I

Ya pasó la estación de los calores,

y lleno el rostro de áspera fiereza,

sobre los restos de las mustias flores,

asoma el crudo invierno su cabeza.

Por el azul del claro firmamento

tiende sus alas de color sombrío,

cual en torno de un casto pensamiento

sus alas tiende un pensamiento impío.

Y gime el bosque y el torrente brama,

y la hoja seca, en lodo convertida,

dale llorosa al céfiro a quien ama

la postrera, doliente despedida.