[II]

Bajo el hacha implacable, ¡cuán presto

en tierra cayeron

encinas y robles!;

y a los rayos del alba risueña,

¡qué calva aparece

la cima del monte!

Los que ayer fueron bosques y selvas

de agreste espesura,

donde envueltas en dulce misterio

al rayar el día

flotaban las brumas,

y brotaba la fuente serena

entre flores y musgos oculta,

hoy son áridas lomas que ostentan

deformes y negras

sus hondas cisuras.

Ya no entonan en ellas los pájaros

sus canciones de amor, ni se juntan

cuando mayo alborea en la fronda

que quedó de sus robles desnuda.

Sólo el viento al pasar trae el eco

del cuervo que grazna,

del lobo que aúlla.