mayor la vitoria mía;

que si fue odio de la Cruz,

ya lo es della y de la luz

que trajo tras sí María.

Esté Guacolda segura

en el oculto villaje

que la veo, y fío el traje

rústico y vil la ventura

de verse libre de mí;

que aunque la desdicha no

ha menester medios, yo

sabré hacer que la halle allí.

(Vase.)

(Salen GUACOLDA y GLAUCA, como hablando entre sí.)80

GLAUCA

Notable melancolía

es la tuya.

GUACOLDA

¿Cómo puedo

perder, Glauca amiga, el miedo

a la triste suerte mía?

GLAUCA

Viendo cuán segura estás,

de villana disfrazada,

y demás de eso encerrada

donde no ha entrado jamás

nadie que a buscarme viene,

y no dejándote ver,

ni pudiendo otro saber

quién eres ni quién te tiene

aquí, sino yo, parece

que es desconfïar de mí.

GUACOLDA

No lo creas, que ya vi

cuánto tu lealtad merece.

Si sé que en casa naciste,

hija de antiguos crïados

de Yupanguí, y que en tus hados

primeros con él creciste.

Si sé que con Tucapel,

criado también, te casó,

y que esta alquería te dio,

para pasarlo con él

si no rica, acomodada;

si sé que el día que hubo

de fiarse de alguien, no tuvo

satisfación más fundada

que en ti por tu obligación,

y porque sola vivías,

pues tan ausente tenías

a tu esposo, ¿qué razón

pudo haber para pensar

que desconfíe de ti?

Y porque creas que aquí

no me aflige ese pesar,

sabe que mi desconsuelo

no es sino que un bien que hubiera

solo para mí en que viera

a Yupanguí, aun ese el cielo

le niega a mi suerte esquiva;

pues apenas me dejó

aquí, cuando le envió

el Guáscar a Atabaliba.

Dél no he sabido, con ser

la ausencia ruina de amor,

aun no es ese mi mayor

cuidado, sino temer

no haya muerto en tanto estruendo,

como noticias nos dan

cuantos desde el Cuzco van

a Copacabana huyendo

por todo aqueste distrito,

donde en fe estoy solamente

de que nadie al delincuente

busca donde hizo el delito.

GLAUCA

De dos extremos no sé

cuál venga a ser el mayor,

tu temor o mi temor.

GUACOLDA

¿Cómo?

GLAUCA

Como en ambas fue

una la pena crüel

y contraria, pues si no

sabes de Yupanguí, yo

tampoco de Tucapel.

Y en tormento tan esquivo,

que el mío es mayor es cierto,

pues tú temes que esté muerto

y yo temo que esté vivo.

GUACOLDA

¿Eso dices?

GLAUCA

Si supieras

tú lo que un marido ha sido

a todas horas marido,

eso y mucho más dijeras.

¡Qué es verle entrar muy hinchado,

diciendo...!

(Sale TUCAPEL.)

TUCAPEL

Glauca, la mesa,

y trae la comida apriesa,

que aunque no vengo cansado,

porque en diablos de alquiler

es gran cosa caminar;

con todo, ya que el no andar

canse, cansa el no comer81.

GLAUCA

¿Qué miro?

GUACOLDA

[Aparte.]

Desdichas mías

que han de descubrirme, pues

posible esconderme no es.

GLAUCA

Al cabo de tantos días,

¿es ese modo de entrar

en tu casa?

TUCAPEL

Dices bien,

abrázame en parabién,

mas no sirva de ejemplar,

que abrazo recién venido

no es abrazo propietario,

sino supernumerario

con gajes de entretenido.

GLAUCA

De cualquier suerte que sea,

agradece mi deseo

el verte vivo.

TUCAPEL

¿Qué veo?

