LIII

De la noche en el vago silencio,

cuando duermen o sueñan las flores,

mientras ella despierta, combate

contra el fuego de ocultas pasiones,

y de su ángel guardián el auxilio

implora invocando piadosa su nombre,

el de ayer, el de hoy, el de siempre,

fiel amigo del alma, Mefistófeles,

en los hilos oculto del lino

finísimo y blanco cual copo de espuma,

en donde ella aún más blanca reclina

la cabeza rubia,

así astuto y sagaz, al oído

de la hermosa en silencio murmura:

«Goza aquél de la vida, y se ríe

y peca sin miedo del hoy y el mañana,

mientras tú con ayunos y rezos

y negros terrores tus horas amargas.

Si del hombre la vida en la tumba

¡oh, bella!, se acaba,

¡qué profundo y cruel desengaño,

qué chanza pesada

te juega la suerte,

le espera a tu alma! »