[I]

En mi pequeño huerto

brilla la sonrosada margarita,

tan fecunda y humilde,

como agreste y sencilla.

Ella borda primores en el césped,

y finge maravillas

entre el fresco verdor de las praderas

do proyectan sus sombras las encinas,

y a orillas de la fuente y del arroyo

que recorre en silencio las umbrías.

Y aun cuando el pie la huella, ella revive

y vuelve a levantarse siempre limpia,

a semejanza de las almas blancas

que en vano quiere ennegrecer la envidia.