Vuelva a inflamarse mi idea,

hermosa sacerdotisa,

que por más que te disfraces,

no pueden obstar al sol

nubes de villano traje;

ahora veo que eres

la deidad cuyas piedades

(compadecidas de ver

que por volver a buscarte

con Yupanguí a la marina,

ocasionaron mis males)

me han buscado y me han librado

del cautivo vasallaje

en que estaba, y pues a precio

de ejecutar el dictamen

que en mi inspiración tus voces

favor a favor añades;

pues no contenta con que

libre en mi casa me halle,

también la palabra cumples

de que cuando a ella llegase

había de saber quién eras,

ya que lo sé, y sé que sabes

favorecida del Sol

obrar prodigios tan grandes,

permite que a tus pies, ya

que tanta deuda no pague,

la reconozca a lo menos.

GUACOLDA

Hombre, ¿qué dices?, ¿qué haces?

GLAUCA

Él fue simple y vuelve loco.

GUACOLDA

¿Cuándo yo he podido hablarte?

¿Cuándo dictar en tus voces

que nada en mi nombre entables,

ni cuándo darte palabra

de que en tu casa me hallases?

TUCAPEL

No disimules conmigo,

que ya sé que las deidades

hacen el bien y no quieren

blasonar de que le hacen.

Glauca, este hermoso milagro,

que sin querer desdeñarse

de pisar de nuestro albergue

los siempre humildes umbrales,

se desdeña de que cuente

yo sus liberalidades;

es a quien la vida debo.

Llega, pues, llega a postrarte

a sus pies, agradecida

de que a tus ojos me trae.

GLAUCA

Tucapel, no una aprehensión

tanto tu discurso engañe,

que aquesa aldeana es

mi hermana, que a acompañarme

vino en tu ausencia.

TUCAPEL

¡Qué presto,

lisonjeramente afable,

viendo que su gusto es ese,

te pones tú de su parte!

Pero una cosa es que ella

modestamente recate

sus prodigios, y que tú

complacer con ella trates,

y ahora obligarme las dos

a que yo ingrato los calle.

Sepa el mundo sus venturas:

¡moradores destos valles,

vecinos de aquestas selvas!

GUACOLDA

No los nombres.

GLAUCA

No los llames.

TUCAPEL

¿Cómo no? De igual bien todos

han de ser participantes.

Vuestro antiguo compañero

Tucapel os llama; a darle

venid todos de sus dichas

el parabién.

UNO

(Dentro.)

¿No escuchasteis

sus voces?

TODOS

Sí.

UNO

Pues lleguemos

todos a verle y hablarle.

GUACOLDA

¡Ay de mí! Forzoso es verme.

GLAUCA

Retírate a aquesta parte.

(Salen algunos INDIOS.)

TODOS

Tucapel, muy bien venido

seas.

TUCAPEL

Que a todos abrace

es mi mejor bienvenida.

UNO

Desde el día que faltaste

de la marina, por muerto

te tuvimos.

TUCAPEL

Dios os guarde

por la merced.

OTRO

¿Es posible

que te vemos?

TUCAPEL

¿Veis cuán tarde

os parezca que he venido?

Pues ha sido por el aire,

gracias a aquesa deidad.

No te escondas, no te apartes,

que es bien que sepan la mucha

piedad que conmigo usaste.

Ella es la que prodigiosa

ha tratado mi rescate:

llegad, llegad, porque todos

la deis gracias de mi parte.

TODOS

Todos a tus pies rendidos

te estimamos que le ampares

y nos le traigas.

GUACOLDA

¿Quién, ¡cielos!,

pudo nunca semejante

acaso prevenir?

GLAUCA

Dimos

con todo el secreto al traste,

si la conocen.

(Aparte los villanos.)

[INDIO] 1.º

¿No es esta,

si no es que el deseo me engañe,

aquella sacerdotisa

que por no sacrificarse

del templo huyó?

[INDIO] 2.º

Sí, y por quien

tantas diligencias hace

Guáscar, que a quien diga della

ofrece tesoros grandes.

