De gemidos quejumbrosos,
de suspiros lastimeros,
vago suena en el espacio
melancólico concierto...
Son las campanas que tocan...
¡Tocan por los que murieron!
Plañidero el metal vibra,
las regiones recorriendo
de los valles solitarios,
de los tristes cementerios,
y también allá en la hondura
de las almas sin consuelo.
¡Vasto páramo es la mía,
como abrasado desierto,
como mar que no se acaba,
y en ella un sepulcro tengo
más profundo que un abismo,
más ancho que el firmamento,
y al eco de las campanas
que en él se va repitiendo,
los esqueletos se rompen,
de mis pálidos recuerdos!
¿Será cierto que pasaron,
y para siempre murieron?
¿Es verdad que cuanto toco,
cuanto miro y cuanto quiero
todo ilusión me parece,
todo me parece un cuento?...
Y que tuve un tiempo madre
y que ora ya no la tengo...
También un sueño parece,
¡pero qué terrible sueño!