[I]

Allá en tiempos que fueron, y el alma

han llenado de santos recuerdos,

de mi tierra en los campos hermosos,

la riqueza del pobre era el fuego,

que al brillar de la choza en el fondo,

calentaba los rígidos miembros

por el frío y el hambre ateridos

del niño y del viejo.

De la hoguera sentados en torno,

en sus brazos la madre arrullaba

al infante robusto;

daba vuelta, afanosa la anciana

en sus dedos nudosos, al huso,

y al alegre fulgor de la llama,

ya la joven la harina cernía,

o ya desgranaba

con su mano callosa y pequeña,

del maíz las mazorcas doradas.

Y al amor del hogar calentándose

en invierno, la pobre familia

campesina, olvidaba la dura

condición de su suerte enemiga;

y el anciano y el niño, contentos

en su lecho de paja dormían,

como duerme el polluelo en su nido

cuando el ala materna le abriga.