[INDIO] 3.º

Famosa ocasión tenemos

de enriquecer, con contarle

que está aquí. Pues según dice

la gente que va delante,

a Copacabana viene

a que el Sol su enojo aplaque,

para volver a la lid.

[INDIO] 1.º

Supuesto que estos villajes

el paso son, al camino

le salgamos para darle

la nueva.

[INDIO] 2.º

Disimulemos.

[INDIO] 3.º

Tucapel, justo es descanses.

Después de espacio hablaremos.

TUCAPEL

Sabréis sucesos notables.

Id ahora con Dios.

TODOS

Adiós.

(Vanse los villanos.)

TUCAPEL

Glauca, ¿qué hay con que regales

a tal huéspeda?

GLAUCA

Bien digo

yo, oyendo tus disparates,

que fuiste simple y que vienes

loco. ¿Qué es, no me escuchaste,

mi hermana?

TUCAPEL

También a mí

me escuchaste tú que en balde

por complacerla, a que no

es quien yo sé me persuades;

y cuanto tú, por llevar

tus lisonjas adelante,

no la agasajes, sabré

traer yo con que la agasaje,

pues por lo menos estamos

en tan goloso paraje

que no faltarán tortillas

de maíz y chocolate.

GUACOLDA

¿A qué más pudo llegar

mi desdicha? Ya quedarme

aquí no es posible, ni irme;

quedarme por si se esparce

quién soy; ni irme, pues no sé

donde Yupanguí me halle.

GLAUCA

Solo un medio se me ofrece.

GUACOLDA

¿Qué es?

GLAUCA

Por si vuelve, oye aparte.82

(Hablan las dos y sale YUPANGUÍ.)

YUPANGUÍ

Vehemente aprehensión que siempre83me estás poniendo delante

aquella hermosa deidad

que vi iluminando el aire;

deja, deja de seguirme

siquiera un rato, en que allane

que el vivir absorto no es

dejar de vivir amante.

Hermosa Guacolda mía,

si otros hicieron constantes

los instantes de la ausencia

siglos, no, ¡ay de mí!, te espantes

que hallándolos yo hechos siglos,

los haya hecho eternidades.

Dame los brazos mil veces.

GUACOLDA

Es tan inmenso, es tan grande

el bien, Yupanguí, de verte,

que es forzoso que le extrañe,

porque persuadirse un triste

a que hay contento, no es fácil.

En hora dichosa vengas,

que aunque siempre fuera amable

tu presencia para mí,

pues con afectos iguales

también para mí eran siglos

las vidas de los instantes,

nunca en mejor ocasión

verte pude.

YUPANGUÍ

¿Cómo?

GUACOLDA

Sabe

que Tucapel ha venido,

y no sé con qué dictamen,

empeorado de talento,

mejorado de lenguaje,

se ha persuadido a que soy

yo la que pude sacarle

de su esclavitud; con que

solicitando mostrarse

agradecido, me ha muerto;

culpa de amigo ignorante,

matar con buena intención.

De suerte que ya ocultarme

aquí no es posible: mira

a donde podrás llevarme,

pues ya, a no haber tú venido,

me iba yo a las soledades

de los montes más incultos,

en cuyos páramos, antes

que los ministros del Guáscar,

o los del Sol, me encontrasen

o las señas del león

o las astucias del áspid.

YUPANGUÍ

No dudes que cuidadoso

solicite yo ausentarte

adonde nuestro amor pueda,

sin que el rencor nos alcance,

celebrar de nuestras bodas

las más amorosas paces.

¡Oh bello divino asunto!

No tanto tras ti me arrastres;

yo iré tras ti.

GUACOLDA

No prosigas.

YUPANGUÍ

Sí, mi bien. Vuelva a cobrarme.

GLAUCA

Cuantos vienen no parece

que traen los juicios cabales.

YUPANGUÍ

Por poder celebrar, digo,

de nuestras bodas las paces,

me valí de Atabaliba,

a quien di de todo parte.

Él, por hija de quien tanto

siguió sus parcialidades,

tomándome la palabra

de que yo en su vasallaje

haya de vivir, me ofrece

dichosas seguridades.

Jurado lo dejé, en cuya

fe, prevenido el viaje

tengo; vente, pues, conmigo,

si no es que el ir me embarace

contigo yo, otra hermosura.

GUACOLDA

¡Qué ventura! Glauca, dame

los brazos, y adiós.

GLAUCA

Los cielos

con bien te lleven.

(Vase.)

GUACOLDA

Cobarde

tus pasos sigo.

YUPANGUÍ

¿Qué temes?

Que cuando el asegurarte

no fuera en mí obligación,

me obligara el homenaje

de haber dado a quien la di

la palabra de llevarte

a su presencia.

(Al entrarse diciendo estos versos, sale oyéndolos GUÁSCAR, el SACERDOTE, los villanos y todos los INDIOS que pudieren.)

INGA

No era

menester que yo escuchase,

para saber tus finezas

y acrisolar tus lealtades;

que cumpliendo, Yupanguí...

GUACOLDA

¡Triste pena!

YUPANGUÍ

¡Extraño lance!

INGA

Con la palabra que a mí

me diste, seas quien trate

de llevar a mi presencia

esa infeliz; y no en balde,

al decirme esos villanos

de ese camino en el margen

que aquí quedaba, previne

que fueses tú quien la hallases

a cuya causa la nueva

me movió a que me adelante

a ser el primero yo

que a ella admire y a ti abrace.

GUACOLDA

¡Qué dolor!

YUPANGUÍ

Ya aquí no hay más

que morir a todo trance.

INGA

Infausta, triste hermosura,

que tímida e inconstante

desdeñas en ser esposa

del Sol la dicha más grande;

él sabe que cuanto hubiera

dado por hallarte antes

de verte, diera después

por no haber llegado a hallarte.

Superior causa, que tú

no puedes saber ni nadie

saber puede, es quien me obliga

a que a mi pesar restaure

su sacrificio a las aras,

su víctima a los altares.

Llevadla al templo, que hoy,

sin esperar días legales,

ha de morir: ¿qué esperáis?

Quitádmela de delante,

que temo que me enternezcan

los desatados cristales,

que aun suelen ser vivo afeite

de menos bello semblante.

GUACOLDA

Primero...

YUPANGUÍ

¡Ay de mí!

GUACOLDA

Que llegue

a morir, has de escucharme.

INGA

¿Qué podrás decirme, cuando

apóstatamente fácil,

contra el Sol has cometido

el más sacrílego ultraje?

GUACOLDA

Aunque pudiera valerme

de la repugnancia que hace

a toda ley natural

que un dios beba humana sangre,

y dentro de una ley misma

el fiel muera y el fiel mate,

no lo he de hacer; que no quiero

(aunque en mí esta razón cabe)

escandalizar, y así

para otra apelo. Mi padre,

a quien desterrado tienes

desde las enemistades

tuyas y de Atabaliba,

sabiendo que me inclinase

amor a un cacique noble,

por ser de opuesto linaje,

forzada me trajo al templo,

donde mientras él no falte

he vivido, con estar

casada en secreto antes;

y así, no pudiendo ser

sacerdotisa, tocarme

no pudo la suerte, y pudo

aquel natural ditamen

ausentarme sin delito.

INGA

Contra que esas sean verdades

y no inventadas disculpas,

una sola razón baste.

¿Quién fuera noble y felice,

tanto que esposo y amante

mereciera entrambas dichas,

y en tantas penalidades

morir te dejara aleve?

Y así, mientras no declares

quién es, y él muera en castigo

de robarte y de ocultarte,

rompiendo el templo en lo uno,

y en lo otro mis bandos reales,

será en balde que te admita

la apelación.

GUACOLDA

Más en balde

será, advertida en su riesgo,

decirlo yo, pues librarle

a él de su afrentosa muerte

hará la mía süave.

INGA

¿A eso te resuelves?

GUACOLDA

Sí.

INGA

Yupanguí, ella no sabe

la lástima que se quita

con los celos que se añade.

Persuádela84 tú a que diga

quién es, pues con eso hace

menos grave su delito,

y podrá ser que la salve

la apelación.

YUPANGUÍ

¿Para qué

queréis, señor, que me canse

en persuadírselo a ella,

si el decirlo yo es más fácil

a precio de que ella viva?

INGA

¿Luego tú el cómplice sabes?

YUPANGUÍ

Sí, señor.

INGA

Por ti me vienen

todas las felicidades,

y hoy la mayor es saber

de un agresor tan cobarde,

de quien no estaré vengado,

sin que el corazón le arranque.

¿Qué aguardas, pues? ¿Quién es?

YUPANGUÍ

Yo.

INGA

¿Qué dices?

YUPANGUÍ

Que no te espantes,

pues de ocultación y hurto

fuiste tú quien me enseñaste

el modo, cuando dijiste

que para ti la robase.

INGA

Pues ¿cómo, traidor vasallo,

falso amigo, siendo infame

la confïanza ofendiste

que hiciste de ti?

GUACOLDA

No le ultrajes,

que no es él.

YUPANGUÍ

Sí soy.

GUACOLDA

No es,

que yo, pensando librarme,

fingí esposo que no tengo,

y él, por pensar que templases85,

siendo él tu enojo, eso ha dicho

y así, ¿qué esperáis? Llevadme

donde a precio de que él viva,

con roja púrpura bañe

las aras.

YUPANGUÍ

Yo soy, a mí

me llevad donde derrame

deshecho coral que ilustre

más el altar que le manche,

a precio de que ella viva.

INGA

Si ambos lo desean constantes,

ya que por sacerdotisa

el castigo no le alcance,

alcáncela por haber

profanado el templo. Iguales

mueran los dos; ¿qué esperáis?

Llevadlos, pues, de aquí.

(Al llevarlos se desasen y se abrazan.)

YUPANGUÍ

Antes,

dulce esposa...

GUACOLDA

Amado dueño.

YUPANGUÍ

...que yo expire...,

GUACOLDA

...que yo acabe...,

YUPANGUÍ

...feliz con mirarte muera.

GUACOLDA

...feliz yo con abrazarte.

INGA

Apartadlos, divididlos.

(Apártanlos y volviéndose a desasir se buscan.)

YUPANGUÍ

¡Triste pena!

GUACOLDA

¡Dolor grave!

YUPANGUÍ

Mas aunque todos me fuercen...

GUACOLDA

Mas aunque todos me arrastren86...

YUPANGUÍ

...volver podré...

GUACOLDA

...podré ir...

LOS DOS

...a darle el último vale.

GUACOLDA

¡Noble dueño!

YUPANGUÍ

¡Esposa mía!

INGA

¡Que esto sufran mis pesares!

Llevadlos, digo otra vez,

donde ni se vean ni hablen.

GUACOLDA

Hasta perderle de vista

a aqueste tronco me enlace.

(Abrázase a una cruz.)

YUPANGUÍ

En aqueste árbol me enrede

hasta que a verla no alcance.

(Abrázase a otro árbol.)

GUACOLDA

Y pues que no acaso fuiste

el que vencer fieras sabe,

a cuya causa te han puesto

colocado en tantas partes.

YUPANGUÍ

Y pues plátano no acaso

eres, en quien veo la imagen

que desde que la vi la tuve

en el alma por carácter.

(Quieren desasirlos y no pueden.)

GUACOLDA

Tú me favorece, puesto

que tienes poder tan grande

en fieras, y fieras son

los hombres que usan crueldades.

YUPANGUÍ

Tú me ampara, pues en ti

me ocurre su luz radiante.

GUACOLDA

Infeliz amante esposo.

YUPANGUÍ

Infeliz esposa amante.

GUACOLDA

Adiós.

YUPANGUÍ

Adiós.

INGA

¿Cómo así

permitís verse ni hablarse?

UNOS

Como a apartarla del tronco

no hay fuerza, señor, que baste.

OTROS

Como no hay para moverle

fortaleza que le arranque.

INGA

¿Todo, ¡cielos!, ha de ser

prodigios en estos valles

de Copacabana, siempre

que a pisar llego su margen?

¿Con qué, oh soberano Sol

que adoro, no digo padre,

desenojarte podré,

si traerte no es bastante

por una víctima dos?

Respóndeme: ¿qué te aplace

de mí, para que ejecute

tus órdenes?

(Sale la IDOLATRÍA.)

IDOLATRÍA

Que los mate

le diré.

INGA

Si en una estatua

mil respuestas solías darme,

¿cómo en mil estatuas hoy

que a tu templo se retraen,

aun no das una respuesta?

IDOLATRÍA

Sí daré.

INGA

¡Dicha notable,

pues que ya desenojado

responde! ¿Qué haré, di?

IDOLATRÍA

Darle...

[Aparte.]

Muerte iba a decir, y no

puedo pronunciar.

INGA

No calles

tu decreto, pues me ves

obediente a ejecutarle.

IDOLATRÍA

Si deseas...

([Aparte.]

Proseguir

no puedo, que al declararme

tengo un dogal en el cuello

y en el corazón un áspid.)

Si pretendes...

[Aparte.]

No es posible

que ya en mis ídolos hable,

siendo para mí dos veces

bronce el bronce y jaspe el jaspe,

con que en más estatua que ellos

todos mis sentidos yacen.

INGA

Si a hablarme empiezas, ¿por qué

no prosigues? Y si es darme

a entender que hasta que mueran

no merezco que me ampares,

ya que apartar a los dos

de los dos troncos no es fácil,

flechados en ellos mueran

por sacrílegos amantes.

Disparad contra sus pechos.

GUACOLDA

Árbol, pues tal poder traes...

YUPANGUÍ

Deidad, pues tal poder tienes...

GUACOLDA

...tú me ampara.

YUPANGUÍ

...tú me vale.

(Desaparecen los dos en los dos árboles, y suenan truenos y ruido de terremoto.)

INGA

¿Qué aguardáis? Disparad, digo.

UNO

¿Contra quién, si ciego el aire,

el mismo polvo, la misma

arena nos ciega que antes?

(Terremoto y cajas a un tiempo.)

[ESPAÑOLES]

(Dentro.)

¡Arma, arma, guerra, guerra!

INGA

Si el español en mi alcance

viene, ¿quién duda que venga

con él quien al viento esparce

nieblas que la vista cieguen,

nieves que el incendio abrasen?

No doy paso que hoy no sea

tropezando en mi cadáver;

y pues contra sus encantos

no hay fuerza o poder que baste,

¡al templo!

UNOS

¡Al monte!

OTROS

¡A la selva!

TODOS

Sin duda, ¡cielos!, es grande

este Dios de los cristianos,

pues tantos portentos hace.

PIZARRO

¡A ellos, españoles!

TODOS

¡A ellos!

PIZARRO

Mueran antes que se amparen

de las breñas.

IDOLATRÍA

¿Cielos, luna,

sol, estrellas, montes, mares,

no bastaba enmudecerme,

sino a mí de mí privarme?

Pero ¿qué mucho que vea

contra mí prodigios tales

el día que ella se ampara

de la Cruz y que él se vale

del plátano, que atributo

de María es, cuya imagen

tan fija en el alma lleva?

Mas no por eso desmayen

mis rencores; y pues soy

genio de las tempestades,

mi aliento el aire inficione,

mi fuego los campos tale,

mi rabia los frutos yele,

mi ira las mieses abrase,

para que muriendo todos,

primero que a Cristo aclamen

a los embotados filos

de pestes, sedes y hambres,

ninguno pueda lograr

en las siguientes edades

ver que mejor sol en brazos

de mejor aurora nace.

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